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SERPIENTES Y ESCALERAS

La descomposición social y política en Morelos es evidente y su origen está ligado en buena medida a las pasiones y fobias del titular del ejecutivo. Nunca antes como hoy las instituciones del estado estuvieron tan vinculadas a la personalidad de su titular.

 

No me queda claro cuándo Graco Ramírez inició los embates contra la UAEM y contra su titular, como tampoco se en qué momento se desarrolló tanto odio del tabasqueño contra la gente de Morelos. Una cosa es clara: los rencores del perredista son profundos, rayan en la patología, han puesto a su administración al borde del abismo y cuestan mucho a la entidad. El problema no es sólo el estado mental del jefe del ejecutivo, lo más grave es que en esa línea de ataque mueve a muchas instituciones de Morelos.

No tengo claridad, insisto, sobre las razones que mueven a Graco Ramírez a odiar tanto al estado que gobierna. Morelos ha sido generoso con el tabasqueño, le abrió los brazos hace años, allá por 1994 cuando llegó a la entidad de la mano del gobernador Jorge Carrillo Olea, a quien posteriormente combatió desde la oposición. Al principio Graco era amigo de Carrillo y con su ayuda, incluso, grabó algunos programas pilotos de una serie de televisión que tendría en el Canal 3. Algo paso después.

Morelos le ha dado mucho a Ramírez: los espacios alcanzados de manera plurinominal en la federación fueron por la circunscripción a la que pertenece Morelos, la senaduría fue en representación de esta tierra y la dirigencia estatal perredista que tuvo, por supuesto fue aquí. El ascenso político de Graco Ramírez no puede entenderse sin Morelos: Tabasco, su tierra natal, lo expulsó desde muy joven y fue en esta entidad donde el tabasqueño encontró cobijo personal y fortuna económica.

Las luchas contra gobernadores en Morelos fueron el camino que eligió Graco para posicionarse. A Carrillo Olea le combatió con furia, lo mismo que a Sergio Estrada Cajigal; con Marco Adame el perredista modificó la estrategia: dejó de ser virulento para convertirse en aliado del mandatario, porque el gobierno panista de Morelos le financiaba muchas cosas, porque negoció muchos millones de pesos con Felipe Calderón a cambio de apoyar la reforma energética y porque sus asesores le cambiaron la estrategia: para ser gobernador debía ser menos peleonero, estar menos gordo y parecer menos viejo. Lo hizo.

Graco ganó la gubernatura en el 2012 y a pesar de que ese fue su sueño durante más de dos décadas, en cuatro años de gestión el tabasqueño ha disfrutado muy poco del cargo; por el contrario: cada día se nota más enojado, se vuelve más irritable, luce más acabado y destila más odio. Su sueño se volvió pesadilla.

Lo que evidencia hoy el mandatario es un profundo desprecio por el estado y por su gente; a Graco no le gusta estar aquí, aprovecha cualquier pretexto para irse del estado, pernocta varias noches de la semana en su departamento de Polanco y constantemente él y su esposa tienen expresiones de burla hacia los morelenses: “los nacos de Morelos, esos pinches indios bicicleteros, prietos que no tienen cultura, pueblerinos que no aprecian las cosas que hacemos por ellos, esa pinche gente que nomás se queja…”

Pero el problema no es sólo la incomodidad y el disgusto que al gobernador le causan los morelenses; lo de fondo, lo más grave, es que contra ellos el gobernador y su familia están descargando sus frustraciones y sus traumas personales. El mal temperamento del mandatario es evidente, las historias sobre sus arranques coléricos son muchas y los propios secretarios se encargan de compartirlas. En el gobierno de Morelos el jefe es Graco, pero quien manda es Elena.

Los enfados de la familia gubernamental han traspasado la frontera personal y se volvieron institucionales, las animadversiones de Graco se transformaron en acciones de gobierno y se convirtieron en batallas oficiales con recursos públicos. Eso es, por ejemplo, lo que pasa hoy con la UAEM.

Ya no hablamos de la incapacidad manifiesta del tabasqueño para sacar adelante el encargo constitucional que tiene, sino de la actuación enfermiza contra todo lo que piense diferente, opine diferente o sea diferente. La inclusión, apertura y tolerancia que presume el gobierno de Graco Ramírez sólo es en materia sexual; fuera de ello todo lo que no se someta a sus ideas o peor, que critique su manera de actuar, es perseguido, atacado y eventualmente aniquilado.

