Golpe de timón
El tiempo ya se le acabó a Cuauhtémoc Blanco: o da un golpe de timón que muestre que puede y quiere sacar al estado adelante o las cosas se le van a ir de control. La fama no es suficiente para gobernar.
Golpe de timón
Los conflictos se acumulan en el estado sin que se observen visos de solución en ningún aspecto. El mal humor social está presente en el ambiente y arrastra todo a su paso. A siete meses de iniciada la gestión de Cuauhtémoc Blanco el desgaste del jefe del ejecutivo es evidente como resultado de muchos aspectos internos y externos. O hacen algo pronto o la crisis hundirá el barco.
Nunca antes en la historia del estado vimos y vivimos un arranque de sexenio tan convulsionado como el actual; la suma de conflictos es brutal y la capacidad del gobierno para dar respuesta a los reclamos populares fue rebasada casi desde el principio.
Cuauhtémoc Blanco recibió un estado en llamas, con múltiples conflictos y una efervescencia pública que se combinó con su inexperiencia para gobernar. Peor: el jefe del ejecutivo no tiene un equipo que supla su falta de conocimiento en política y socialice el trabajo de su administración; por el contrario, en su gabinete prevalece la pasividad, la improvisación y la ausencia de compromiso.
Al ejecutivo estatal le urge un ajuste mayor, un cambio de estrategia, de actitud y hasta de integrantes. En materia de seguridad se requiere replantear el camino y la permanencia del titular; José Antonio Ortiz Guarneros es un marino experimentado, pero ya no tiene la fuerza ni la voluntad para dar una pelea tan dura como la que se vive en el estado; el almirante es un hombre mayor, jubilado, sin necesidades económicas ni compromiso con una tierra con la cual no tiene arraigo.
En la seguridad hace falta un mejor planteamiento, una estrategia más firme, una comunicación más eficiente y una figura con empatía social que provoque confianza. Para combatir el problema de inseguridad de Morelos se requiere de una persona experimentada en la materia, pero también alguien que conozca a Morelos y a los morelenses.
Otro aspecto clave es en la crisis actual el económico: Morelos vive una de las peores recesiones de los últimos años, el circulante escasea, los empleos son pocos y mal remunerados y la falta de inversión pública en el último sexenio provocó un estancamiento casi generalizado en el estado. En el sexenio pasado se contrataron créditos por más de 10 mil millones de pesos, pero el dinero se robó o canalizó a empresas foráneas, lo cual afectó el PIB local.
En este punto vale la pena revisar, además, la estrategia financiera del estado: el secretario de finanzas de Cuauhtémoc Blanco es el más experimentado del gabinete, ha participado en tres administraciones distintas y siempre ha entregado buenas cuentas. Pero algo pasa hoy: Alejandro Villarreal está ausente, su conducta no es la de antes y su actitud no es la que demanda el estado y la administración en un momento tan complejo como el actual. A Villarreal le pesan sus relaciones personales y lo arrastran sus compromisos, por eso le han perdido confianza; Alejandro es un extraordinario secretario de Hacienda, pero un mal político.
El gobierno estatal vive una severa crisis de inicio de sexenio y el gobernador necesita dar un golpe de timón para mostrar que Morelos tiene rumbo y capitán al frente del barco. La ausencia del jefe del ejecutivo no ha sido buena para nadie, se nota y eso provoca escenarios de caos que hoy tienen consecuencias. El mandatario y su equipo pueden buscar y dar todas las excusas que quieran, pero lo evidente salta a la vista: el gobierno está mal, la gente está enfadada con el gobernador y pronto esta inconformidad dará pie a una crisis mayor.
Nuevamente, por cuarto sexenio consecutivo, Morelos vive un momento álgido; otra vez en muy poco tiempo la administración estatal enfrenta un problema serio de gobernabilidad y se acerca peligrosamente a un escenario de crisis en los tres poderes. El problema de confianza y credibilidad no es exclusivo del ejecutivo, lo viven también los diputados y los magistrados; los ciudadanos están molestos con todos y sobran razones.
