¿Por qué ganó el PAN?
Sin embargo, una clave para la respuesta está en las razones que mueven al votante a acudir a la urna.
Y no, no hablamos de la obviedad de que una elección la gana el que lleva más votos y pierde el que consigue menos participación.
No, el problema es más complejo. En realidad el problema de fondo está en otra pregunta: ¿por qué en algunos casos los ciudadanos no salieron a votar o por qué, en otros casos, se volcaron a favor de tal o cual propuesta?
No se trata de un capricho o una ocurrencia. No, en realidad se alinean variables como el hartazgo por un mal gobierno —por un lado— y el acierto de una propuesta atractiva y de cambio, como alianzas PRI y PAN —por el otro—. Esa combinación, entre otras, mueve a los electores enojados, desconfiados y hartos a salir de su casa y castigar en las urnas al mal gobierno.
Por ejemplo, si comparamos las elecciones de gobernador de 2010 con las de 2016, veremos hoy un incremento de votos en siete entidades —justo en las que ganaron PAN y PRD y donde perdió el PRI— y una baja en los votos en cuatro estados, donde ganó el PRI.
Además, en cuatro de los cinco estados donde habrá alternancia —Tamaulipas, Durango, Quintana Roo y Chihuahua—, la participación de hoy fue mayor a la de hace seis años. También en los tres estados donde el PAN dio la sorpresa aliado con el PRD, Quintana Roo, Chihuahua y Durango, la participación fue mayor a la de hace seis años.
Y en tres de los cinco estados que hoy ganó el PRI —Zacatecas, Sinaloa y Tlaxcala— disminuyó la participación de votantes si se compara con 2010.
¿Qué quiere decir lo anterior?
Que en los comicios del pasado domingo —según resultados oficiales— se cumplió la premisa de que las elecciones son el instrumento privilegiado de castigo al mal gobierno y que ante una alternativa a los malos gobiernos —alternativa que sea confiable—, los votantes cansados, enojados y hartos salen a castigar, mediante el voto, al mal gobierno. Eso hizo el PAN, en solitario y con el PRD, en alianza.
En pocas palabras, que funcionaron la democracia y los partidos. Y si lo dudan, van detalles.
En Tamaulipas ganó el PAN y la participación de votantes creció 13 por ciento respecto a 2010. Curiosamente el PAN ganó al PRI con diferencia de 15 por ciento de votos.
En Hidalgo, elección “cantada” a favor del PRI, la participación de votantes creció 15 por ciento. Y, sorpresivamente, el candidato del PAN creció 13 por ciento en las encuestas. Quedó a solo 6 por ciento del priista Omar Fayad.
En Chihuahua —según el promedio de encuestas—, el panista Javier Corral iba 6 por ciento abajo del priista Enrique Serrano. Al final, Corral ganó con 8 por ciento por encima del priista. Si comparamos la participación de votantes de 2016 con la de 2010, creció 8 por ciento.
En Quintana Roo, Carlos Joaquín González —alianza PAN-PRD— aparecía en encuestas 12 por ciento abajo de Mauricio Góngora del PRI. Al final, Joaquín ganó con una diferencia de 10 por ciento de votos a Góngora y acudieron a votar 12 por ciento más electores que en 2010.
En Aguascalientes, el panista Martín Orozco ganó con 2 por ciento de diferencia a la priista Lorena Martínez. La afluencia de votantes subió 2 por ciento respecto a 2010.
En Durango, encuestas daban ventaja de 6 por ciento al priista Esteban Villegas. Las urnas dieron 4 por ciento de ventaja al aliancista Rosas Aispuro y entre 2010 y 2016 la votación subió 4 por ciento.
Curioso que, en elecciones que según encuestas parecían cerradas —Tlaxcala, Aguascalientes y Veracruz—, bajó el porcentaje de votación respecto de 2010.
¿Sirven o no las elecciones, los partidos, la democracia? Al tiempo.