Entre las babosadas que se esgrimen para insistir en “rescatar los restos” de 63 mineros muertos la madrugada del 19 de febrero de 2006 en la explosión de Pasta de Conchos (en un túnel de más de un kilómetro y medio, a 490 metros de profundidad) figura la ridícula equiparación de este suceso con el salvamento, en 2010, de 33 trabajadores que quedaron atrapados en la mina de San José, en Chile (durante 69 días, a 720 metros bajo la superficie).
Mientras que la de Coahuila es de carbón (obviamente flamable) y está plagada de imperceptible gas metano de peligrosa y muy alta concentración, la chilena contiene yacimientos de oro y cobre.
En la de Coahuila se desconoce el sitio preciso en que pudieran estar los mineros que ya deben haberse vuelto cenizas (eran 65, pero los restos de uno fueron recuperados en junio de 2006 y los de otro en enero de 2007), pero en la de San José se supo muy pronto el lugar exacto en que estaban los sobrevivientes, y se hizo la perforación del diámetro suficiente para proveerlos de agua y comida en tanto se lograba su rescate.
Lo anunciado ayer por el presidente Andrés Manuel López Obrador entraña un desafío tan descomunal que se antoja imposible superar:
“Se buscó a Germán Larrea (dueño del Grupo México), que ya en otra ocasión yo se lo había planteado. Está fuera del país y tomamos esta decisión. Estoy seguro que no va a oponerse porque es una decisión con dimensión humanitaria y es una decisión del Estado mexicano. Como Presidente, he tomado esta decisión y tengo esa facultad. Si ayuda, bienvenido, y si no ayuda, de todas maneras lo vamos a hacer…”.
Hace 13 años, una brigada de trabajadores exploró sin éxito casi un kilómetro y medio del túnel siniestrado (mide casi tres), sin encontrar a nadie. La hipótesis lógica fue que los atrapados quedaron enterrados o estaban en alguna parte aún más profunda. La búsqueda se suspendió porque los rescatistas se toparon con grandes y letales concentraciones de gas natural.
Requerido entonces, el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (organismo autónomo que analiza el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación; asesor del Poder Ejecutivo, el Conacyt y el Consejo General de Investigación Científica, Desarrollo Tecnológico e Innovación), luego de analizar los datos esenciales, opinó que lo mejor era cesar la búsqueda, ya que lo más probable es que la explosión hubiera provocado derrumbes; que el sitio estuviera inundado de agua y, sobre todo, que el peligroso gas pusiera en riesgo las vidas de quienes intentaran el rescate.
Si la ilusión es recobrar los restos para darles sepultura, lo sensato sería construir un mausoleo a la entrada de Pasta de Conchos y quizás una capilla ecuménica para honrar la memoria de los mineros fallecidos por culpa de sindicatos y empresas que consienten la inseguridad en las minas…