En esta carrera enfermiza hay otras instituciones que se han sumado a la voluntad gubernamental: la persecución de que es objeto la universidad tiene que ver con la postura crítica de su titular, por el respaldo institucional a las víctimas de la violencia y su exigencia en las fosas de Tetelcingo. Pero por mucho que se quiera hacer ver mal al rector en esta postura, a pesar de que en algún momento pudieran probarle algunas de las muchas acusaciones que han hecho en su contra, nunca podrá equipararse la capacidad profesional, calidad moral y actitud personal de Alejandro Vera con la de Graco Ramírez.

Veámoslo así: hoy el odio del gobernador está puesto en la figura del rector de la universidad, pero también se ha colocado en los hombros del Obispo de Cuernavaca, de varios comunicadores, de algunos legisladores locales y federales, en diversos empresarios, muchos activistas sociales, académicos, profesionistas, ciudadanos y un sinfín de tuiteros. Es más fácil encontrar a quien no odia Graco (posiblemente Elena y Rodrigo), que enumerar a todos con los que se ha peleado el gobernador.

Hay algunos personajes de la vida pública que aprovechan esta circunstancia y sacan provecho de los arranques hormonales del mandatario, pero olvidan que este desprecio es patológico, que en otro tiempo a ellos fue a quienes odió y que en cualquier momento, cuando le dejen de ser útiles, los volverá a despreciar.

No perdamos de vista algo: lo que mueve al gobierno de Graco Ramírez es la intolerancia y el odio que surge de su familia.

·         posdata

El PAN aprovechó en Veracruz el desgaste social de Javier Duarte para ganar la elección, incluso con un mal candidato. El desprecio social al regordete político priísta volvió imposible que el PRI mantuviera el control político de esa entidad, a pesar de los miles de millones de pesos invertidos para tal efecto.

Esa fórmula funcionó en Veracruz, pero también en otras entidades donde los gobernantes se confrontaron con la sociedad y sus instituciones. El PAN fue el vehículo que utilizó el ciudadano para darle la espalda al PRI, pero ese mismo método puede aplicar en otra entidades con gobiernos desastrosos, como el de Morelos.

Recordemos que la sociedad morelense ya dio la espalda a Graco en las elecciones pasadas: su delfín Jorge Messeguer no pudo ganar la capital a pesar de que tuvo todo para lograrlo. La debacle del PRD no fue mayor porque el PRI y el PAN no tuvieron la capacidad ni la visión para enfrentar la elección con inteligencia; se pelearon entre sí, confundieron el escenario y se equivocaron.

Pero la política, como el fútbol, da revanchas. En el 2018 los partidos volverán a competir y en ese escenario tendrán de nueva cuenta la posibilidad de ganar; Morelos es un bombón político para quienes entiendan el escenario y aprovechen el enorme desprestigio de Graco Ramírez. La fórmula está probada y funciona, la utilizó el PAN en otros estados, pero en Morelos la puede utilizar el PRI como oposición.

Mi voto es para quien prometa encarcelar a Graco y a su familia.

·         nota

Tetelcingo ¿Otro crimen de estado? Escribe Javier Sicilia en Proceso. esto es parte de lo que publica el líder moral del movimiento por la paz:

“Durante las protestas por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, hubo una frase que corrió a lo largo y ancho del país y que señalaba con toda claridad al actor fundamental de la violencia que vivimos: “Fue el Estado”. Las investigaciones del Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales (GIEI) y los ataques a sus miembros, que concluyeron con su salida del país, no hicieron otra cosa que confirmarlo.

Recientemente el hallazgo de las fosas clandestinas de Tetelcingo, en el municipio de Cuautla, Morelos, donde la Fiscalía del estado enterró como basura 150 cuerpos, vuelve a poner en el centro de la violencia al Estado.

El hecho es ya en sí mismo acusatorio. Lo es más todavía porque el propio gobierno de Morelos que, bajo presión de las víctimas y de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), ha tenido que abrirlas y exhumar los cuerpos para su identificación, alega que es una práctica común de todas las fiscalías del país.

