El grupo de mujeres trabajadoras mejor pagadas en el país se redujo durante los últimos dos sexenios, mientras que el que percibe bajos salarios aumentó, de acuerdo con los datos trimestrales de la Encuesta nacional de ocupación y empleo del Inegi.
El número de la población femenina ocupada que percibe más de cinco salarios mínimos (más de 13 mil 254 pesos al mes) cerró en 725 mil 615 al cierre del sexenio de Enrique Peña Nieto, cifra que apenas representó 3.5% de las 20.9 millones de mujeres empleadas en el país.
En los últimos dos sexenios, el número de trabajadoras mejor pagadas era mucho mayor. Al concluir el mandato de Felipe Calderón, el grupo de mujeres que percibían cinco o más salarios mínimos eran casi 1.2 millones, equivalentes a 6.4% de la población femenina ocupada, mientras que al finalizar la administración de Vicente Fox, el conjunto de empleadas era de poco más de 1.4 millones, es decir, 8.8% del total.
El director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico, José Luis de la Cruz, dijo que estructuralmente la economía mexicana y el mercado laboral del país registran una tendencia de precarización salarial, en el cual están desapareciendo las oportunidades de empleo bien pagados.
“A lo anterior se suma el hecho de que las condiciones de desigualdad de género en el país hacen que las oportunidades laborales mejor pagadas se den a los hombres”, destacó.
Añadió que los procesos de contratación, de formación académica, de capacitación y las propias condicionantes sociales han propiciado que la mujer no cuente con las condiciones de equidad para aspirar y ocupar puestos de dirección, lo que reduce las posibilidades de acceder a mejores remuneraciones laborales.
Y hay más con bajo ingreso. El grupo de trabajadoras con un salario de hasta dos salarios mínimos, es decir, 6 mil 243 pesos al mes en el mejor de los casos, creció en años recientes hasta llegar a 10.7 millones de mujeres al cierre de 2018, representando poco más de la mitad (51.4%) del total de la población femenina ocupada.
Un sexenio antes sólo eran 8.3 millones (44.6%) y con Vicente Fox 6.9 millones (41.8%).
“Actualmente, las oportunidades laborales en general se dan con mayor frecuencia en empleos de bajo salario. En muchas ocasiones son puestos de medio tiempo que ocupan las mujeres debido a sus compromisos con el cuidado de la casa y la familia, además de que la mayor parte se ubican en el sector servicios, en restaurantes u oficinas, donde los requerimientos de valor agregado son mínimos”, comentó José Luis de la Cruz.
El caso de los hombres. Esta tendencia a la precarización salarial también afecta a la población masculina. Del cuarto trimestre de 2006 al de 2012, el número de trabajadores que percibían más de cinco mínimos pasó de 3.8 a 2.7 millones de personas, con lo que su participación se redujo de 13.8% a 9% del total.
Al cierre del sexenio pasado, este grupo de trabajadores mejor pagados sumó apenas 1.7 millones de personas, para representar apenas 5.2% del total de la población masculina ocupada durante el cuarto trimestre
del año pasado.
De igual forma que con las mujeres, en el caso de los hombres ha venido aumentando en los últimos 12 años el grupo de trabajadores que perciben bajos ingresos de hasta dos salarios mínimos, para llegar a 12.9 millones de trabajadores al cierre del año pasado, 38.9% del total de la población masculina empleada.
La cifra es superior a los 9.3 millones reportados al término de 2012, con una participación de 30.8%, y mayor a los 7.9 millones existentes en el cuarto trimestre de 2006, con una tasa de 28.6%.
“Lo que se necesita para mejorar la situación laboral de mujeres y hombres en el país es un crecimiento económico con mayor valor agregado para generar oportunidades de empleo con salarios más atractivos”, advirtió el especialista.
En el caso específico de las trabajadoras, es necesario que socialmente se cambien los paradigmas que limitan su participación en actividades productivas mejor remuneradas, por ejemplo, fomentando la contribución del hombre en el cuidado de la familia y el hogar, así como una mayor apertura, de tal forma que las oportunidades estén en función de las capacidades y no del género, concluyó José Luis de la Cruz.