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COLUMNA DE LUIS R. AVELEYRA

AUNQUE NO QUIERA

Como en los oficios de carácter burocrático, acuso recibo de la llamada de preocupación por la “equívoca apreciación” que vertí y que recibí como queja al referirme a la señora Claudia Ruiz Massieu Salinas, sin embargo, tal personaje da mucho para escribir, no por su notabilidad, oratoria, conocimiento de la historia patria, las formas y de la diplomacia u otras prendas, sino por su inexperiencia y falta de oficio, al menos en las procelosas, peligrosas y siempre críticas relaciones con los Estados Unidos.

Don Isidro Fabela Alfaro, gran diplomático mexiquense —vetado por el gobierno nortemericano para ser Embajador en ese país—  acuñó esta frase que en la Secretaría de Relaciones Exteriores se les olvidó hace varios lustros: “con los Estados Unidos: o toda la dignidad o todo el cinismo… no puede haber medias tintas…

Tal frase encierra un valor que durante más de 150 años de vida independiente de España esgrimieron los gobernantes mexicanos, el de buscar salvarnos del imperialismo, paradigma que cambió a partir de que el tío de la señora Canciller ocupó la presidencia de la República Mexicana entre 1988 y 1994.

A propósito de ello, viene a la memoria de quien esto escribe, un texto entresacado de la arenga con el que el general Zacary Taylor <<The old rough>> (el viejo rudo), quiso convencer de la bondad de la invasión a los impávidos e inertes mexicanos durante la Guerra de 1846 – 1847:

“Venimos a derrocar a los tiranos que han destruido vuestras libertades públicas,  no a hacer la guerra al pueblo mexicano ni al gobierno que sea su voluntad elegir. Es nuestro deseo de veros libres de déspotas y tiranos, y arrojar de vuestro suelo a los comanches… y liberaros para siempre del cautiverio a vosotros, a vuestras esposas y a vuestros hijos…”

Tal generosidad y espléndido servicio no solicitado, le costó a México la pérdida de la mitad de su territorio—casi 2 millones de kilómetros cuadrados—el pago de una deuda oprobiosa y la dignidad nacional hecha jirones.

Si de Cancilleres mexicanos hablamos, algo que distinguió siempre a los predecesores de doña Claudia fue el silencio, la textura del fino tejido político, el entramado que había de realizarse y el aparente bajo perfil con el que se conducían. Digo aparente, porque brillaron mucho y escribieron páginas que hicieron de la diplomacia mexicana algo digno y legendario.

Presiones y jaloneos siempre han existido y existirán. Aarón Sáenz cuando los Tratados de Bucareli; Genaro Estrada quien con toda sutileza, finura y prudencia actuó para impedir una nueva invasión norteamericana en 1927; el valor de don Eduardo Hay durante los sucesos internacionales después que el Presidente Lázaro Cárdenas del Río expropió las compañías petroleras; Ezequiel Padilla en el atinado y delicado sorteo de la espinosa diplomacia durante la II Guerra Mundial; la discreta actuación de don Jaime Torres Bodet durante el gobierno alemanista; la no menos brillante y lúcida gestión de don Luis Padilla Nervo y sus  atinados consejos sobre el endeble equilibrio internacional; don Manuel Tello, el único mexicano que en el pasado reciente ha sido Canciller con cuatro Presidentes, con el espléndido y valiente papel de México al ser el único país de América que mantuvo relaciones con la Cuba de Fidel Castro Ruz; el trato encantador de don Antonio Carrillo Flores durante la no menos complicada relación en tiempos álgidos de la Guerra Fría cuando México se convirtió en un gran centro del contraespionaje internacional y de intercambio entre las potencias hegemónicas de ese tiempo. Son invaluables los servicios que prestaron a la diplomacia mexicana en defensa del mar patrimonial don Alfonso García Robles y don Jorge Castañeda Álvarez de la Rosa. El mismo Bernardo Sepúlveda Amor, con el Grupo Contadora dio timbre y prez al papel mediador de México en el exterior.

Mexicanos todos con amor a su patria, que llevaron con pundonor la responsabilidad de hacer de la diplomacia nacional un ente respetable y reconocido, con autoridad moral ante otras naciones. Su legitimidad y reconocimiento devino de la aceptación, de la firmeza de sus principios, de la defensa de sus convicciones, no de la imposición ni de la esencia de la mediocridad que ve en la cresta de la ola su fin y que prefiere lo tangible de la ventaja sobre el débil a lo intangible de la posición.

En una de las gratas e inolvidables tertulias para hablar de política internacional don Antonio Carrillo Flores apuntó:

El Secretario de Relaciones Exteriores en México tiene dos jefes y una gran responsabilidad: sus jefes son el Presidente de la República y el pueblo mexicano. Su gran responsabilidad, la de ser el único ciudadano que no puede hablar ni decir lo que piensa porque no tiene voz propia; sus palabras no lo comprometen como persona, tampoco puede dejar traslucir sus sentimientos, simpatías o antipatías porque como encargado de la diplomacia nacional puede dejar en mal al pueblo y al gobierno al que finalmente se debe…

Tal vez doña Claudia Ruiz Massieu deba recordar esa pequeña apostilla y si al referirse a Donald Trump como racista e ignorante lo hizo en forma personal no debió hacerlo en el foro que utilizó. Si su pronunciamiento fue como encargada de la diplomacia nacional valdría la pena recordarle humildemente que ella no es el Jefe del Estado mexicano y que con sus palabras compromete a la nación misma que pretende representar.

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