Nunca más un partido como el PES
El INE no le debió haber dado nunca el registro al Partido Encuentro Social, por tratarse del partido de una religión.
Por ese mismo motivo no le debe dar el registro al partido de la Iglesia de la Luz del Mundo, que lo ha solicitado bajo el nombre de Convicción Mexicana por la Democracia.
La Constitución es clara: las Iglesias no pueden participar en política partidista.
No se trata de desplegar un jacobinismo trasnochado –yo soy creyente–, sino de evitar que en México vuelvan las confrontaciones entre Iglesia y Estado.
O que a nadie, montado en un partido político, se le ocurra hacer de México un escenario de luchas interreligiosas o intrarreligiosas, como se dan en otros lugares del mundo.
En los Estados confesionales se matan los ciudadanos entre ellos y asesinan al infiel del país de al lado.
¿Queremos eso aquí?
La finalidad de un partido político es alcanzar el poder. ¿Qué ocurriría con un México gobernado por la Iglesia de la Luz del Mundo?
Pasaría lo mismo que con la llegada al poder, por sí sólo, del PES.
Gobernarían de acuerdo con su credo religioso, con su muy particular concepción de la moral, en detrimento de otras religiones o de la laicidad que está en la Constitución.
Eso es ir a la guerra, sin lugar a dudas.
Convertirían al país en un San Juan Chamula de más de 120 millones de habitantes. Una locura.
Todo el respeto a las Iglesias, pero el Estado debe seguir siendo laico sin ninguna excepción.
Con ese fuego jugaron los integrantes del Tribunal Electoral del Poder Judicial que le quisieron dar vida artificial al PES, con un argumento contrario a la letra y al espíritu de la Constitución.
Para mantener el registro, un partido político debe alcanzar cuando menos el tres por ciento de la votación emitida en cualquiera de las elecciones que se celebren para la renovación del Poder Ejecutivo o de las Cámaras del Congreso de la Unión (artículo 41 de la Constitución).
El PES no obtuvo el tres por ciento en ninguna de esas tres elecciones y por tanto su registro quedó cancelado.
¿De dónde vino el impulso para que un magistrado ponente del TRIFE (Felipe de la Mata Pizaña) quisiera torcer la Constitución y darle vida al PES?
De donde haya venido, ahí está el foco de riesgo.
Por supuesto que los partidos pueden tener inspiración en las doctrinas de determinadas corrientes religiosas porque son parte del pensamiento universal.
A manera de ejemplo, los partidos demócrata cristianos (hoy en decadencia) se inspiran en la Doctrina Social de la Iglesia (Rerum Novarum y Populorum Progressio). Eso está en el campo de las ideas, y no del dogma.
Sin embargo, hacer de la religión un partido que busca alcanzar el poder es traer fuego innecesario a la convivencia nacional.
“Mi reino no es de este mundo”, dijo Jesús, y con esas siete palabras debería quedar zanjada la discusión para todas las vertientes del cristianismo.
Diferente es el caso del islam, pues su profeta, Mahoma, era jefe militar, político y religioso.
Su objetivo era –y todavía en algunos fanáticos lo sigue siendo–, la expansión del islamismo a través de la conquista militar para imponer la Ley Divina (la sharía).
Hasta el día de hoy se siguen matando entre ellos por diferencias en la interpretación del Corán.
Complotan contra el Estado vecino porque es chií o suní.
Y los católicos devastaron parte el mundo –conocidos en ese entonces– con las Cruzadas y 400 años después impusieron a sangre y fuego su credo en las colonias de América.
Cristianos quemaron a las “brujas” en Europa Central e hicieron arder a los anabtistas en Münster, cuyos descendientes, junto con los calvinistas, se fueron a Estados Unidos a matar indios en nombre de la superioridad que les otorgaba su religión.
Todo eso ha pasado, y sigue pasando, cuando la religión toma el poder o busca el poder.
Aquí en México tuvimos una guerra religiosa a finales de los años veinte del siglo pasado, que resolvió el general Cárdenas con mexicana sabiduría: a todos los oficiales cristeros los incorporó al Ejército Federal y los licenció de inmediato con una generosa pensión correspondiente a su grado.
Y ahora nos surgió un partido religioso que lucha por sobrevivir y una fuerza oscura en el Tribunal Electoral que le quiso devolver el registro.
Viene una solicitud ante del INE de un nuevo partido exponente de una religión, y le pueden dar el registro.
La reforma el 130 Constitucional fue positiva porque reconoció la existencia de las Iglesias, como ocurre en todo el mundo. Pero nunca se planteó que cada Iglesia formara un partido político para alcanzar el poder.
Fue un error grave darle el registro al PES. Afortunadamente ya lo perdió.
Y será un nuevo error si se abren las puertas del INE para otros partidos religiosos: alguno de ellos puede pegar, y de espanto parecía que ya estábamos curados.