El primer día de AMLO
Hace muchos años, frente a una taza de café y unos chilaquiles a los que habíamos llegado casi por error, y de manera fortuita, le oí decir al ex presidente Carlos Salinas de Gortari:
“Uno no sabe nada de sí mismo hasta el primer día: el día de la toma de posesión. Ese día uno se conoce como presidente”.
Le pregunté desde luego qué había sabido de sí mismo. Me dijo que había sentido una inmensa soledad, que había sabido que pasara lo que pasara solo habría un responsable de lo que ocurriera. Me pareció que evadía la pregunta. Él agregó que el día de la toma de posesión, si se observa con atención, también los ciudadanos pueden llegar a saber, con cierta claridad, qué clase de sexenio se avecina, qué clase de presidente tendrán.
¿Cómo es eso?, pregunté. Respondió que desde luego por el discurso, porque de entre todos los discursos ese, el primero, queda especialmente registrado. Ese discurso inicial suele estar cargado de señales.
Agregó que es posible intuir el sexenio también por lo que el nuevo presidente dice y hace. ¿Se apega, por ejemplo, al protocolo, o lo rompe? El ex presidente añadió que el sexenio puede leerse también en los hombres que acompañan al ungido. Recordó aquella frase de Newton que habla sobre los hombros de los gigantes: “Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”.
Dijo que había presidentes que preferían rodearse de gente más pequeña que ellos, y que los había también que no tenían problema en poner a su lado gente a la que sabían más grande.
Recordé que lo que primero que Vicente Fox hizo… fue visitar la Basílica para encomendarse a la Virgen de Guadalupe. Y que durante la toma de protesta había roto el protocolo para saludar a sus hijos.
Tiempo después vino la toma de posesión de Felipe Calderón. Los legisladores del PRD le gritaban “espurio”, el Congreso estaba en llamas. Se habían colocado cadenas y candados en los accesos al salón de sesiones. La consigna era que el panista no tomara posesión del cargo.
Calderón llegó 17 minutos tarde, entró por la puerta trasera, se colocó él mismo la banda presidencial y pronunció rápidamente la fórmula constitucional. Fue una ceremonia atropellada, cargada de paroxismo.
A la luz de la conversación con Salinas pude preguntarle a Felipe Calderón si había sabido algo de sí mismo el día en que tomó posesión. Le pregunté si era cierto que ese día un presidente se conoce a sí mismo.
Respondió que era posible que un presidente no se conociera nunca, pero que a la luz del bloqueo del Congreso, “en la práctica un intento de minigolpe de Estado”, se había mostrado a sí mismo el presidente que debía ser.
Hace seis años el priista Enrique Peña Nieto protestó como presidente de la República. Desde la mañana se registraban enfrentamientos en las calles entre policías y manifestantes. Los enfrentamientos entre los uniformados, diversos activistas, anarquistas, los jóvenes del #YoSoy132 y otras organizaciones sociales, ocurrieron en San Lázaro, Eje Central, Avenida Juárez y el exterior de Palacio Nacional.
Había ruido, gritos, petardos. También, gases lacrimógenos lanzados por la Policía Federal. Un ambiente de convulsión pocas veces visto se cernía sobre la ciudad. Andrés Manuel López Obrador llamaba a desconocer a Peña Nieto. Una violencia dirigida estallaba en las calles.
Dentro del recinto, con “¡Peña presidente!” y “¡México, México”, tronaban también los gritos que calificaban al priista de asesino. Se habían colocado maceteros de manera estratégica para que pudieran servir como barreras de contención: una empresa de mercadotecnia, especialista en montajes y quehacer mediático, había preparado lo que la prensa llamó “una ostentosa escenografía”.
Reviso los diarios del día. Es extraño. Registraron más los tuits que el nuevo presidente subió aquel día (“Rumbo al Palacio Legislativo de San Lázaro para rendir protesta como Presidente de México”, “servir a México representa el más alto honor de mi vida”, “hoy nos une México y la pasión de transformar a nuestro país”) que el discurso que pronunció.
No he podido preguntarle a Peña Nieto qué supo de sí mismo aquel día. Por lo pronto viene una nueva toma de protesta: una oportunidad, tal vez, para leer al presidente López Obrador, e intuir lo que será su sexenio.