Un par de sorprendentes dislates
De no ser porque los aludidos (alrededor de tres mil) tendrán que procesar y digerir la fulminante descalificación que les propinó la doctora Claudia Sheinbaum y cambiar de vida, la desaparición del Cuerpo de Granaderos tiene una estrujante dosis de hilaridad por tratarse de una demanda estudiantil de hace… ¡50 años!
Impensable que siquiera uno solo de los que aporrearon a estudiantes y profesores de la Vocacional Dos y la preparatoria Issac Ochoterena sigan en activo.
Así argumentó su innecesaria decisión:
“En cumplimiento a la demanda del movimiento del 68, he pedido al secretario de Seguridad Pública, Jesús Orta, la desaparición definitiva del Cuerpo de Granaderos. La policía está para cuidar al pueblo, no se requieren cuerpos para reprimirlo…”.
Con la excepción de dos o tres agresivos operativos en medio siglo, los granaderos han estado a la defensiva, tratando de esquivar cohetones, apedreos, garrotazos y hasta machetazos, inclusive algunos han sido convertidos en piras por bombas molotov.
Pocas veces han podido, sin sufrir bajas por traumatismos diversos, cumplir con una de las funciones tenidas como imprescindibles en cualquier ciudad del mundo: la de controlar multitudes violentas.
La medida, aunque no tiene proporción alguna, parece corresponder a lo sucedido con el Estado Mayor Presidencial, desaparecido por Andrés Manuel López Obrador quien, al escuchar a la nueva jefa de Gobierno anunciar lo de los granaderos, se puso de pie y se sumó al estruendoso aplauso de la mayoría morenista que conformó la audiencia de la protesta de ley.
También llama mucho la atención que para Sheinbaum “se restablece la democracia” con el inicio de su gestión. Entre sus invitados estaba el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas quien, de tomar en serio lo dicho por su anfitriona, tendría que explicar cómo llegó al gobierno de la capital del país en 1997. ¿Y fueron o no democráticas las elecciones que llevaron al mismo puesto al actual Presidente, a Marcelo Ebrard y a Miguel Ángel Mancera?
Sheinbaum es con toda probabilidad la persona de mayor confianza de López Obrador, y desde antes de asumir la Jefatura de Gobierno viene perfilándose como la más probable precandidata de Morena a la Presidencia para el próximo sexenio.
Sus innegables capacidades no admiten duda, por lo que desconcierta que recurra a medidas y declaraciones efectistas que nada significan para la administración pública.
Por explicable que sea el mimetismo que suscita el nuevo jefe del Poder Ejecutivo en sus seguidores, la señora tiene sus propios atributos y no tiene necesidad de interpretar la misma melodía que mucho tiene de invención del hilo negro; que alienta la esperanza de que todo será miel sobre hojuelas para los gobernados, cuando los problemas nacionales y sin duda los de Ciudad de México son complejos e imposibles de resolver en el breve lapso de seis años...