Si en condiciones de paz una práctica de esa naturaleza es ya en sí misma un crimen de Estado –ahora sabemos dónde la delincuencia aprendió a cavar fosas clandestinas como forma de desaparecer cuerpos–, en una época de violencia, como la que vivimos, llega a frisar los territorios de los crímenes de lesa humanidad. Un Estado que cava fosas clandestinas es un Estado que se ha convertido en sepulturero del crimen.

Lo más grave del hecho es que los responsables de esta atrocidad, que tienen nombre y apellido, como lo señaló Cuauh­témoc Cárdenas en su visita a las fosas, se encuentran impunes. En primer lugar, el gobernador Graco Ramírez, que permanece en su puesto; en segundo lugar, el exfiscal Rodrigo Dorantes, que ahora es delegado de la Procuraduría General de la República (PGR) en Durango. ¿Por qué –le pregunto a Agustín Basave– el PRD continúa protegiendo al gobernador? ¿Va a permitir que, con esos crímenes y el repudio de la población morelense, permanezca en el poder? ¿Ocultará su responsabilidad en estos delitos como ha ocultado la responsabilidad del exgobernador Ángel Aguirre en los de Ayotzinapa? ¿Por qué –le pregunto a la procuradora Arely Gómez– sigue manteniendo en la delegación de la PGR en Durango a Rodrigo Dorantes y no se le fincan responsabilidades penales por su participación en las fosas clandestinas de Tetelcingo? ¿Por qué –le pregunto al secretario Osorio Chong– no ha llamado a cuentas al gobernador morelense y guarda ante el tema de Tetelcingo un silencio cómplice? Sobre todo cuando el tema de las fosas se enmarca en un contexto de violencia que coloca a Morelos con uno de los rangos más altos en delitos…

Permitir que el gobernador de Morelos, al igual que el de Veracruz, Javier Duarte, continúen en el poder y que Rodrigo Dorantes siga al frente de la delegación de la PGR en Durango, y no llamarlos a cuentas, es afirmar inequívocamente que la violencia, las desapariciones, las fosas clandestinas son un práctica del Estado, un pacto de impunidad entre éste y el crimen organizado, una nueva forma en la que el totalitarismo se expresa y que debemos combatir centímetro a centímetro como lo están haciendo en las fosas clandestinas de Tetelcingo las organizaciones de víctimas con apoyo de lo que aún queda sano en el Estado: los equipos forenses de la UAEM, de la PGR, de la Comisión Nacional de Seguridad (CNS) y el acompañamiento de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV).

Hay aún partes sanas en el Estado que podrían enderezar la acusación que pesa sobre él. ¿Serán capaces de llevar el asunto de Tetelcingo hasta el final y hacerlo en cada parte de la República? That is the question.

·         post it

Las baterías de la comunidad universitaria están enfocadas hacia el gobernador, pero también hacia el congreso. La aparente suma de fuerzas entre poderes legislativo y ejecutivo han puesto en alerta a la UAEM y a su titular, de ahí la reacción de los universitarios en las últimas semanas.

No todos los legisladores parecen estar de acuerdo con el rumbo que ha tomado la cámara; algunos, incluso, piensan que es un error ponerse del lado del gobernador en una batalla que será muy dura para el estado y con costos políticos muy altos para los 30 integrantes del parlamento. Pero no dicen nada y el problema sigue creciendo.

Ninguna de las partes, ni el ejecutivo, ni el legislativo, ni la universidad ha mostrado un poco de prudencia para evitar un choque de trenes. Este duelo político tendrá costos sociales muy altos para todos.

·         redes sociales

De la mano de Jorge Arizmendi y varios rectores de universidades privadas, el gobernador presentó un programa denominado Un Lugar Para Ti, cuyo objetivo es abrir espacios de estudio para jóvenes que quieren seguir sus estudios de nivel superior.

La reunión fue ampliamente promocionada entre los miles de seguidores falsos del gobernador, destacando que lo suyo, lo suyo, era apoyar a los universitarios (legalizar la mota y hacer negocio con la amapola).

La idea y la reunión son buenas, sólo que en ella faltó un personaje: el rector de nuestra máxima casa de estudios.

¿No lo invitaron o no quiso ir?

Es espléndido el esfuerzo de los empresarios de educación por abrir sus espacios a los jóvenes (al fin y al cabo ese es su negocio); del gobernador habría que esperar que fortalezca las instituciones públicas y deje de perseguir y atacar a la UAEM.

Obvio: esto último sólo es un buen (e imposible) deseo.

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