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SERPIENTES Y ESCALERAS

Tiempos violentos

 
 

El panorama delictivo en el país es de horror. Muchos muertos, mucha inseguridad y ningún viso de solución. ¿Tenemos que acostumbrarnos a vivir así?

Tiempos violentos

Van 490 personas asesinadas violentamente en Morelos en 115 días del 2019, lo que representa más de cuatro decesos de este tipo cada 24 horas. La cifra es escalofriante, entre las víctimas hay mujeres y niños cuyo único error fue estar en el lugar y el momento equivocado. Cada muerte se contabiliza en los archivos oficiales y se añade al recuento nacional que ha hecho del primer trimestre del año el más violento de toda la historia del país. Las muertes en México se vuelven estadística, los casos se archivan y quedan impunes en su mayoría. Estamos acostumbrándonos a vivir entre sangre.

El problema es muy grave, mucho más de lo que los gobiernos ven y son capaces de atender. El reclamo de seguridad es de todos, no sólo de los grupos conservadores ni mucho menos de quienes pretenden poner piedras políticas al gobierno.

Sin duda hay quienes lucran con la violencia y tratan de sacar provecho de la crisis, carroñeros de sangre que politizan el problema para obtener ganancias personales; pero el tema va más allá: la violencia está pegando muy fuerte a todos los sectores del país en todos los estratos sociales, las víctimas son en su mayoría personas relacionadas con grupos delictivos, pero también hay gente inocente muere en esta masiva lucha de territorios y de poder.

Asumir que el problema de la violencia en el país es sólo un reclamo de los grupos conservadores no sólo es una pendejada, es una absoluta falta de respeto a la sociedad y a miles de personas que lloran la muerte de un familiar. El problema de inseguridad que vive México desde hace varios años es enorme, está presente en todo el territorio nacional y no solo se refleja en la pérdida de vidas humanas en actos violentos, también está en la transformación de la forma de vida de millones de personas que son extorsionadas o secuestradas, que por miedo tienen que emigrar de su lugar de origen o pierden su empleo porque las empresas colapsan.

El problema de la inseguridad y la violencia es un fenómeno social que ya rebasó cualquier antecedente y debe ser atendido más allá de lo policial. Lo que tenemos enfrente es el resultado de una profunda descomposición social, de años de desigualdades y crisis económica, de la complicidad entre autoridades y grupos delictivos y por supuesto de una cultura de violencia que se enaltece en las narcoseries de televisión y se reproduce en las redes sociales.

El fenómeno de la violencia está fuera de control en todo el país y Morelos no es la excepción. Los altos niveles de impunidad que existen en México son el detonador de un cáncer que avanza a pasos agigantados y se nutre con la enorme desigualdad y falta de oportunidades.

El presidente López Obrador tiene razón cuando habla de que este mal se tiene que combatir de raíz, desde sus orígenes, combatiendo la pobreza, acabando con la corrupción y dando más oportunidades a los más desprotegidos; pero eso es un esfuerzo a largo plazo que debe ir acompañado de acciones inmediatas, estrategias efectivas y una labor de inteligencia que contenga el avance de los grupos criminales. No puede ir una cosa sin la otra.

Lo que vemos y vivimos hoy en Morelos es parte de ese gran conflicto nacional, tiene los mismos ingredientes y elementos que observar y se necesita no sólo de la fuerza del estado, también del acompañamiento de todos los sectores de la sociedad.

La tierra de Zapata está bañada en sangre, la violencia se propaga sin control en todos lados y los resultados de ello se contabilizan en vidas. El problema es mayor: cada día de este año han ejecutado en promedio a cuatro personas frente a la mirada atónita de las autoridades y el enojo de la sociedad. El gobierno ya no sabe qué hacer, la CES no tiene personal ni recursos suficientes para enfrentar a la delincuencia y como si eso no fuera suficiente, entre los integrantes del gabinete de Seguridad existen serias diferencias y choques personales que agravan la situación.

