Andrés Manuel López Obrador ha sido blanco de críticas y levantado polémicas por expresiones y gestos que pasarían desapercibidos con cualquiera que no fuese tan prominente como él, a causa de un par de incidentes relacionados con mujeres.
Primero fue el “corazoncitos” que dedicó a un grupo de reporteras y que para algunas la palabra y el tono proyectaron una mezcla de machismo con desprecio a su actividad profesional.
Después el beso en la mejilla a una periodista de Baja California, Lorena García, quien lo asumió como algo inapropiado: “Sí hay cierta molestia de mi parte porque finalmente hay una invasión a mi espacio vital”, se quejó en Radio Fórmula, ya que no fue “algo pedido, solicitado ni esperado”.
Me sorprende mucho el alboroto en ambos casos y creo que el disgusto es atizado por el feminismo extremo.
Como sea, ¿quién lo iba a imaginar? AMLO deberá reflexionar sobre cómo conducirse y reprimir la espontaneidad en actos públicos, donde está obligado casi siempre a saludar, eludir o despedirse de una o más mujeres.