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SERPIENTES Y ESCALERAS

 
 

 

 

Eolo Pacheco |
2016-06-08

Durante años los políticos han engañado a los ciudadanos con promesas que no se cumplen, acciones que no se realizan y beneficios que nunca llegan. Ahora los electores engañaron a los políticos: recibieron todo, les dijeron que sí a todo, pero votaron como quisieron. ¡Bravo!

 

El resultado de las elecciones del fin de semana en doce estados de la república deja varias lecciones que aprender. El triunfo del PAN en siete entidades es histórico y muy importante para ese partido, pero no representa el respaldo absoluto de la sociedad a esa institución, es más bien el reflejo del enojo de la gente con el PRI. El revire que el ciudadano dio al Revolucionario Institucional es muy claro y es el justo castigo por los abusos, los excesos y las complicidades; el PAN capitalizó la molestia, pero para que ese impulso se mantenga y prolongue hasta el 2018 se necesita de mucho más que lo que han hecho hasta ahora. Los resultados electorales del fin de semana impactan también en Morelos.

Las alianzas llegaron para quedarse, dijo ayer el dirigente nacional panista al resaltar el triunfo histórico del fin de semana. La victoria es para Acción Nacional, pues aunque se trató de una contienda en alianza con el PRD, en todos los casos fue el PAN quien puso a los candidatos.

La fórmula que trajo a los panistas de regreso a la carrera electoral rumbo al 2018 ya ha comenzado a discutirse en Morelos. Muy rápido algunos perredistas la han planteado como el camino para ganarle al PRI, pero también de inmediato varios panistas (empezando por su dirigente estatal) la han desechado por razones muy concretas: las alianzas fueron para vencer a un régimen tricolor (en Morelos gobierna el PRD) y aquí las diferencias entre PAN y PRD son insalvables.

El escenario en Morelos se pone interesante luego de conocerse los resultados del fin de semana: el PAN se reposiciona no sólo por el triunfo en varias entidades, también destaca por su actuar mesurado en la entidad y su oposición clara al gobierno de Graco Ramírez. En la tierra de Zapata los panistas son los únicos que se han mantenido como una oposición real al gobierno del tabasqueño y también han sido los únicos que no avalaron temas tan sensibles para la sociedad, como el crédito o el juicio político.

De cara al 2018 el PRD es quien peor escenario tiene: a nivel nacional obtuvo un descalabro histórico a pesar de los triunfos en alianza, fue rebasado por MORENA y perdió su bastión político en la Ciudad de México. Localmente las cosas son peores: el descrédito de Graco Ramírez, los excesos de Rodrigo Gayosso y la corrupción de Elena Cepeda han convertido al gobierno de nueva visión en sinónimo de robo y prepotencia, similares (o peores) a los de Duarte en Veracruz.

Y es precisamente esa mala imagen perredista la que debe poner a pensar al PAN: en otras entidades la fórmula de derrotar al PRI fue la alianza, pero en Morelos el PRI no es gobierno. Acción Nacional ha capitalizado el desgaste de Graco y no ha tenido la postura entreguista del PRI; incluso al ser políticamente golpeados por el tabasqueño su propuesta se convierte en la más congruente de todas. Ir con el PRD representaría echar por tierra el esfuerzo panista de 6 años y conceder a otros la posibilidad de capitalizar el voto anti Graco.

Entendamos algo: lo que enfrentó el PRI en las pasadas elecciones fue un enorme voto de castigo resultado de muchísimos errores cometidos en los estados y en el país; era impensable (hasta ofensivo) que tras el desastroso gobierno de Javier Duarte el PRI pudiera ganar a partir de con maniobras electorales. Un triunfo tricolor en Veracruz frente al sanguinario gobierno de Duarte sería una injuria mayor para todos los ciudadanos de México.

Algo así va a pasar en Morelos. Javier Duarte y Graco Ramírez son gobernantes muy parecidos (hasta físicamente): ególatras, prepotentes, corruptos, ambiciosos, arbitrarios, convenencieros, traidores y salvajes; ambos gobiernos están marcados por los abusos de su familia, por los altos niveles de criminalidad, por la imparable violencia, por los ofensivos actos de corrupción y por la arrogancia de su titular. Item más: allá y acá se han documentado casos de persecución política y se habla insistentemente de los nexos entre el gobierno y la delincuencia organizada.

