Iguala: la justicia se hace humo
Hace un tiempo tuve acceso a un video de 50 minutos de duración. La estrella principal era Felipe “N”, El Cepillo, jefe de sicarios de Guerreros Unidos.
El Cepillo es uno de los ocho presuntos miembros de esa organización criminal que admitieron su participación directa en el secuestro, el asesinato y la quema de varios alumnos de la escuela normal de Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014. La semana pasada un juez le otorgó auto de libertad por falta de elementos.
Hice referencia ayer, en este espacio, a una serie de intervenciones telefónicas realizadas por la DEA, en las que otro miembro de la organización, Gildardo “N”, El Cabo Gil, informaba prácticamente en tiempo real a sus superiores, los hermanos Adán y Ángel Casarrubias, lo que estaba ocurriendo el 26 de septiembre en Iguala: un ataque, creyó él, del grupo criminal de Los Rojos.
El Cabo Gil también recibió auto de libertad por parte del juez. A pesar de que las intervenciones telefónicas legales probaban su involucramiento en la organización delictiva, así como el papel activo que jugó aquella noche, el juez alegó que no había hallado elementos para inculparlo.
Exactamente lo mismo sucedió con El Cepillo.
A El Cepillo lo capturaron en enero de 2015. Varios detenidos lo habían señalado como jefe de sicarios de Guerreros Unidos en Iguala. El video al que tuve acceso —y del cual un revelador fragmento fue presentado tanto por EL UNIVERSAL como por Denise Maerker en su noticiario de televisión— muestra a un hombre que con absoluta sangre fría narra detalles de lo que ocurrió esa noche.
Quiero recordarlo, creo que hace falta recordarlo.
El 26 de septiembre, El Cepillo bebía unos tragos con otros sicarios del grupo. El Chequel, El Wereke y El Wasa. De pronto recibió, según dijo, una llamada de El Fercho, en la que se le avisó “que estaban atacando Iguala, que se estaban metiendo Los Rojos”.
“Necesitaban apoyo de volada”, recordó. El Fercho le pidió que juntara a su gente y llevara armas cortas. De acuerdo con su relato, a bordo de dos camionetas, El Cepillo y entre seis y ocho gatilleros —se habían agregado El Pato, El Duvalín y El Jona— se dirigieron a Lomas del Coyote. Ahí habían quedado de entregarle unos “paquetes”.
Los “paquetes” eran tres jóvenes. Pero pronto llegó también una camioneta de tres toneladas cargada “con más chavos”. Cinco minutos más tarde aparecieron varias patrullas de Iguala.
Los “paquetes” fueron llevados, dijo El Cepillo, al basurero de Cocula. En ese sitio él interrogó brutalmente a varios alumnos. Luego afirmó que durante el interrogatorio “comprobó” que estos habían sido enviados a Iguala por un capo de Morelos: Santiago Mazari Miranda, El Carrete, líder de Los Rojos. Relacionar a los estudiantes con Los Rojos fue un artilugio al que varios sicarios recurrieron para justificar lo que habían hecho aquella noche. El Cepillo sabía, sin embargo, que al menos uno de los alumnos era hermano de un “rojo” que había muerto en un enfrentamiento en Carrizalillo.
Según su relato, El Cepillo llevó a Iguala la información que acababa de obtener y se la entregó al subdirector de seguridad pública César Nava. Dijo que por eso decidieron matar a los muchachos: se comunicó entonces con un sicario apodado El Pato y le dio la orden “de que comenzaran a quemar a los chavos. Porque ya casi la mayoría venían asfixiados. O sea que ya los que venían vivos eran nomás como 15”.
—¿Cuándo usted da la instrucción de que maten a las personas, ¿qué les dice, cómo tenían que matarlos? —le pregunta el funcionario que lo interroga.
—Pues ahora sí que, como quien dice, El Pato era el que se encargaba de eso. Era el que se encargaba de todo eso.
—¿Exactamente qué le dice a El Pato?
—Que les diera piso, pues… que no quede nada de eso pues, que quemara los teléfonos y ya.
(…)
—Usted cuando llega, ¿qué ve en el basurero?
—Ya no había nada —contestó El Cepillo—. Ya nada más estaba ceniza y unos cuantos (¿fuegos?) prendidos. De ahí recibo el mensaje, que juntara las cenizas… y las llevara a tirar.
La semana pasada, varios de los personajes que aparecen en el relato videograbado de El Cepillo también recibieron auto de libertad “por falta de elementos”. Se trata de El Pato y El Wereje.
¿Eso quiere decir que las cosas relatadas durante 50 minutos en el video no sucedieron, o quiere decir simplemente que la justicia se hizo humo, se va convirtiendo en humo?
Ahora me ronda una idea escalofriante. Porque llegará el día en que los padres de los 43 se encuentren en la calle a estos señores: México y su justicia.