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SERPIENTES Y ESCALERAS

Los problemas de Morelos

 
 

Hay razones de sobra para entender lo que está sucediendo hoy en Morelos; lo que vivimos no es casualidad, ni producto de la coyuntura. Para que el futuro sea diferente, necesitamos hacer las cosas de forma distinta.

 

Morelos enfrenta varios problemas recientes y heredados; desde hace años los ciudadanos de la entidad se encuentran en una especie de marasmo como consecuencia de conflictos que afectan directamente su forma de vida. No hablo de las complicaciones políticas que enfadan a la gente, sino de los obstáculos que derivado de ello trastocan la integridad de las familias. El problema es mayor y debe entenderlo el gobierno para poder solucionarlo.

Los morelenses hemos sido pasivos observadores del deterioro de nuestro estilo de vida y de manera frecuente perdemos la memoria de lo que nos ha sucedido, por ello nos condenamos a que la historia se repita cada seis años. Salvo algunos grupos que se han organizado para alzar la voz y mucha gente que opina en las redes sociales (pero no actúa más allá del ciberespacio), lo que hay en nuestra entidad es una sociedad pasiva que observa y se enoja de las cosas que ocurren, pero aguanta los golpes sexenio tras sexenio.

La situación han ido tan mal en los últimos años que cada vez que termina un periodo de gobierno (estatal, municipal o legislativo) calificamos de “lo peor” a los funcionarios y servidores públicos que se van, con la conciencia clara de que quienes llegarán serán peores.

Hoy, por ejemplo, estamos frente a un escenario oscuro derivado de un descuido mayúsculo en la administración de las finanzas públicas y un abuso claro del poder gubernamental. La inseguridad que agobia a todos los sectores de la población no son de ninguna forma producto de la casualidad, tiene un origen muy claro: una mala estrategia para combatir la inseguridad, vínculos gubernamentales con grupos delictivos, protección a capos de la droga y un manejo totalmente mercantil del dinero destinado para la seguridad del estado.

El saldo de la estrategia de seguridad pública es terrible y no sólo se contabiliza en dinero, se mide en vidas humanas, éxodo de familias, cierre de negocios y pérdida de empleos. El fracaso de las últimas administraciones en materia de prevención y combate del delito ha modificado de manera sustancial el modo de vida de los morelenses: la tierra de la eterna primavera dejó de ser desde hace casi dos décadas el lugar apacible para vivir y atractivo para invertir; la gente vive con miedo y los inversionistas piensan dos veces antes de poner su dinero en un lugar donde hasta los alcaldes son extorsionados por la delincuencia.

Y si hablamos del manejo económico del estado nos damos cuenta que las cosas son igual de graves: los últimos tres gobernadores han sido personajes ocurrentes y corruptos, sin la visión social de lo que necesitaba el estado, superados por las ambiciones de sus familias y comprometidos principalmente con su bolsillo. Sergio Estrada, Marco Adame y Graco Ramírez manejaron las finanza como si se tratara de su cuenta personal, hicieron del erario un negocio familiar y sentaron las bases de la enorme corrupción que hoy nos agobia. Además de coludirse con la delincuencia, esos tres sujetos se robaron cínicamente el dinero del estado, hasta el que correspondía a la atención de las víctimas del sismo.

Todo esto ha pasado frente a los ojos de los ciudadanos y a pesar de que causa molestia mediática, a la vuelta de algún tiempo (poco tiempo) elegimos un nuevo enemigo público y nos olvidamos de los crímenes pasados.

En el 2006 Sergio Estrada se fue en medio de rechiflas y acusaciones por vínculos institucionales y personales con narcotraficantes, señalado por actos de represión y haber tenido en su equipo cercano a un policía torturador, quien por cierto en ese momento ya estaba detenido en una cárcel federal.

En el 2012 Marco Adame entregó el poder a un gobernador de otro partido luego de una derrota electoral estrepitosa que fue consecuencia de sus malos manejos económicos, los escándalos de sus familias, su falta de carácter y por supuesto los graves señalamientos de brindar protección al cártel de los Beltrán Leyva. Al dejar el cargo el secretario de seguridad del médico también estaba tras las rejas.

Hace unos meses Graco Ramírez no fue capaz siquiera de acudir a la ceremonia oficial de entrega recepción; el perredista tuvo el peor final que un gobernador haya tenido en Morelos en toda su historia, dejó el poder con la peor calificación de todos los gobernadores del país y un índice de rechazo social en la entidad como nunca antes habíamos visto. Su hijastro compitió y perdió en la elección y su gobierno heredó una deuda acumulada que ronda en los 10 mil millones de pesos, sin contar el manejo fraudulento de más de 14 mil millones de pesos destinados por la federación y el estado a la atención de las víctimas del sismo. Nunca antes en Morelos tuvimos un gobierno tan malo y corrupto como el del PRD.

Esas son las bases que tenemos hoy en Morelos y la razón de muchos de los problemas que vivimos. En la nueva administración también comienzan a verse problemas, a cuatro meses de gestión ya hay focos rojos en varios sectores y muchos de ellos son producto del desconocimiento y la falta de operación política de las nuevas autoridades. El discurso de echar culpas al pasado está perdiendo peso en la opinión pública porque en el régimen actual el gobierno se ha alejado de la gente y de sus necesidades.

Si queremos que las cosas mejoren, lo primero que tendríamos que tener todos es memoria: los ciudadanos para no olvidar el pasado y comprender el presente, para que no nos vendan espejitos y salgamos de la pasividad en la que hemos caído desde hace tiempo. Si no hay una sociedad que escuche, que demande sus derechos, que haga valer la justicia y exija resultados, es imposible que las cosas cambien.

