Anomalía. El SNE detectó a empresas e institutos patito inscritos como tutores que cobran al beneficiario la capacitación. Caso. A Elisa le pedían $650 al mes y $650 de inscripción, además de comprar material periódicamente, uniforme...

Defraudan a becarios de Jóvenes Construyendo | La Crónica de Hoy

El Servicio Nacional de Empleo (SNE) detectó el uso del programa Jóvenes Construyendo para defraudar a becarios.

Los responsables son empresas, asociaciones o institutos ­patito, los cuales se inscriben como tutores ante la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), con el objetivo de cobrar el servicio a los chicos.

 

“Tenemos información de que varias empresas de este tipo están cobrando y cometiendo diferentes fraudes, lo que va en contra de los lineamientos del programa”, dijo Alberto, uno de los asesores del SNE, el cual depende de la STPS y es la instancia encargada de atender a quienes buscan empleo y, de manera específica, a jóvenes sin estudio ni trabajo interesados en sumarse como aprendices y obtener un apoyo de 3 mil 600 pesos al mes.

“Ninguno de los tutores puede cobrar, sean compañías, asociaciones o grupos. Su único beneficio es tener a los becarios, mientras el gobierno paga la beca, y al final del año se les dará un certificado de buenas prácticas por esa labor”, señaló.

—¿Y si se disfrazan de escuelas y argumentan que su capacitación es especializada?

—No importa lo que sean o lo que ofrezcan, está prohibido que pidan o reciban dinero del beneficiario.

El SNE ha recibido ya diversas denuncias telefónicas en el mismo sentido; para generar un reporte y proceder contra el tutor requiere conocer los datos personales de la víctima, así como su folio de registro.

Una de las historias es la de Elisa Hidalgo, una joven de 20 años, madre soltera de dos bebés: de uno y dos años de edad. Vive en el municipio de Tulancingo, Hidalgo, y cuenta sólo con educación básica.

Se inscribió al programa el 21 de enero pasado, con la idea de obtener  ingresos, capacitarse y juntar dinero para abrir un negocio. Al mes, recibió un correo electrónico en el cual le indicaban que podía ya elegir un centro de capacitación.

“Entré a la página y vi las opciones, encontré uno que me interesó porque ofrecía aprendizaje por cinco horas diarias, de 9 de la mañana a 2 de la tarde de lunes a viernes, lo que se adecuaba a mis necesidades, para no dejar tanto tiempo solos a mis niños”, cuenta a Crónica.

La empresa registró el nombre de Instituto Moyocoyani.

Eligió esa vacante y al siguiente día le llamó por teléfono la tutora:

“Me dijo que, antes de cualquier cosa, debía conocer una información: que sí me podía dar los días y las horas mínimas, pero eso tendría un costo: 650 pesos al mes por los 12 meses de capacitación, además de una cuota de inscripción de otros 650 pesos”.

—Mil 300 pesos de arranque…

—Más, porque tenía que comprarle a la empresa unas antologías, que valían 300 pesos, e iba a necesitar seis o siete en los siguientes meses, y también un uniforme… De ése no me dijo cuál era el precio, pero sí tenía que irme preparando.

“No puedo pagarle nada, porque no tengo trabajo ni ingresos”, comentó la muchacha a la tutora.

“No te preocupes, me los pagas hasta que te den tu primer mes, de ahí lo agarras”, fue la respuesta.

Este diario revisó el perfil de la empresa y la descripción de la tutoría. Ofrecía 12 vacantes sin escolaridad requerida, para “servicio a comensales, servicio de bebida a comensales y montaje de área bar”. En el rubro de las habilidades a obtener, detallaba: “Aplicar la comunicación verbal y escrita”.

Otro de sus departamentos pedía jóvenes con facilidad “para pedir y dar información personal, hablar sobre actividades y rutinas, hablar del pasado, del tiempo libre, gustos y preferencias, hacer planes y compromisos, hacer predicciones y dar consejos”.

—¿Servicio a comensales?, ¿hablar de gustos y preferencias?, ¿hacer predicciones?... ¿No había algo raro ahí? –se le preguntó a Elisa.

—Sí, me sonaba medio sospechoso, pensé que era como meserear y convivir con la gente. Por las facilidades de horario, al principio se me hizo demasiado bueno, pero algo me olió mal.

Al final, la muchacha desechó la opción: expresó a la tutora su negativa a pagar.

“Es tu decisión; si no aceptas, declino la solicitud”, le respondió ella y colgó.

—¿Y has elegido alguna otra empresa? —se le preguntó.

—No, porque son muy pocas acá en Hidalgo y las que hay tienen horarios muy largos, hasta las 11 de la noche o 1 de la madrugada. La mayoría exige el horario máximo y, con mis bebés, no puedo. Me siento decepcionada, ¿será que todas las empresas cobren para entrar?

Elisa compartió su denuncia en una página web relacionada con las becas y programas de apoyo de AMLO, y a la par en el SNE.

“Que yo sepa, el programa no se hizo para sangrar a los chavos. Me dijeron que en ese Instituto ya habían enganchado a varios, no sé si les falta información o si no leen las reglas de operación”.

—¿Qué sigue para ti?

—Me interesa la cocina, aprender más y en un futuro abrir un negocio de comida. Quiero capacitarme y ahorrar un poco de dinero para eso, ojalá se inscriban empresas que no sean abusivas, que no busquen aprovecharse de nuestra condición…