Un gobernador por fin, el de Colima, encaró a los reventadores que por unos pesos vienen humillando a los anfitriones del presidente Andrés Manuel López Obrador: “¿Podemos dejar que se desahogue esta parte de lo que parece ser un protocolo en todas las entidades federativas? ¿Le van a seguir o ya terminaron...?”, preguntó a la turba José Ignacio Peralta en el mitin en que se anunciaron apoyos del programa Bienestar.
Sonriente, aplomado, seguro de sí, aguantó casi cuatro minutos la rechifla y los insultos que una partida de cobardes amparados en el anonimato le propinó en acatamiento a una miserable consigna impresa en volantes del partido en el poder.
En el colmo de la estulticia y aunque reniegue de su engendro, Morena dejó constancia, en un “documento confidencial” de su estrategia puntual y cabalmente acatada para opacar cualquier liderazgo local frente al de su creador, el actual presidente de la República: “Es obligatorio emitir sonidos y gritos de desaprobación”, ordena a los protofascistas camisas moradas.
Al anunciarse la aparición de AMLO en los templetes, reza el texto, “es obligatorio apoyar con porras y manifestaciones de alegría” con el grito “¡Es un honor estar con Obrador...!”.
Con lo más deplorable del peor PRI en su código genético, la dirigencia del partido presidencial pasa por alto una enseñanza clave del sabio Fidel Velázquez: “Si lo piensas, no lo digas; si lo dices, no lo escribas; si lo escribes, no lo firmes pero, si cometes la pendejada de firmarlo, ¡échate para atrás...!”
AMLO a su vez, después de 14 tumultuarias humillaciones a igual número de gobernadores provenientes de partidos opuestos al suyo, se mostró reflexivo: “No deja de haber resentimientos, revanchismo, y hay todavía, en toda la sociedad política, no solo en un partido, no así en el pueblo, infantilismo político en los dirigentes. Es arriba donde hay muchas deformaciones, pero no he notado que sea algo deliberado...”.
Sin embargo, fogueado en los templetes, el Presidente sabe muy bien que las mentadas de madre no han sido espontáneas, y que casi todos los agraviados apechugan las descalificaciones por una única razón: pavor ante el empoderamiento de sus seguidores, vividores de su aureola como el más popular opositor a lo que sea que haya sido todo lo anterior a la cacareada cuarta transformación.
El gobernador de Colima es el primero que con gran serenidad aguantó vara frente a la chusma de convenencieros detractores.
Para la próxima, se le sugiere, bien puede recordar a quienes lo insulten que fueron insuficientes para impedirle llegar al máximo poder estatal, y que acompañar al presidente López Obrador se debe a que la mayoría de los colimenses, en las urnas, votó porque fuera él su gobernador.
AMLO, por su parte, está obligado a advertir a sus audiencias que si se comportan como banda contra las autoridades locales dará por concluido el mitin y se retirará…