Para el gobierno también es fundamental tener memoria: deben conocer lo que ha pasado, entender al pueblo, identificar plenamente los problemas y salirse de la burbuja en la que se encuentran. Morelos nunca ha sido un estado fácil de gobernar y para que la nueva administración no se descarrile tienen que cambiar la historia, hacer cosas diferentes y cumplir con sus promesas.

Si queremos un resultado diferente, todos debemos hacer las cosas de forma distinta.

  • posdata

Desde hace tiempo el jefe de la oficina de la gubernatura está en el ojo del huracán; al hombre fuerte del gobierno estatal lo observan y lo miden desde varios lados: desde Morena en México, desde el Congreso local, desde los partidos políticos, desde el gabinete, en la oposición y en la opinión pública.

José Manuel Sanz es sin duda una pieza clave del gobernador Cuauhtémoc Blanco, es su amigo, su consejero, su representante profesional, la figura paterna que a lo largo de muchos años lo ha acompañado en su vida pública y privada.

Como segundo de abordo en el gobierno de Morelos José Manuel Sanz ha asumido un papel preponderante, es quien lleva las riendas del gabinete y el que decide muchas cosas; a él se le consulta, se le toma opinión y se le pide permiso para la mayoría de las cosas que tienen que ver con el funcionamiento del Ejecutivo.

Pero la sobre exposición de Sanz también le ha acarreado un rápido y muy alto desgaste político y social; en medio de una serie de problemas que agobian al estado en materia de seguridad, de política interna, de insolvencia económica y hasta de percepción, al jefe de la gubernatura le cargan todos los males, lo acusan de todo y le responsabilizan de cada cosa mala que ocurre en la entidad.

El desgaste de José Manuel Sanz como funcionario del gobierno es inusual y no terminará bien; el jefe de la gubernatura está sobreexpuesto, lo están estigmatizando y colocando como el enemigo a vencer dentro y fuera del gobierno.

El hombre fuerte de Cuauhtémoc Blanco tiene que ser prudente y entender que hay demasiados frentes abiertos en su contra, necesita cambiar de estilo, ajustar la estrategia y pasar de ser el malo de la película, al conciliador que hace falta en todos los gobiernos. Su influencia con el gobernador le permite asumir el rol que desee y esa debiera ser el camino de Sanz para transformarse en el conductor de un proyecto político triunfador en Morelos.

El ambiente social en Morelos se ha calentado muy rápido y el ejecutivo necesita ponerle hielos a muchos temas; el jefe de la gubernatura debe darse cuenta y actuar en consecuencia. Nadie duda de la influencia de José Manuel Sanz en Cuauhtémoc Blanco, lo que falta ahora es hacer política para que el estado salga delante de tantos conflictos.

Prudencia, es el nombre del juego. Operación política, la clave.

  • nota

El gobernador Cuauhtémoc Blanco presentó la semana pasada la primera denuncia de hechos en contra del ex gobernador Graco Ramírez, su esposa, su hijastro y un notario muy amigo de la familia. La querella es por evasión fiscal, operación con recursos de procedencia ilícita y defraudación.

Lo hecho por Graco Ramírez en el gobierno anterior marca un antes y un después en Morelos, nunca antes en la historia local un gobernador robó tanto y de manera tan descarada; las consecuencias de sus actos están a la vista, la deuda del estado supera los 10 mil millones de pesos, situación que contrasta con el deterioro económico que registra la entidad en los últimos años.

El gobierno del PRD contrató diversos créditos por un monto en conjunto superior a los 10 mil millones de pesos y a pesar de ello en materia económica Morelos decreció, el empleo cayó y hasta el PIB estatal se vino abajo. ¿Dónde quedó el dinero de los créditos?

Más de 10 mil millones de pesos en créditos, 7 mil millones de pesos federales destinados a la reconstrucción del sismo y otros 7 mil millones de pesos de fondos y créditos estatales para el mismo fin suman 24 mil millones de pesos ejercidos por la administración de Graco Ramírez. ¿En dónde quedó todo ese dinero?

Las fechorías cometidas por la administración anterior están a la vista y el daño que causaron al estado se pagará durante tres décadas; el retraso económico de la entidad es evidente y el deterioro en la calidad de vida de los morelenses es indudable, de ahí la enorme exigencia pública de que se haga justicia, se llame a cuentas a los pillos y se les obligue a regresar parte del dinero que se robaron.

Con la presentación de esta primera denuncia de hechos la rueda comienza a girar. La esperanza de los morelenses en Cuauhtémoc Blanco está puesta en ese tema, en que haga justicia y los pillos paguen. Si lo logra, se proyectará como un gobernante que paso de la promesa a la acción.

Así sea.

  • post it

Sin duda desafortunada, la expresión utilizada por el comisionado de seguridad sobre la muerte de mujeres ha generado polémica.

Desafortunada, insisto, pero a mi parecer también sacada de contexto, pues la expresión refería el riesgo que persiste en ese ambiente.

Más que discutir una mala expresión, lo que urge hoy es atender el grave problema de inseguridad que se vive en Morelos.

Aún sin conocerlo, me parece que el almirante Guarneros no es un funcionario misógino, ni mucho menos un hombre que victimice a las mujeres.

Se equivocó. Punto.

  • redes sociales

Las benditas redes sociales que impulsaron a muchos políticos en la campaña pasada, son las que hoy están señalando errores y recordándoles sus promesas.

Ahí está la verdadera oposición de los gobernantes.

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