La oposición huele sangre
En la Reforma Educativa trabajó el oficialismo como en ninguna otra
Alguien dijo que la mitad de los hechos históricos son obra de la voluntad y la otra mitad, del azar.
Todo indicaba que Napoleón derrotaría a Wellington en Waterloo, pues sus fuerzas eran superiores, pero la lluvia que cayó antes de la batalla hizo imposible que la tropa francesa se movilizara con rapidez y eso dio tiempo a que llegaran los refuerzos del mariscal Von Blücher.
Todo indicaba que la flotilla de Cristóbal Colón haría tierra en lo que hoy es Estados Unidos, pero cinco días antes de desembarcar en la isla de Guanahani (o San Salvador), el marinero genovés divisó una “gran multitud de aves”, lo que lo hizo cambiar el curso hacia el suroeste y, en cambio, descubrir las Bahamas.
Todo indicaba que la Reforma Educativa del presidente Andrés Manuel López Obrador sería aprobada en el Senado el martes por la noche, pero la ausencia fortuita de cuatro legisladores del bloque oficialista quiso que la minuta se quedara corta, por un solo voto, de alcanzar la mayoría calificada en la votación en lo particular, cuando ya había sido avalada en lo general.
El hecho quizá constituya un punto de quiebre en el dominio lopezobradorista sobre el Congreso. Ya lo veremos. Hasta ese momento, el bloque mayoritario había logrado sumar los votos necesarios para modificar la Constitución y sacar adelante la Guardia Nacional, la extinción de dominio y el catálogo de delitos para la prisión preventiva oficiosa. Pero el azar quiso que hasta allí llegara.
En ninguna de ellas trabajó tanto el oficialismo como en la Reforma Educativa. Por ejemplo, debió sobreponerse a los bloqueos de la CNTE del Palacio Legislativo y modificar un dictamen ya aprobado. Todo estaba listo para que el Presidente proclamara que había cumplido su promesa de campaña (aunque decir que no quedó ni una coma de la reforma anterior sea una exageración).
Ahora será necesario un periodo extraordinario de sesiones del Congreso para tratar de sacarla adelante. Y hay otros asuntos legislativos que tampoco pueden esperar a que diputados y senadores vuelvan a encontrarse en septiembre. La cosa es que, desde ayer, venimos escuchando a una oposición envalentonada, que sabe que uniéndose puede evitar que el oficialismo modifique la Constitución a su antojo y sin tomarla en cuenta.
Se espera que el periodo extraordinario pueda ser convocado para el 14 de mayo, pero la mayoría legislativa tiene que asegurarse de que no le espera un nuevo fracaso.
Antes de eso, deberá contar con el apoyo de al menos dos legisladores de oposición, pues Morena cuenta con 23 de los 37 miembros de la Comisión Permanente. Y para llamar al extraordinario se requieren 25 votos.
Aun si los obtuviera, no le será tan sencillo negociar con los opositores, especialmente si tomamos en cuenta que el periodo se desarrollaría simultáneamente con la última fase de las campañas electorales en seis estados.
Bien sabemos que cuando coinciden negociaciones parlamentarias con procesos electorales, el peligro de que ocurra un corto circuito es alto. Ésa ha sido una de las razones para agrupar las elecciones en junio, a medio camino entre el 30 de abril, último día del periodo ordinario de sesiones que se inicia en febrero, y el 1 de septiembre, cuando comienza el siguiente.
Por si fuera poco, la oposición ha olido sangre. Aunque el gobierno sigue gozando de una alta popularidad, los datos económicos y de seguridad muestran que las cosas aún no le han salido.