Adultos mayores para cargar los muebles que los diputados no quieren en sus oficinas y hasta varillas y rieles metálicos que van y vienen por San Lázaro en los días iniciales de la legislatura. Son cerca de 200 hombres y mujeres de la tercera edad, parte del sector que ha sido prioridad y base social fundamental de Andrés Manuel López Obrador; están en el Congreso de la Unión, en San Lázaro, para cargar, aunque fueron contratados para labores de limpieza básica.
Estas personas son parte de los 468 empleados a través de una empresa para trabajar en la Cámara de Diputados. Ganan 140 pesos al día y también deben transportar lockers y escritorios, tarea que muchos de ellos han realizado varios años, aparte de limpieza de baños, edificios, Cendis, calzadas interiores, biblioteca, escaleras, esculturas y mobiliario asociado.
Como es de esperarse en una población mayor, en ese universo de 200 empleados de edad avanzada hay quienes padecen problemas auditivos, visuales o reumas…
Son personas que ya habían cumplido con un ciclo laboral, pero el abandono familiar o la obligación de seguir aportando un ingreso a la casa, los hace reintegrarse en la nómina de una de las pocas empresas que los contrata a esa edad. La Ley de Adultos Mayores vigente habla de evitar la explotación o el acorralamiento económico de estas personas que viven el ciclo final de la vida.
María del Carmen es una de las trabajadoras que lleva rieles metálicos y tiene 60 años (la edad contemplada en la ley para ser considerado como parte del sector de adultos mayores); llegó a la Cámara de Diputados de 48, al ingresar como trabajadora de limpia por sugerencia de un conocido que sabía que ahí se necesitaba personal en el área de limpieza. Y aquí se convirtió en sexagenaria. Señala a Crónica que estos años ha sido testigo de algunos malos tratos. “A nadie nos gusta que nos griten y menos delante de los demás. Yo, y mis muchos compañeros los hemos vivido”, dice, la entrevistada una señora afable y tierna.
En un recorrido de este diario por el recinto, en los días en que se discutía y se aprobaba el Presupuesto de Egresos, se pudo platicar con trabajadores ancianos. Se abordó a quien llamaremos Jacinto; mientras cargaba despojos en el interior del recinto legislativo en un diablo. Cuando se le trata de ayudar, rechaza el apoyo y dice que si lo ven sus jefes lo pueden regañar. Su edad: 68 años. Es el primer indicio de lo que, según los testimonios recabados, pasa cotidianamente en San Lázaro.
María del Carmen, Jacinto, Gloria, Luz María expusieron que se agradece la oportunidad de contar con un salario, pero no sin dejar de señalar que las labores de limpia son distintas a cargar muebles y varillas, “muchos ya no estamos para esto”.
Entre ellos hay molestia este día porque su trabajo extra generó una gratificación que al final no llegó a sus manos.
Tuvieron aumento de sueldo, “lo que percibíamos eran 130 pesos diarios, pero ahora con 10 pesos a ver si no nos va peor”, expresa una de las trabajadora.
“Hay mucha gente de limpia que no es feliz, se les ve triste. Entre compañeros tenemos que levantarnos el ánimo”.
Otros trabajadores que aceptan platicar con este diario también piden que no se les identifique.
“Hace poco una señora se tuvo que subir al techo del Cendi a limpiar la azotea. La mujer se accidentó y aunque se le dio atención médica… Lo que quiero decir es que no estamos para hacer esas labores. Ella tendrá 68 años”.
Y otra situación. Si en el servicio del ISSSTE o IMSS, que nos tiene por jubilados, nos preguntan qué nos pasó, no podemos decir que fue por un accidente de trabajo. Así, nos dejan a nuestra suerte”.
El pasado viernes se dio a conocer que la licitación para prestar los servicios de limpia fue adjudicada a una de las 17 que participaron para obtener la concesión. Implica un contrato por más de 57 millones de pesos.
Los trabajadores de la tercera edad que llegan al servicio de limpia de la Cámara son enganchados por quienes ya trabajan allí; son pocas las empresas que los aceptan a esa edad.