La inversión como obsesión
Al tomar posesión como nuevo presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar le hizo dos propuestas al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
Una de ellas fue terminar con la pobreza extrema en México en un lapso de seis años.
La segunda es llegar a la meta del crecimiento de 4 por ciento, para lo cual, a mi juicio correctamente, subrayó que debe convertirse a la inversión “en una obsesión”.
Ambas propuestas están conectadas, pues se ha demostrado en múltiples experiencias internacionales que la mejor manera de combatir la pobreza es con un crecimiento económico elevado.
Y en este espacio le hemos comentado que el factor determinante del crecimiento de la economía es la inversión.
Sin inversión no hay crecimiento sostenible. Y la mayor parte de la inversión proviene del sector privado.
¿Qué es lo que hace que un empresario tome la decisión de poner sus recursos o los que otros le han encomendado en la construcción de una planta industrial, en un taller, en la infraestructura, etc.?
Hay una parte que tiene que ver con la información dura, con los datos de los costos de capital, con las proyecciones de mercado, etc. Pero hay una parte ineludible de la decisión que corresponde a algo que no es estrictamente racional, sino eso que el economista inglés, John Maynard Keynes, denominó “los espíritus animales”.
Otros llaman a lo anterior el espíritu empresarial y algunos más se refieren a él como la confianza.
Un proyecto que desde hace varios años desarrollan el INEGI y el Banxico son los indicadores de opinión empresarial.
En la encuesta con las que estos indicadores se construyen hay una pregunta que cuestiona respecto a si es el momento adecuado para invertir.
Hoy conoceremos el dato de febrero, pero en el levantamiento realizado en enero, el índice que resultó marca una caída de 8.8 por ciento respecto al nivel más alto de los últimos meses, que corresponde al mes de octubre del año pasado y en una perspectiva más amplia, un retroceso de 17 por ciento con relación al nivel que existía en enero de 2012.
Entre los empresarios de todos los tamaños existe incertidumbre. Y, si es complejo decidir respecto a un futuro que por naturaleza es incierto en cualquier circunstancia, lo es mucho más cuando tenemos un cambio tan profundo como el que implican la Presidencia de AMLO y la Cuarta Transformación.
Qué bueno, como dijo Carlos Salazar, que la inversión sea una obsesión, pues el más reciente nivel de inversión fija bruta, del INEGI, correspondiente al mes de noviembre es inferior en 0.7 por ciento al del mismo mes del 2012.
Para que se pueda revertir la tendencia de la inversión en los últimos años, se requiere que se disipen las dudas de los empresarios y se restaure la confianza. Se necesita que haya entusiasmo de parte de los empresarios.
Y para ello no bastan las declaraciones, hay que trabajar sector por sector, región por región, y a veces proyecto por proyecto en identificar los obstáculos y tener la voluntad política de cambiar las cosas, muchas cosas. Qué bueno que se aspire a eliminar la corrupción. Pero no basta. Se necesita quitar burocracias, ineptitud, visiones ideologizadas y ambiciones personales.
Si la obsesión por la inversión también es compartida por el gobierno y permite realizar ese trabajo con plena dedicación, bienvenida.