Dos veces ya renunció
El estilo hiperpresidencialista de Andrés Manuel López Obrador le ayuda a controlar el mensaje, pero causa tensiones y fatigas dentro y fuera de su gobierno. Son varios de sus colaboradores más cercanos que expresan en privado el desgaste de estar de madrugada, todos los días en Palacio Nacional, ajustando con el Presidente lo que tienen programado anunciar. Sus conferencias de prensa matutinas las ha convertido también en la comparecencia pública de sus funcionarios, mostrando la mayoría de las veces sus limitaciones, carencias o agotamiento. También los coloca en ridículo, haciendo ver a miembros de su gabinete como personas mal informadas o como floreros.
Ayer precisamente se dio uno de esos momentos, donde López Obrador descalificó a su secretaria de Energía, Rocío Nahle, quien dijo que iban a utilizar el método del fracking en la producción de petróleo. Eso no se hará, aseguró, dejándola una vez más en ridículo. La secretaria de Energía es a quien más ha enmendado las cosas en público, pero no tendrá consecuencias futuras. Nahle tiene una fuerte coraza frente a cualquier descolón o situación embarazosa. Será secretaria hasta que el Presidente lo decida. No era nadie antes de conocerlo, no sería nada sin él.
No es el caso de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, una de las colaboradoras del Presidente que más ha resentido su estilo de gobernar y la forma en como utiliza canales de comunicación y acción sin apegarse a las líneas de mando. La secretaria es a quien probablemente más han golpeado las desmañanadas, al tener que estar siempre en Palacio Nacional como parte del gabinete de seguridad que sesiona diariamente, que ha llevado a que en más de una ocasión haya estado al punto del colapso por agotamiento físico. La colocación de sillas en el templete de las conferencias se origina en lo duro que estaba pasándola de pie durante más de una hora, pese a que en ocasiones salía del escenario para que pudiera descansar fuera del ojo público.
Poca gente se daba cuenta de sus ausencias porque, casi siempre, es irrelevante si está o no está acompañando al Presidente. La conferencia del lunes, donde el Presidente dio a conocer el Plan de Implementación de la Ley General en Materia de Desaparición Forzada, fue el último ejemplo. Sánchez Cordero estuvo presente en la conferencia, pero prácticamente fue de ornato. Por decisión de López Obrador, quien hizo la exposición y respondió preguntas de periodistas y activistas fue el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas. Sin decir palabra alguna, Sánchez Cordero, cabeza del sector de Gobernación, estaba desempoderada.
Su relación profesional con López Obrador ha sido complicada, no por el trato personal con él, sino por el profesional. Durante la transición, López Obrador dejó de responderle sus mensajes telefónicos porque decía a sus cercanos que no terminaba de concretar lo que le pedía, y en el diseño del nuevo gobierno se inclinó por Alfonso Durazo, que desmanteló Gobernación para sumar las tareas de inteligencia y protección civil a la Secretaría de Seguridad Pública. El Presidente dice que esa Gobernación se encarga de la relación con los poderes pero, en la práctica, también ha sido desplazada.
La operación política para la elección del presidente de la Corte, así como el relevo de la presidenta en el Tribunal Electoral, que están en su ámbito, la hizo Julio Scherer, consejero jurídico de la Presidencia. En la relación política con la oposición también la han avasallado. Por ejemplo, el compromiso de que la gubernatura de Puebla, tras la muerte de la gobernadora Martha Erika Alonso, el 24 de diciembre, sería para los panistas, ha sido dinamitado por la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, y el excandidato al gobierno poblano, Miguel Barbosa, que ignoraron el acuerdo político de Sánchez Cordero con el PAN y están operando en sentido contrario para que la victoria en la elección que se programará la gane Barbosa.
Sánchez Cordero se dio cuenta hace tiempo del papel que está jugando y en dos ocasiones, según funcionarios federales, le ha presentado su renuncia al Presidente. No se conocen los detalles que le planteó la secretaria a López Obrador, pero los funcionarios dijeron que su molestia está en el campo de lo profesional y la ausencia de poder real como responsable de la gobernación. El Presidente rechazó en ambas ocasiones la renuncia. Es natural. Una renuncia a dos meses de iniciado el gobierno mostraría rupturas y crisis interna, lastimando también el estilo personal de gobernar de López Obrador.
Las renuncias están siendo un síntoma del crujir del modelo hiperpresidencialista, pero López Obrador no va a cambiar. El argumento en Palacio Nacional es que si como jefe de Gobierno en la Ciudad de México fue un éxito esa forma de gobernar, por qué no lo sería ahora. Esa dialéctica llevó al presidente Enrique Peña Nieto al barranco. Toluca no era México; la capital federal, tampoco. Valdría la pena no caer en silogismos.
Nota: Lauren Sambrotto, jefa de la Unidad de Relación con Medios de Barclays, envió una clarificación por la columna “Lo que nos costó el road show”, publicada el 31 de enero, donde se mencionó que Barclays había organizado los encuentros con inversionistas en Nueva York para la Secretaría de Hacienda y Pemex, tras lo cual envió un reporte a sus clientes criticando las políticas financieras y energéticas del gobierno. La señorita Sambrotto, si bien reconoció el papel de Barclays en la organización del encuentro, precisó que es factualmente incorrecto establecer una relación entre su oficina de consultoría y de investigación, que por requerimientos internacionales y locales operan por separado y en forma independientes.