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SERPIENTES Y ESCALERAS

Tiempos violentos
 
 

Las presiones para el gobierno estatal son muchas, derivan del problema de inseguridad, pero también de la falta de operación política del gobierno. Al ejecutivo se le está calentando demasiado rápido el ambiente social y eso no es bueno para nadie. Cuauhtémoc Blanco tiene que hacer política para mantener la gobernabilidad del estado.

 

A menos de cuatro meses de iniciada la administración estatal el panorama social y político de Morelos luce más complicado de lo que cualquiera pudiera haber advertido. La novatez política del equipo de gobierno se ha combinado con un acelerado deterioro de la seguridad y una absoluta falta de operación política en el gabinete. Cuauhtémoc Blanco tiene muchos frentes abiertos y debe comenzar a cerrarlos. El equipo que acompaña al jefe del ejecutivo tiene que gobernar haciendo política.

La historia que estamos viendo hoy en el estado ya se ha presentado varias veces y siempre concluye igual: cuando un gobierno se aísla de la sociedad, no hace política, no escucha, multiplica sus enemigos y no comunica, el fracaso viene como consecuencia. Cuauhtémoc Blanco es un gobernante recién desempacado, su administración apenas va tomando camino y necesita hacer un gran esfuerzo para encaminar toda la confianza ciudadana que ganó en las urnas.

Al jefe del ejecutivo le están poniendo muchas piedras en el camino: el congreso ha decidido combatirlo frontalmente y Morena se ha convertido en su más severo crítico; la alianza electoral que los unió hace unos meses ha desaparecido y en lugar de ello hoy vemos una relación distante que ha dado pie a desencuentros y ataques mutuos.

Es muy pronto para que su administración enfrente este tipo de problemas, sobre todo cuando no tiene oposición enfrente. Cuauhtémoc Blanco y la coalición Juntos Haremos Historia en Morelos arrasaron en las elecciones del 2018, se llevaron la mayoría de las posiciones en el congreso y en los municipios, así como el control del estado y el país. El PRI, el PRD y el PAN prácticamente desaparecieron del panorama político, junto con sus personajes más representativos.

Precisamente por eso es llamativo el acelerado deterioro del ambiente político y las fricciones que se han generado entre el gobierno estatal y quienes hasta hace poco eran sus aliados. El gobernador impulsó a Tania Valentina para la presidencia de la Junta Política del congreso local y apostó por Alfonso Sotelo para la Mesa Directiva y en ambos casos se equivocó; su falla era obvia, la historia de ambos personajes advertía que con ellos las cosas saldrían mal: la dama es profundamente corrupta y el ex alcalde es notoriamente limitado.

Para entender la descomposición del panorama político morelense hay que observar lo que está haciendo el gobierno estatal: al ejecutivo le falta interlocución con la sociedad, se encuentra alejado de la gente, de los actores políticos, de los líderes sociales, de la opinión pública y del sectores. El jefe de la oficina de la gubernatura también, con el agravante que se ha saturado de trabajo, no delega y está agotado física y mentalmente.

El gabinete de Cuauhtémoc Blanco le urge comenzar a hacer política, necesita operar con los otros poderes, con los partidos y con los grupos organizados; el mandatario también requiere de un ajuste drástico en su agenda, se le tiene que ver más, necesita dejarse tocar por la gente y hacerse sentir cercano a sus gobernados. La falta de oposición no durará mucho tiempo y los conflictos propios de la entidad pronto le pueden llevar a una crisis mayor si no replantea el camino.

Hoy el estado enfrenta serios problemas en materia de seguridad, la violencia ha alcanzado niveles que nunca antes habíamos visto en Morelos y la falta de comunicación sobre el tema provoca temor, enfado e incertidumbre. El conflicto se agrava porque de parte del gobierno no existe una explicación correcta de este fenómeno y enfrente comienza a crecer la idea de que el estado está rebasado.

Violencia y política son una combinación peligrosa para cualquier administración, los últimos cuatro gobiernos han cometido errores en ambos temas y las consecuencias han sido terribles para todo. En el primer punto las cosas son sumamente complicadas porque la solución no depende del ejecutivo, hay muchas variables que influyen y se trata de un asunto cuya solución no se verá en el corto plazo; lo segundo si está en manos del gobierno, se nutre de diálogo, de comunicación, de cabildeo y se sensibilidad.

Los tiempos que le tocan enfrentar al gobernador de Morelos son sumamente violentos, tanto en lo social como en lo político, Cuauhtémoc Blanco nunca se imaginó el tamaño de la inseguridad y lo poderosos que son los brazos de la delincuencia; en lo político el ex seleccionado nacional no puede continuar con la línea actual: distanciado de la ciudadanía y dialogando sólo con su equipo cercano.

La fama es importante para un gobernante, pero no es suficiente para mantener la gobernabilidad de un estado. Morelos está a un paso de perder la estabilidad y la ausencia política del jefe del ejecutivo y su equipo están dando pie al resurgimiento de personajes que apuestan por el fracaso de esta administración.

O el gobierno de Cuauhtémoc Blanco comienza a hacer política y a comunicar mejor o pronto estará en un serio problema de ingobernabilidad.