El conflicto es mayor y las consecuencias son malas para todos: la violencia agobia a los morelenses, el gobierno estatal pierde confianza a pasos agigantados y su titular se acerca peligrosamente a un escenario de crisis similar al que vivieron Jorge Carrillo Olea, Sergio Estrada, Marco Adame y Graco Ramírez, sólo que esto ocurre apenas a seis meses de haber iniciado la administración.

Al gobierno y a los ciudadanos les urge que las cosas cambien, que la paz regrese y la violencia se detenga. Sabemos de voz de las autoridades que hay 5 cárteles peleando la plaza y de cuando en cuando nos recuerdan que la crisis que vivimos es generalizada, no sólo local. Ahora el alcalde capitalino añade que el problema tiene que ver con la presencia de centroamericanos que “están aquí y nadie sabe qué hacen”, pero (dice) son parte de la delincuencia que agrede a la gente. ¿Y qué hace su gobierno al respecto?

Por discursos no paramos: el Presidente de México tiene sus propios datos en los que el país va viento en popa y la delincuencia en lugar de aumentar, disminuye cada día; el gobernador se cobija en excusas y de la misma manera que el ejecutivo federal, le sobran pretextos y se la pasa echando la culpa a los gobiernos pasados. Los alcaldes callan y cuando alguno de ellos abre la boca (como el de Cuernavaca) sus expresiones nos demuestran que están más perdidos que cualquiera en esta historia de horror.

Vivimos en el periodo más oscuro del país y del estado, el cambio de gobierno en sus tres niveles se combinó con un aumento exponencial de la delincuencia y una notoria incapacidad de los ejecutivos para contener el avance de los grupos delictivos. Peor: en el caso de varios municipios se habla de complicidad entre autoridades y grupos delictivos o bien, de la extorsión a los ayuntamientos.

El problema de inseguridad en México y en Morelos está fuera de control. No se ve por dónde ni cuando mejoren las cosas y por el contrario, cada día vemos como las agresiones llegan hasta las mismas autoridades (ayer fue ejecutada una alcaldesa de Veracruz).

¿Nos tenemos que acostumbrar a vivir entre sangre?

  • posdata

La reconstrucción fue el gran negocio de fin de sexenio en la administración de Graco Ramírez. La tragedia que azotó a los morelenses aquel 19 de septiembre del 2017 y colapsó a varios municipios de la entidad fue el pretexto ideal para que el ex gobernador Graco Ramírez manejara con discrecionalidad más de 7 mil millones de pesos que se tomaron del presupuesto, de diferentes fideicomisos y de un nuevo crédito.

Después de aquel trágico día que cambió el rostro de varios municipios comenzó un proceso de reconstrucción al que se le inyectaron de manera inmediata más de 5 mil millones de pesos federales y 3 mil locales; más tarde la cifra aumentó hasta superar los 14 mil millones de pesos, más el aporte material y económico de muchas fundaciones que igual que en Oaxaca, CDMX y Puebla (estados afectados por sismos), multiplicaron los recursos para ayudar a las víctimas.

Año y medio después de la catástrofe las zonas dañadas siguen casi en las mismas condiciones; en Jojutla, la Zona Cero, se demolieron cientos de casas y edificios, se retiró escombro, pero nada más. Las casas que se entregaron fueron edificadas por y con los recursos de organizaciones privadas.

Hoy el tema sigue vigente porque la tragedia continúa: hay cientos de familias que siguen viviendo en albergues o en casas ajenas y miles de niños toman clases a la intemperie porque sus escuelas (las que quedaron en pie) todavía no han sido reparadas.

Graco Ramírez confió el proceso de reconstrucción en alguien de toda su confianza, en quien operó las obras del estado a lo largo del sexenio y fue su alfil en muchas acciones y decisiones: Sergio Beltrán Toto. A él se debe en gran medida el fracaso del programa de reconstrucción y el consecuente hundimiento político del proyecto perredista en Morelos.

La tragedia que dejó el sismo del 19 de septiembre del 2017 pudo ser el punto de regreso social y político de Graco Ramírez, fue su oportunidad para enmendar las fallas y recuperar parte de la confianza ciudadana perdida; pero contrario a ello la tragedia hundió más al gobierno, colocó al jefe del ejecutivo en el ojo del huracán y a su partido como el más odiado del estado. El PRD perdió en el 2018 por Graco.

