Masacres, la nueva epidemia
Un grupo de la Fuerza Única Regional detuvo en La Huerta, Jalisco, a un presunto integrante del Cártel Jalisco Nueva Generación, CJNG. Ocurrió a las 4 de la tarde del 3 de diciembre pasado, en una calle principal del primer cuadro de la cabecera.
Lo siguiente que sucedió fue que un Jeep y dos camionetas coparon a los agentes, que fueron atacados con armas largas y granadas de fragmentación. El detenido fue liberado. El convoy se perdió en el camino a Autlán. Sobre la calle quedaron tendidos los cadáveres de seis agentes.
No había pasado una semana cuando los cuerpos de cinco personas fueron encontrados en un rancho de Tlajomulco de Zúñiga: Las Palmas. Las víctimas, tres hombres y dos mujeres, mostraban huellas de tortura.
Desde mediados de año había quedado claro que 2018 iba a ser el año más violento en la historia de Jalisco. El Cártel Jalisco Nueva Generación se había fracturado —surgió el Cártel Nueva Plaza— y la tendencia era ya de seis homicidios diarios.
Hasta entonces, en lo que había sido el medio año más violento, la primera mitad de 2017, se habían registrado 1,369 homicidios. Ahora, en solo ocho meses de 2018, el número de asesinatos ascendía a 1,215.
El 10 de julio se había reportado uno de los casos más dramáticos: en las primeras horas de la noche un comando se introdujo en una finca de Tlaquepaque y barrió a una familia que llevaba a cabo un convivio. La policía recogió casquillos calibre .40, .223 y 9 milímetros.
Los testigos informaron que vieron llegar hombres encapuchados que portaban chalecos tácticos. Alrededor de la mesa en que la reunión se verificaba quedaron regados los cuerpos de siete personas: cinco mujeres y dos hombres (milagrosamente, dos menores de edad sobrevivieron a la masacre).
Tres meses antes, durante una balacera que se prolongó durante más de una hora, y en la que se enfrentaron civiles armados y agentes municipales, nueve personas perdieron la vida.
El enfrentamiento comenzó a la medianoche, cuando los municipales le marcaron el alto a una camioneta. De acuerdo con el parte, fueron recibidos a tiros. En una patrulla quedó el cuerpo sin vida de un uniformado. Otros cinco fueron trasladados a un hospital de la zona en situación crítica. Los cuerpos de ocho presuntos delincuentes quedaron dispersos en la calle.
Semanas antes de que esto sucediera, en Tonalá, un grupo armado cazó a dos hombres en una esquina y luego se dirigió hacia una casa abandonada, en donde asesinó a cinco personas más. Las víctimas dormían cuando ocurrió el asalto.
2018 terminó en Jalisco con 2,446 asesinatos: 56% por ciento más que el año anterior. La tasa de homicidios fue de 24.5 por cada cien mil habitantes, lo que, según la Organización Mundial de la Salud, coloca al estado en una situación de “epidemia de homicidios”.
Por lo demás, ese año se registró con claridad una tendencia, que también fue perceptible a nivel nacional: el número de masacres fue en aumento.
En los últimos tres meses del año, según el conteo de Lantia Consultores, se registraron en Jalisco 13 masacres: cuatro en octubre, dos en noviembre, siete en diciembre.
Dichos eventos dejaron en el estado un total de 92 muertos. Fue la cifra más alta de víctimas en masacres que Lantia detectó en el país durante esos tres meses.
Entre los siguientes peores estados figuraron Guerrero (49 víctimas en ocho eventos), Guanajuato (61 cuerpos en once masacres) y Tamaulipas (51 en 11 sucesos). Solo en esos tres meses de horror, en el país perdieron la vida, en 97 masacres, 486 personas.
Lantia cataloga como “masacre” un suceso en el que, entre otros factores, perdieron la vida al menos cuatro personas.
La tendencia se fue disparando a lo largo de 2018, alcanzó un pico histórico en el último trimestre de ese año y mantiene una tendencia a la alza en los tres primeros meses de 2019.
El país está saltando de una epidemia de homicidios a una epidemia de masacres.
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