La elección del 2018 en Morelos caminará por esa vía: un gobierno estatal desprestigiado, un gobernante odiado y un partido (el PRD) desfondado. Aliarse con un proyecto así es kamikaze, implica no sólo apostar por una estructura electoral que ya demostró su ineficiencia en las elecciones (las del 2015 y las del 2016), también representa un agravio ciudadano porque validaría todos los abusos y los excesos de Graco Ramírez.

El voto de castigo que la sociedad dio al PRI en la elección dominical es el mismo que en Morelos los ciudadanos darán a Graco Ramírez y a su familia. No hablo de escenarios hipotéticos, sino de hechos tangibles que ya se demostraron en Cuernavaca el año pasado y que se manifiestan de diferentes formas: marchas, bloqueos, plantones, tomas carreteras, manifestaciones… Apoyar a Graco es apoyar a la corrupción, a la delincuencia y a la impunidad.

El PAN entendió el camino que debía seguir en la pasada elección; eligió bien a sus candidatos (quizá no fueron los mejores, pero si los menos malos) y aprovechó el enorme descontento de la gente con el PRI. Ricardo Anaya lo explicó muy claro: entendimos lo que la población quería en cada estado y por ahí caminamos. Cierto: los panistas tomaron la animadversión contra los gobiernos del PRI y la tradujeron en votos a favor de sus candidatos.

Las lecciones del pasado proceso electoral las deben entender muy bien los políticos: hoy la gente acude a los actos, acepta las despensas, toma el dinero y aplaude cuando se lo piden, pero a la hora de sufragar deciden libremente, evaden los filtros electorales y se burlan de las estrategias de los mapaches.

Por muchos años los políticos han engañado a la gente, prometen cosas que no cumplen y se ríen de las necesidades de sus electores. Hoy no se dieron cuenta cuando los ciudadanos los engañaron en las urnas.

·         posdata

El mensaje más claro que dio la ciudadanía en el proceso electoral pasado es de castigo. La gente ya se cansó de los excesos y se desquitó de los políticos. El desprestigio de los partidos es enorme y algunos, como el PAN, lograron aprovechar esta coyuntura.

Es falso que la gente ve en el PAN la mejor opción electoral; más bien lo concibe como el camino menos malo frente al escenario de desastre en el que nos han colocado muchos gobiernos, empezando los del PRI. Por supuesto que el resultado es bueno para los panistas y los pone un paso adelante rumbo al 2018, pero falta mucho más que descontento ciudadano para que recuperen la presidencia.

El voto de castigo no es de patente panista ni sirve sólo a quienes compitan contra el Revolucionario Institucional; en estados donde gobiernos de otros partidos hacen un mal trabajo ocurrirá lo mismo, porque a falta de una opción que convenza, el votante buscará la opción que considere menos dañina. Así ganó Graco en el 2012 y por eso perderá el PRD en el 2018.

En Morelos todavía no hay un camino claro para el votante, pero es obvio que el repudio total es contra el gobierno de Graco y el PRD. La suma de odios y malestares será imposible de superar para el tabasqueño y su problema mayor no será perder la elección, sino la posibilidad de que él, su hijo o su esposa sean encarcelados.

Algunos esperan que Graco Ramírez deje el gobierno en los próximos meses; personalmente deseo que el tabasqueño se quede hasta el final de su mandato, para que él y su familia enfrenten como ciudadanos sin fuero ni protección política, las consecuencias de sus actos.

·         nota

La presencia de Abraham Romo en las elecciones de Tlaxcala ha generado molestia en distintas agrupaciones de abogados morelenses y también la defensa iracunda de la presidenta del poder judicial. El representante del Legislativo ante el Consejo de la Judicatura acudió a las elecciones de aquel estado en calidad de ciudadano, dice Carmen Cuevas, aunque la prensa de aquella entidad refiere que el funcionario del poder judicial de Morelos estuvo presente, al menos, durante la última semana completa.

La justificación del robusto abogado y de la hipersensible presidenta es obvia: lo hizo en un día no hábil y en calidad de ciudadano. ¡Claro!, con esa excusa no habría nada más que añadir (según ellos) porque Romo, como Robledo y otros personajes de la administración pública estatal, pueden hacer con su tiempo libre lo que quieran.