Hoy nadie sabe a ciencia cierta en dónde quedó el dinero de la reconstrucción, pero todos tienen claro que no se canalizó a las víctimas del sismo. El tema se revisa en la nueva administración y las cuentas no salen: mucho dinero salió para recuperación de casas, de escuelas y de infraestructura pública, pero la obra que se hizo, fue con recursos privados.

La reconstrucción fue el gran negocio de fin de sexenio.

  • nota

El Jefe de la gubernatura José Manuel Sanz confirmó la llegada de elementos de la Marina Armada a Morelos; coadyuvarán en labores de seguridad ante la grave embestida de los grupos delictivos. “Se tiene que recuperar la paz”

Sanz Rivera reveló que la petición de apoyo deriva de la investigación que se lleva acabo respecto a los hechos ocurridos en el restaurant Los Estanques de Cuautla, cuando un comando armado ingresó al lugar y disparó contra los presentes, dejando un saldo de 6 muertos y 11 heridos, entre ellos tres menores de 10, 9 y 5 años.

“Hay una investigación en proceso muy importante, no les puedo decir más en ese sentido, hay una investigación de lo ocurrido en Cuautla sumamente importante y fue la motivación de solicitar reforzar la seguridad en el estado; ¡tenemos que bajar este clima de violencia! Tenemos conocimiento de todo lo relacionado a esta investigación y con base en eso se va a reforzar la seguridad”.

El rostro del funcionario revela la gravedad del problema; desde hace tiempo los hombres y mujeres al mando del estado lucen con el ceño fruncido, desencajados, sin saber qué hacer ni qué decir respecto a lo que está ocurriendo.

Ojalá la llegada de la Marina sea efectiva y no como la de los 200 policías federales que al parecer sólo vinieron de paseo y a comer cecina.

  • post it

Margarita Saravia se estás convirtiendo en la Jesusa de Morelos. A la funcionaria no se le da hablar de cosas serias, sobre todo de seguridad, turismo o cultura; quizá por ello rehúye a la prensa y cuando le preguntan sobre inseguridad comienza a balbucear y responde cosas como: “A mi me toca hablar de lo bonito, yo sólo hablo de cosas buenas, pregúntenle al Comisionado…” o “La  violencia no afecta la llegada de visitantes ni la imagen de Morelos” “No estamos tan mal, no hay tantos muertos como en otros lados”.

La última joya discursiva que nos regaló Saravia es para enmarcarse:

- ¿Qué opinión le merece el cierre de restaurantes por violencia?

-¿Están cerrando? No estaba enterada ¿Son restaurantes o bares? ¡Los establecimientos que sí invierten no están bajando sus cortinas.

Margarita González Saravia está demostrando que el cargo le queda grande y que no tiene un buen equipo que la acompañe; sus expresiones son tan atinadas como las de Jesusa Rodríguez o tan inteligentes como las de Sammy y Miguel Luis.

Se fue Nacaranda Reyes Fuchs, pero llegó Jesúsa González Saravia.

Pobre Morelos con este tipo de funcionarios. Pobre gobernador con estos colaboradores.

  • redes sociales

Los servidores públicos se han vuelto hipersensibles a la crítica, pero han dejado de prepararse. Muchos nuevos políticos (de todos los partidos y en los tres niveles de gobierno) se sienten iluminados, opinan de todo, pero normalmente dicen tonterías. Quizá por esa mediocridad las administraciones públicas han venido a menos, porque los cargos son cuotas de poder o pago de favores, no el resultado del trabajo o el perfil y capacidad profesional de los individuos.

Cuando los políticos son criticados pegan el grito en el cielo; si forman parte de un gobierno exigen al encargado de medios que los defienda, pero no hacen nada para evitar cometer errores.

El problema de los políticos de hoy es que no tienen formación profesional, ni tampoco sensibilidad social.

Comentarios para una columna optimista:

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