Lo sencillo para algunos es apostar por la debacle institucional, el naufragio gubernamental y la decapitación del ejecutivo. Eso es sencillo y si se tratara de una medida de asepsia política podría ser hasta positivo. Pero no es así: de un tiempo a la fecha los políticos y algunos ciudadanos han hecho del ataque al gobierno un deporte, es un golpeteo sistemático sin objetivo mayor que el de apalear a los políticos sin pretender que las cosas mejoren.
Morelos lleva más de 30 años de conflictos en cuatro diferentes sexenios; la grilla interna, el ataque sistemático a las instituciones y la degradación de la política se ha convertido en un deporte estatal. A todos nos gusta atacar a la autoridad en turno, criticar a los gobernantes y apostar por su derrota. ¿Pero cuales han sido los resultados?
Hoy estamos de nuevo en esa disyuntiva: vemos la debacle temprana de un régimen, la crisis es causada por problemas heredados, la actitud del gobernador y el pobre desempeño del gabinete.
Los ciudadanos votaron por el futbolista a sabiendas que no era de Morelos, que no cumplía con los requisitos de ley para ser gobernador y que no iba a ser él quien tomara las decisiones. El enojo contra el régimen pasado era mucho y la sola oferta de encarcelar a su titular bastó para que la mayoría de los ciudadanos pasaran por alto todo lo anterior; lo importante era encarcelar a Graco y evitar la llegada de su hijo. Hoy vemos las consecuencias.
El tiempo ha dejado de ser aliado del ejecutivo. Es momento de que Cuauhtémoc Blanco reaccione y tome decisiones antes que de que sea tarde.
- posdata
Incluso en su oferta de llevar a los corruptos a la cárcel el gobierno de Cuauhtémoc Blanco está fallando. Han pasado siete meses desde que inició el nuevo régimen y casi un año desde que el deportista ganó la elección; el ex seleccionado nacional presumía que al ganar inmediatamente metería a la cárcel a Graco y a su hijo, que procesaría a su esposa y a sus operadores financieros, que llevaría a todos ante la justicia y los obligaría a devolver lo que se llevaron.
Cuauhtémoc Blanco confió en quienes le decían que tenían las pruebas para hacerlo, los que le aseguraban que sería fácil actuar y en un abrir y cerrar de ojos el tabasqueño y los suyos estarían tras las rejas. Lo engañaron y lo siguen engañando.
Siete meses después de haber jurado cumplir y hacer cumplir la ley en Morelos el nuevo gobierno ha sido incapaz de dar un solo golpe contundente contra la corrupción; se la han pasado haciendo declaraciones tronantes y presentando denuncias sin sustento con el único objetivo de hacer ruido y cumplir con la formalidad.
La gente ya se dio cuenta de que todo es un cuento, una gran mentira de quien se dice asesor anticorrupción. Desde el gobierno, con todos los elementos y la información a la mano la nueva administración no ha podido hacer nada; Gerardo Becerra insiste que todo es culpa de los fiscales estatales, pero ni la denuncia presentada ante la FGR ha prosperado. “Nosotros ya cumplimos, ya presentamos las denuncias, corresponde ahora a la autoridad judicial actuar” dice el vocero de la extinta CMMC.
La postura de Gerardo es política y engañosa: Cuauhtémoc Blanco dijo con todas sus letras que metería a la cárcel a Graco y a Rodrigo Gayosso, el mismo Gerardo Becerra afirmó que tenían todas las pruebas para procesarlos y que los obligarían a devolver lo que se robaron (sic); hoy dicen que no era así, que su compromiso sólo era demandarlos y dejar que otras instancias actuaran. Nos vieron la cara de pendejos a todos.
Prometer que haría justicia a los morelenses fue una extraordinaria bandera de campaña, pero hoy se ha convertido en una pesada carga para el gobierno de Cuauhtémoc Blanco. Al futbolista lo engañaron quienes le dijeron que tenían las pruebas para actuar y lo siguen engañando quienes le insisten que hay todos los elementos para encarcelarlos.
