A 100 años de su muerte, familiares afirman que Emiliano Zapata aún vive porque sus demandas sobre la tierra y el pueblo no se han cumplido.
“Estamos en el siglo 21 y nosotros, el pueblo campesino, no somos dueños de la tierra; ésta es la sencilla verdad, verdad que nosotros vivimos a diario”, resume.
"Esta es la razón por la cual el ideal de Emiliano Zapata sigue vivo, porque los campesinos necesitan la tierra, necesitan la justicia, necesitan la libertad. Estamos decididos a no dejar morir a Zapata".
Parecería que cumplir el ideal de la justicia agraria sería el equivalente a darle descanso al prócer.
"¡Zapata vive, su lucha sigue!", arenga tres veces Porfirio Muñoz Ledo, presidente de la Cámara de Diputados.
El Caudillo del Sur, que fue adversario de los gobiernos de todos los signos en su época, desde Porfirio Díaz hasta Francisco I. Madero, es ahora centro de un homenaje gubernamental.
Han institucionalizado al anarquista: pusieron su cara en los documentos oficiales, le dedicaron todo el año 2019, su rostro es símbolo de la "tercera transformación".
¡Si Zapata viviera con nosotros estuviera! La figura del agrarista morelense, muerto hace 100 años, no ha dejado de ser objeto de disputa de gobernantes y opositores. El símbolo no halla descanso.
—Si Zapata viviera, ¿de qué lado estuviera?
“Estaría con nosotros manifestándose”, zanja el maestro Yosmin Castillo, quien lidera a un grupo de docentes que reclama el pago de quincenas atrasadas.
En la ceremonia del centenario luctuoso de Zapata, el Gobierno federal logró eludir a los pobladores que se oponen al polémico proyecto de la termoeléctrica de Huexca, pero en la tierra del líder del Ejército Libertador del Sur brota la disidencia en cualquier sitio: en la plaza principal de Cuernavaca se alzan voces de inconformidad.
"No queremos un maquillaje de la reforma educativa de Enrique Peña Nieto. Revisamos el dictamen de la nueva reforma y desafortunadamente se siguen vulnerando los derechos laborales de los maestros", advierte Julita Villalba, líder de otro grupo de docentes que exigen la reinstalación en sus puestos de trabajo.
"Los que conocemos la historia del Caudillo del Sur sabemos muy bien que, cuando llegó a la Ciudad de México, dijo que no se iba a sentar en la silla presidencial porque estaría embrujada", recuerda la maestra.
"Si él estuviera vivo, estaría del lado de la sociedad, del pueblo, y no en un puesto gubernamental, porque hemos visto que muchos políticos llegan a un cargo público y se olvidan de las necesidades de la sociedad".
La docente reprocha al Gobernador Cuauhtémoc Blanco que no ha atendido a los maestros, pese a que, como ella, hicieron campaña a su favor.
Jesús López, de 68 años, proveniente de Jiutepec, cansado ya de apoyar el bastón en el suelo porque no alcanzó lugar, define así al ex jugador:
"Al 'Cuau' lo conocemos muy bien como futbolista, y estamos muy orgullosos de él como futbolista, pero como político está verde", sopesa.
El Presidente López Obrador, que ya se sienta en esa silla que rechazó Zapata, dice desde el templete que los políticos neoliberales promovieron el olvido de la historia nacional, que recordar las hazañas de los héroes libertarios es un acto político.
"Esto es la política verdadera, la auténtica: el conocer qué hicieron los dirigentes de nuestra nación en momentos decisivos, qué hicieron también, y sobre todo, nuestros antepasados, qué hizo el pueblo para enfrentar tiranías, para luchar por las libertades, por la justicia, por la democracia, por la soberanía", plantea.
De entre el público lo interrumpen a gritos dos alumnas morelenses de la Universidad de Chapingo que lo urgen a intervenir para que termine la huelga que ya paralizó durante dos meses las clases donde aprendían, precisamente, a trabajar la tierra.
Funcionarios estatales y federales, sentados cerca de ambas estudiantes, les piden que se callen y vuelvan a su lugar, pero ellas continúan el reclamo de pie y en voz alta, pues los paisanos de Zapata recuerdan bien otra enseñanza del líder revolucionario: inconformarse.