Municipios indígenas: ¿en serio?
Carlos Gallardo |
2016-06-16
Ha sido polémico el asunto de constituir municipios “indígenas” en Morelos. Seguirá en ese tono, sin duda, y será muy complicado que las exigencias que al respecto hacen pobladores de comunidades consideradas así, se concreten a breve plazo. No sólo es reunir el requisito de la cantidad de habitantes que residen en esos territorios. Son otros factores más y de mucho peso.
Ayer, al frente del Congreso local, se aposentó un contingente integrado, dijeron, por pobladores de Coatetelco, Hueyapan, Xoxocotla y Tetelcingo. Exigían el reconocimiento de esas comunidades como municipios indígenas. Hablaron de su territorio, acompañados por un grupo de danzantes vestidos a la usanza prehispánica, y clamaban por el derecho histórico de gobernarse por sí mismos.
Con un poco de información que cualquier morelense tenga sobre las raíces autóctonas que nos identifican, no tendríamos ninguna duda en manifestar nuestro respeto a esos pueblos caracterizados por la permanencia de sus orígenes étnicos.
El rescate y preservación del patrimonio cultural del cual son poseedores, debe ser un hecho prioritario no sólo desde las parcelas institucionales, sino desde cualquier foro de la sociedad entera. Si perdemos esa riqueza, perdemos una parte sustantiva de nuestra identidad regional, como está sucediendo.
Refiriéndonos al respecto, en esas comunidades gradualmente se diluye el apego de la cultura que dejaron los ancestros. En Hueyapan son muy pocas, poquísimas, las personas que se dedican a elaborar ropa de manera tradicional, como se acostmbraba. Con todo respeto, casi son pieza de museo.
De Tetelcingo, recordamos la dificultad para encontrar a alguna mujer joven que vistiera el traje tradicional. Se tenía la necesidad de obtener una fotografía para incluirla dentro de un libro de texto. Fue difícil localizarla, sencillamente porque esa prenda es desdeñada por la mayoría de las jóvenes y sólo la portan con orgullo o por necesidad las mujeres de edad. Pudimos entrar en contacto con una maestra (siempre, en cualquier momento, la figura del profesor o profesora aparece fomentando lo nuestro, lo que nos pertenece, lo que nos da sentido), quien aceptó se le tomaran unas fotografías con esa vestimenta, que no usa de manera cotidiana, pero que lo hace cuando es necesario demostrar su esencia tetelcinga.
En todas esas comunidades los niños y jóvenes ya no hablan el náhuatl. “Les da vergüenza”, escuchamos. Sólo pudimos constatar en nuestros recorridos, que una de las pocas poblaciones donde los niños lo practican de manera casi generalizada es en Cuentepec, municipio de Temixco.
Hay más ejemplos de lo que significa la pérdida, por desinterés o influencia de otros factores, de lo tradicional, de las raíces culturales comunitarias. Con lo que hemos dicho es suficiente para atrevernos a afirmar que en esos llamados territorios indígenas, cada vez es menos la prevalencia de la cultura indígena, que queda constreñida, para manifestarse, en festivales u otro tipo de acotos especiales. Lo cotidiano se matiza ahora con pautas, repetimos, más cercanas a la visión de las sociedades donde la producción y el consumo atienden más a cuestiones de ocasión. Nada de raíces. Nada de pertenencia. Impera el úsese y tírese.
¿A qué todo lo anterior? Resulta que, desafortunadamente, la exigencia de pobladores de comunidades como los que ayer se manifestaron, está más vinculada a cuestiones de territorialidad y no de preeminencia de pautas culturales que dieron grandeza y dignidad a los grupos primarios que allí vivieron. Se estaría exigiendo, entonces, “municipios indígenas, pero con formas de vida ajenos a esas raíces”.
Nos llamó la atención una manta en la que se afirmaba que en Tetelcingo había varios fraccionamientos y unidades habitaciones, y que las habitantes en todo ese espacio, Tetelcingo, llegaban a mas de 40 mil.
Evidentemente, hablan de un territorio urbanizado, con un buen porcentaje de pobladores que no son oriundos del lugar. Por lo antes dicho, pensamos que si se les abren las posibilidades para convertirse en municipios, no habría que andarse con disimulos y quietarles el calificativo de indígena.
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