Ya nadie cree que Cuauhtémoc Blanco meterá a la cárcel a Graco porque su gobierno y su asesor anticorrupción no tienen ni la capacidad ni las pruebas y quizá ni la voluntad para hacerlo. La gente se siente traicionada porque la principal promesa del americanista resultó falsa y hoy nos dicen que su único compromiso era denunciarlos y dejar la tarea a otros.
Incumplir la promesa de encarcelar a Graco representa una enorme decepción para la gente, pero también es un duro golpe para este gobierno. Sin justicia para los ciudadanos la otra promesa que queda es acabar con la inseguridad y recuperar la paz y eso es imposible de resolver en el corto plazo.
Ni el asesor anticorrupción, ni los funcionarios del gabinete, ni los abogados del gobernador han podido armar un expediente sólido en contra del ex gobernador, su familia o sus colaboradores. Muchos hablan al respecto, pregonan que hubo un saqueo monumental y afirman que se actuará conforme a la ley, pero nadie ha dado un paso firme en ese camino.
En la realidad aún no hay nada contra los graquistas, salvo algunas denuncias contra personajes de tercer nivel que, dicen los abogados, fácilmente serán desechadas porque carecen de sustento.
Nadie cree ya en las promesas de encarcelar a los corruptos y a ninguno de los imputados les asustan las declaraciones del gobierno. Graco Ramírez anda de vacaciones y Beltrán Toto ahora es vecino de Cuauhtémoc Blanco.
- nota
El problema delictivo es muy fuerte en todo el país; incluso aquellos estados que se caracterizaban por su tranquilidad y dinamismo han caído en esta vorágine de violencia que azota a todo México. El siguiente es un fragmento de lo que recapitula la revista Proceso:
“En lugar de disminuir “a partir del primer día” del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, como él prometió en su campaña, la criminalidad en el país va en aumento en los primeros cuatro meses, según dio a conocer el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), lo que orilló al mandatario a poner un plazo fatal de seis meses para revertir esa tendencia.
El combate a la violencia fue una prioridad en su campaña y lo es en su programa de gobierno, pero el presidente Andrés Manuel López Obrador no ha conseguido resultados positivos en el primer cuatrimestre de su gobierno. Por el contrario, la estadística del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública muestra un incremento de los índices de homicidios, pero además el crimen organizado se empeña en demostrar que, si las condiciones del país no cambian, seguirá sembrando el terror y corrompiendo la vida pública.
Hasta el pasado 12 de marzo, el presidente insistió en que habían bajado los índices delictivos, a pesar de que cada mes los medios de comunicación publican los datos del SESNSP. Esa actitud le costó al mandatario una confrontación con Jorge Ramos, periodista de Univision, quien dijo en la conferencia matutina de ese día que, de continuar así, 2019 será el año más violento de la historia en el país…”
- post it
Las cosas no marchan bien en el estado, ni tampoco en la capital. Ahí el problema es más agudo porque el edil vive de ocurrencias y se comporta como un chavorruco.
Antonio Villalobos no decepciona a nadie, porque nadie votó por él; su llegada a la presidencia municipal de Cuernavaca fue coyuntural y resultado del conflicto entre José Luis Borbolla y Cuauhtémoc Blanco.
La capital vive un momento complejo desde hace varios años: no hay plan de gobierno ni tampoco nueva infraestructura (paradójicamente el último alcalde que hizo obra fue Manuel Martínez Garrigós), la seguridad es peor cada día y los servicios (salvo la recolección de basura) van en picada.
El presidente municipal se la pasa soñando que es Tony Stark, supone que los eventos políticos sustituyen el trabajo de un gobierno y piensa (como algunos de sus colaboradores) que postear cosas en redes sociales es comunicación.
El gobierno de Cuernavaca también es una tragedia para sus habitantes.
- redes sociales
En Morelos Morena apuesta por la caída de Cuauhtémoc Blanco y en el pecado llevarán la penitencia: Si el futbolista fracasa como gobernador, difícilmente Morena podrá ganar las próximas elecciones.
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