Nada hay de sorprendente en la participación del funcionario morelense en las elecciones de Tlaxcala; Romo, un personaje conocido por su misoginia y prepotencia, fue parte de la estructura que el PRD morelense envió a dos estados (Tlaxcala y Oaxaca) y su compromiso es con ese partido, no, como corresponde su cargo, con el congreso.

Pero aunque jurídicamente su actividad electoral pueda ser legal (que no legítima) y no exista delito que perseguir, el hecho es lamentable por si mismo. Abraham Romo es pieza política de Lucy Meza, pero legalmente representa al congreso de Morelos ¿Los diputados avalan ese tipo de actividades? Romo es un integrante del consejo de la judicatura, es decir, de un poder que imparte justicia ¿Es justo que quien maneja recursos públicos participe en labores partidistas y contiendas electorales?

Pero a pesar de todo el escándalo no va a pasar nada. Abraham Romo es pieza de Meza Guzmán y Carmen Cuevas responde a Lucy Meza; las redes de protección que sostienen a Romo son amplias y le garantizan impunidad en este y muchos casos.

El manto de impunidad que cubre al regordete personaje es lo que ha generado el desgaste de la política y de sus integrantes; este tipo de excesos son razón suficiente para votar en contra de un proyecto político como el del PRD en Morelos. El grupo al que pertenece Abraham Romo, dicho sea de paso, es el de Graco Ramírez, el Javier Duarte de Morelos.

·         post it

Ya lo dijo Yunes, el virtual ganador de la elección en Veracruz: hay elementos suficientes para encarcelar a Javier Duarte.

Al panista le conviene proceder contra uno de los peores gobernantes que ha habido en este país, porque ello le atraería mucha simpatía social; es más: al presidente de la república le conviene más impulsar el castigo para aquel malencarado personaje, toda vez que sus abusos, sus excesos, su carácter y su ineptitud sumieron a Veracruz es una crisis de múltiples rostros y representan el vivo ejemplo del político corrupto, arbitrario y delincuente. Duarte costó muchos votos al PRI en las 12 entidades donde hubo elecciones.

El gran mensaje que enviaron los ciudadanos el domingo es ese: basta de impunidad. El PRI paga los abusos de Javier Duarte en Veracruz, las tropelías de César Duarte en Chihuahua, la torpeza de Beto Borge en Quintana Roo, la corrupción Carlos Lozano en Aguascalientes, la prepotencia de Jorge Herrera en Durango y las complicidades históricas en Tamaulipas con Tomás Yarringtón y Eugenio Hernández.

Pero además de esos casos locales al PRI le cobraron la protección a figuras de otros partidos en diferentes entidades. Por conveniencia institucional el presidente Peña es cómplice de tropelías y omiso ante hechos asquerosos como los que hoy tienen lugar en Morelos, justificados por algunos bajo el argumento de que Graco es “un soldado del presidente”.

Si el PRI quiere ganar Morelos y mantener la presidencia de la república el camino es obvio: hay que dar resultados, hay que hacer buen gobierno, hay que terminar con la impunidad y hay que ponerse del lado de la gente. El 2018 ya se les complicó, pero la historia aún no se escribe.

Un partido sin agenda social no tiene futuro y la gente ya lo demostró. En Morelos la lección se debe aprender a tiempo, porque ante la catastrófica derrota del domingo pasado, entidades pequeñas como la nuestra cobran relevancia en el escenario nacional. Ahora todos los votos van a importar.

Sin los grandes bastiones electorales de siempre, el PRI tendrá que buscar cada sufragio en todos los rincones de la nación, sobre todo en aquellos lugares donde es oposición y puede aprovechar el desgaste de los gobiernos.

¿Lo entendieron o necesitan otra madriza?

·         redes sociales

El ciudadano hizo lo que le tocaba en las redes sociales durante la pasada elección. Frente a los miles de mensajes pagados que lanzaban los candidatos y sus partidos, cada persona hizo lo propio: observó, analizó y opinó.

De nada sirvieron los millones de pesos invertidos por los grupos de poder tratando de maquillar una imagen; de nada valieron los miles de seguidores comprados que hoy se han vuelto moda en los políticos. Poco lograron los bloqueos de los políticos a los ciudadanos incómodos.

La gente, aunque los políticos no lo crean, piensa y decide. Ya lo demostró.

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