El asesinato de Marbella Ibarra se ha convertido en una gran incógnita. Las autoridades de la fiscalía de Baja California, al norte de México, no han informado de algún tipo de investigación a la familia. No han explicado cómo pudo estar desaparecida durante 26 días y no la encontraron. Tampoco el que hayan encontrado su cuerpo lleno de golpes, envuelto en una bolsa de plástico. La gran impulsora del fútbol femenino de su país ha recibido las condolencias de las jugadoras e incluso del Barcelona, pero ninguna postura por parte de la Federación Mexicana de Fútbol y tampoco del club Xolos de Tijuana, en el que Ibarra fundó el equipo de mujeres y del cual nunca recibió un sueldo.
“Aún no tenemos una postura oficial, es delicado el tema, esperamos la indicación de la directiva”, dijo un miembro del equipo de Tijuana a consulta de EL PAÍS. El club pertenece al empresario Jorge Hank Rhon, exalcalde de la ciudad fronteriza que hizo de los casinos su mayor negocio y a quien se ha vinculado con el narcotráfico. La excesiva prudencia ha inquietado a la familia.
Hasta el momento, desde el despacho de la fiscalía han ofrecido pocos detalles a los familiares. El gobernador de Baja California, Francisco Vega, se limitó a comentar ante los medios locales que el caso será investigado como feminicidio. El 2017, los casos de feminicidio llegaron a 130. En los primeros seis meses de este año se han contabilizado 183, de acuerdo con cifras oficiales.
A Marbella Ibarra le faltaba semestre y medio para concluir sus estudios como directora técnica. “Haré campeonas a mis Xolas”, le insistía a cuanta persona le preguntaba. Ella se convirtió en figura del fútbol femenino al formar a un equipo de fútbol semiprofesional llamado Isamar. Usó la misma base de jugadoras para fundar el primer equipo profesional de fútbol auspiciado por un club de la Primera División masculina, el club Xolos de Tijuana. Ibarra gestionó todo con los directivos y logró, en 2014, que sus futbolistas creyeran que una mujer también podía dedicarse a eso en México.
“Mar nunca recibió ningún tipo de sueldo. Lo único que quería era formar el equipo. Exigía para nosotras, no para ella. El club lo único que nos ofrecía era: yo les presto el nombre y si logran encontrar un patrocinador bajo mi nombre, adelante. Y así lo hacía”, enfatiza Karla Pérez, pareja de Mar por más de 11 años, en entrevista con este diario. Justo en el año en que nació el primer torneo profesional exclusivo para mujeres, 2017, Ibarra se apartó del equipo. Su idea era regresar al equipo como su entrenadora.
Ibarra fue abogada antes de convertirse en impulsora del fútbol femenino. A sus 11 años, recuerda su madre, supo que quería defender a las personas. Mar vio cómo un hombre raptó y violó a una de sus amigas en un pueblo de la localidad de Acapulco (Guerrero), de donde era originaria. Las autoridades, tras capturar al violador, pidieron la declaración de la única testigo. Los agentes dudaban del testimonio. “Es él. ¿Para qué me mandan a traer si no me van a creer?”, replicaba la niña. Así forjó su carácter en medio del machismo, el mismo que se encontró en las calles, litigios y en las canchas muchos años después.
La lucha de Mar Ibarra terminó tras su brutal asesinato. La hallaron muerta, envuelta en un plástico traslúcido en una zona habitacional con el mismo nombre que ella, Marbella, en la localidad de Rosarito, en el norte de México, el pasado 15 de octubre. Su cuerpo fue golpeado varias veces, según la fiscalía, la misma que aseguró que la mujer había muerto tres días antes del hallazgo. Sin embargo, Mabel Ibarra, asegura que el cadáver no tenía golpes cuando pudo reconocerlo. Por 26 días, su familia no supo nada de ella. La reportaron como desaparecida hasta que una llamada al teléfono de su hermana, Mabel Ibarra, confirmó lo peor.
“El día que desapareció estuvimos mensajeándonos. Le pregunté algo de Cristiano Ronaldo y no me contestó. Pensé que era normal, porque cuando ella estaba trabajando ignoraba a todos. Llegué a casa a las 21.00 de la noche y seguía sin llegar”, explica Karla Pérez. Esa noche Karla durmió intranquila. Trataba de calmarse explicándose que Marbella llegaba muy tarde en ocasiones. Gloria Flores, la madre de Ibarra, se comunicaba con ella por What’sApp. Lo último que intercambió con ella fue un “mañana nos vemos en el café”. Al otro día, la zozobra de la familia se transformó en pánico y empezó el calvario.
Durante esos 26 días, Mabel Ibarra, la hermana, y Karla Pérez estuvieron con la mirada fija en el teléfono de casa, en el móvil. En todo el tiempo en que estuvo desaparecida nadie llamó para pedir recompensa o alguna forma de extorsionarlas. El silencio las carcomía. “Todos los días, mi hija Mabel, la más chiquita, estuvo dando vueltas por el Semefo [Servicio Médico Forense] a reconocer cuerpos, también a hospitales”, explica Gloria Flores.
La familia debatió la posibilidad de pedir ayuda por redes sociales, donde Marbella era conocida por su labor en pro del fútbol femenino. “No publicamos nada, ni dijimos algo a los medios porque no sabíamos si al hacerlo la poníamos en riesgo, si nos la iban a entregar”, explica Mabel. “Teníamos un presentimiento de que estaba viva. Me daba miedo exponerla”, agrega Pérez, futbolista profesional.
Marbella Ibarra era prudente para mostrar sus debilidades. Con lo que no pudo fue el machismo. “En este país les cuesta mucho entender que una mujer logre tantas cosas. A Mar siempre le ponían un pero para pedir lo que sea”, dice Karla Pérez. Su último gran legado fue dejar una asociación para ayudar a las niñas a encontrar un sitio en el fútbol bajo el lema Ellas juegan.
En un país con más de 33.000 personas desaparecidas, a Gloria Flores, la madre de Ibarra, le consuela algo: “estamos agradecidos de que nos la hayan regresado de alguna manera. Tenemos el cuerpo, tenemos a quién llorarle”.