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PRI: el centro no bastará

El PRI cumple 90 años. Quien asuma que lo más peligroso en el futuro del partido es la pérdida del poder, está equivocado. El riesgo más importante para el Partido Revolucionario Institucional es errar en la definición de la oferta política de cara al futuro.

El mundo está eligiendo entre extremos. Los candidatos anti establishment están siendo votados en países que habían privilegiado el centro político durante los últimos treinta o cuarenta años. Candidatos anti sistema se convierten poco a poco en gobiernos de contraste con las décadas recientes, caracterizadas por la expansión y apertura económica, la globalidad, la democratización de la tecnología y también, debemos reconocerlo, la desigualdad exacerbada y la hiper concentración de la riqueza. El centro se quedó sin oferta, al tiempo en que izquierda y derecha encontraron dos aliados improbables; la nostalgia (por el crecimiento equitativo de la posguerra) y la penetración de los teléfonos móviles en todas las capas de ingreso (y el cambio radical en la ecuación de la conformación de la opinión pública). Cada vez más millones de personas –una generación entera nacida en el mundo unipolar y conectado– coincidieron en que los tiempos en que nacieron sus padres, en que trabajaron sus abuelos, fueron mejores. Da igual polemizar sobre la solidez de esa premisa, lo relevante es que ésta tuvo una consecuencia brutal sobre el status quo y la agenda económica, el rumbo de los gobiernos y la percepción sobre la democracia.

En este contexto en el que el péndulo se mueve de izquierda a derecha y de derecha a izquierda a gran velocidad, en tiempos donde la satisfacción con la democracia paga las promesas incumplidas de la economía durante décadas, ¿dónde está situada la oferta política del PRI?

El PRI tuvo siempre la premisa de la adaptabilidad ideológica en aras de mantener el poder. Así, supo ir de un extremo a otro del espectro político a lo largo de casi un siglo, difuminando las fronteras ideológicas y haciendo del pragmatismo (casi) una virtud. En una síntesis bastante limitada, el PRI de la post revolución y del desarrollo estabilizador vio truncado ese leve vaivén entre centroizquierda y centroderecha, cuando la realidad económica se impuso y la apertura comercial se hizo impostergable. A la llegada del PAN al poder en 2000, el PRI se refugió en la agenda y la narrativa de la socialdemocracia; cómoda desde la oposición y electoralmente rentable ante posiciones de tinte confesional.

Tras la derrota de julio de 2018, con un gobierno que ha decidido implementar una agenda de gobierno –y narrativa– de centroizquierda con claro y fuerte enfoque social; y un PAN que vuelve tentado por la rentabilidad política de esta coyuntura pendular, a posiciones más duras y conservadoras; el PRI parece ser dueño absoluto del centro, ese territorio abandonado que le dice poco a las nuevas generaciones y que apela a la razón en tiempos dominados por las emociones; el enojo, la más clara y frecuente de ellas.

La definición de la agenda programática que el PRI defienda en el futuro establecerá también las probabilidades de supervivencia en el nuevo escenario político. En ese camino, Morena –que más que partido político es movimiento y estructura alrededor de un liderazgo con carisma y legitimidad–, y el PAN –que nació como reacción al cardenismo en 1939– tienen mayor claridad sobre las banderas a defender. El PRI, en cambio, no sólo debe procesar la derrota, la pérdida del poder y la disminución de posiciones de representación en cada rincón del país; debe también debatir y determinar qué quiere ofrecer como plataforma política a los ciudadanos del siglo XXI. A los jóvenes que no lo asocian con la creación de instituciones o la estabilidad política, sino con la explicación más sencilla a su enojo e insatisfacción. Hoy podemos adivinar qué opina el PRI sobre ciertos temas de coyuntura, pero no sabemos bien a bien en qué cree. Hoy empezamos a entender las razones de la derrota, pero no hemos empezado a trazar la ruta ideológica y programática del futuro. El centro no nos bastará esta vez.

Democracia y justicia social han sido algo más que pilares discursivos a lo largo de 89 años. ¿Qué entiende el PRI por democracia, por la defensa de las libertades económicasy cívicas en 2019?, ¿Qué entiende el PRI por justicia social, por la incontrovertible causa de la igualdad económica de cara al futuro? Por ahí podríamos empezar. A nueve décadas de la fundación del partido, la reflexión es por demás obligada.

* Ex director del Infonavit

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Nacional
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