¿Qué hacer con Pemex?
Cuando se dio a conocer el conjunto de medidas para fortalecer Pemex la semana pasada, muchos analistas señalaron que el problema no era la falta de dinero en la empresa petrolera, sino su mala administración.
Incluso dijeron que podía duplicarse o triplicarse el monto de las transferencias del gobierno federal, ello implicaría echarle dinero bueno al malo.
Uno de los primeros ajustes para responder a esta inquietud se formalizó el martes pasado en la conferencia mañanera del presidente López Obrador, cuando refirió que el gobierno no estaba de acuerdo con la iniciativa de Ley para darle más atribuciones al director y quitárselas al Consejo.
En realidad, eso ya se había dicho en la presentación enviada a los analistas el miércoles 13 de febrero por la tarde.
Sin embargo, había la incertidumbre de que esto se tratara de ‘una finta’ y al final pasara la propuesta morenista. La afirmación del presidente le quitó toda posibilidad a la propuesta, que ya fue archivada.
En el documento de la semana pasada hay otro ingrediente que no ha recibido el respaldo presidencial.
Dice el texto en su página 15: “Compartir riesgos con terceros promueve la optimización de la explotación y el aumento en la producción”.
Muchos analistas e inversionistas que leyeron esta afirmación entendieron que hay un cambio de posición respecto a los llamados ‘farm out’, es decir, asociaciones estratégicas de Pemex.
La versión oficial, hasta ahora, es que estas asociaciones están suspendidas por tiempo indefinido. No sabemos si la afirmación de Pemex implique que sigan.
El hecho es que, sin ellas, se va a dificultar a Pemex llegar a las metas de producción fijadas para este sexenio.
Además de la reactivación de las asociaciones, Pemex necesita aterrizar la estrategia en un Plan de Negocios, que ponga el acento en las inversiones en áreas que pueden ofrecer una respuesta productiva en un tiempo corto (para los parámetros de la industria), como las de aguas someras, sin cancelar la posibilidad de proyectos de largo plazo, como los de aguas profundas, pero realizados con la menor inversión posible por parte de Pemex.
Otro ingrediente de un modelo de empresa diferente tendría que pasar por el tema de la refinación. La reconfiguración y optimización de las refinerías existentes debe ser respaldada. No puede ser posible que tengamos un uso de sólo 40 por ciento promedio de su capacidad instalada.
Pero la construcción de la nueva refinería debe irse con tiento para poder destinar los recursos que Pemex tenga prioritariamente a exploración y producción.
Pronto tendremos una revisión del Contrato Colectivo. Esta debe emprenderse con la filosofía de dar un salto en la productividad laboral de la empresa y subir al sindicato a esta filosofía.
Todas estas medidas no van a resolver el problema de fondo de Pemex, pero serían pasos muy relevantes en la dirección correcta. Con ellos se limitaría la posibilidad de que nos reduzcan el grado de inversión, por lo menos en los siguientes dos años más o menos.
Tener un lapso así para demostrar que el gobierno tiene capacidad para reestructurar la operación de la empresa, es algo que puede ser la diferencia entre un fracaso seguro en la estrategia global de esta administración y la oportunidad de que fructifiquen las estrategias de crecimiento.