·         posdata

Los legisladores del G15 apostaron por el enfrentamiento con el gobernador a sugerencia de tres diputados: Tania Valentina, José Casas y Ana Guevara. Los argumentos para ir a esta batalla fueron la lucha por la independencia del parlamento y el beneficio económico de cada uno de los diputados. Lo segundo movió a casi todos, incluyendo a aquellos que durante meses enarbolaron el discurso de honestidad y transparencia de López Obrador.

El problema para el G15 es que aunque tienen los votos suficientes para enfrentar al gobernador en la cámara, la ambición les ganó: los diputados pudieron modificar el presupuesto enviado por el gobernador, ajustarlo en aquellos puntos que consideraban importantes y negarle el aumento a la oficina del jefe de la gubernatura, si no hubiesen aprobado también un aumento de 100 millones de pesos a su presupuesto, una partida de 10 millones de pesos a la fundación de Tania Valentina y 300 millones de pesos más para un fondo obras. Ahí perdieron.

Desde la legislatura 52 que manejaron al alimón Lucía Meza y Javier Bolaños el Congreso de Morelos tiene ocultos en su presupuesto más de 100 millones de pesos que sirven para operación política de los legisladores. Ese dinero ahí sigue y lo saben los integrantes de la 54 legislatura, con la diferencia que ahora son 10 diputados menos.

Fue la ambición lo que hizo fracasar el golpe del congreso al gobernador y es ese punto el que romperá al G15. Los excesos cometidos en el paquete económico expusieron públicamente las ambiciones de los diputados y colocaron en el ojo del huracán a Morena cuando el congreso de Morelos apareció a nivel nacional como uno de los parlamentos más caros del país, en contrasentido de la propuesta de austeridad del presidente de la república.

La batalla entre el congreso y el ejecutivo no ha concluido, pero ahora el panorama ya no es el mismo: el parlamento fue presa de sus propios errores, no tiene una buena estrategia de comunicación y perdió la batalla de la percepción. La embestida pública que sufren todos sus integrantes es comparable a la que hace unos años vivieron los legisladores del congreso 53 y el desprestigio que esto puede causarles podría ser determinante en la carrera política de cada uno de ellos.

Los congresos tienen mala reputación pública, los diputados son los políticos peor calificados y en el caso de Morelos, por los antecedentes inmediatos, el respeto hacia el poder legislativo es prácticamente nulo.

Esta primera batalla la perdieron los legisladores y el costo social que pagará cada uno de ellos por haber actuado en función del interés económico de tres diputados es muy alto.

Veremos si las cosas se recomponen o nuevamente los poderes se meten a otro pleito político.

·         nota

La propuesta más importante de la campaña de este gobierno, la única, se está diluyendo. La promesa de llevar a juicio a los culpables del quebranto financiero del estado se ha convertido en letra muerta porque quienes acompañan al ejecutivo no han tenido la capacidad de armar un buen expediente.

El tema de combate a la corrupción ha pasado a segundo término en la narrativa del estado, hoy ya no se habla de las corruptelas de Graco Ramírez y su familia, sino del pleito entre el gobernador y los diputados, el gobernador y el alcalde de Cuernavaca, el gobernador y Morena.

Cuauhtémoc Blanco escuchó de voz de varios de sus acompañantes que el ex gobernador perredista fue un pillo, varios de ellos le dijeron que tenían pruebas suficientes para encarcelarlo y la capacidad de armar los expedientes necesarios para procesarlo. Hasta ahora no han hecho nada.

La ausencia del discurso anti corrupción abre la puerta a una nueva pregunta: ¿Hacia dónde va este gobierno? Si Cuauhtémoc Blanco no será capaz de procesar a los ladrones del gobierno pasado ¿Qué debemos esperar de su gobierno?

Varias veces a lo largo de los últimos meses escuchamos de voz del mandatario y de quienes están cerca de él que habría justicia, que se acabaría con la corrupción y no quedaría impune el saqueo. A menos de cuatro meses de gobierno todavía no se ve nada, ninguna denuncia procede, ningún personaje ha sido llamado a cuentas y por el contrario, varios operadores de la administración anterior han sido reubicados en mejores posiciones.

El problema en este tema no es la falta de disposición del ejecutivo para actuar en contra de quienes lastimaron el patrimonio del estado, es la incapacidad de funcionarios que se acostumbraron a la denuncia pública en redes sociales, pero son incapaces de armar un expediente técnico y jurídico que pueda presentarse ante una autoridad.

Si Cuauhtémoc Blanco fracasa en su promesa de meter a la cárcel a los ladrones, es imposible que logre salir adelante en un estado en donde la gente exige justicia.

El gobernador tiene que revisar la capacidad profesional de sus colaboradores.

·         post it

La pregunta es clave ¿Con quién habla el gobernador?

A partir de esta respuesta se pueden entender muchas de las cosas que pasan en el gobierno estatal.

Diálogo y acercamiento con la gente son urgentes para el ejecutivo, el mandatario necesita sentirse en el estado, requiere mantener vivo el apoyo popular y no estar sujeto a las interpretaciones que hasta hoy se dan de su personalidad y estilo de ejercer el gobierno.

·         redes sociales

Y mientras el discurso anti corrupción del nuevo gobierno se diluye, comienzan a surgir historias de funcionarios actuales que piden moches a cambio de contratos de obras en el sector educativo.

A nadie debe sorprender este tipo de situaciones, basta ver los antecedentes de los funcionarios para darse cuenta que la cabra siempre tira al monte.

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