El riesgo para Nahle
La encomienda a la secretaria de Energía para encabezar la construcción de la Refinería Dos Bocas en Paraíso Tabasco -tras declararse desierta la licitación de la obra– confirma el papel preponderante que tiene la originaria de Zacatecas para el proyecto sexenal y la cercanía con el presidente López Obrador. Sin embargo, a pesar de sentirse honrada, la funcionaria también debería estar preocupada, porque así como podría ser reconocida por el éxito del encargo, también sería la primer señalada en caso de que el proyecto fracase. Y no es ningún secreto que tanto Nahle como el director de Pemex Octavio Romero Oropeza tienen un gran número de detractores, incluso al interior del gabinete federal, quienes consideran que carecen de las credenciales para impulsar el sector energético del país.
No hay Guardia para todos
Así como durante el inicio del sexenio de Enrique Peña Nieto, la gran mayoría de mandatarios estatales pidieron el envío de elementos de la Gendarmería, algo similar sucede ahora con la Guardia Nacional, un cuerpo en formación, pero cuya presencia ya es requerida por gobernadores que enfrentan problemas de violencia en sus entidades. Sin embargo, el proceso de reclutamiento para la conformación de la Guardia llevará tiempo, por lo que los elementos no alcanzarán para todos los solicitantes. Uno que ya recibió la negativa fue el mandatario de Morelos Cuauhtémoc Blanco, al que ni siquiera le sirvió la alianza con el partido del presidente. Morelos, nos comentan, no es prioritario para el despliegue de la Guardia. ¿Habrá motivaciones políticas?
¿Quién tiene el control en la UNAM?
Es más que preocupante que últimamente las noticias relacionadas con la Universidad Nacional Autónoma de México estén más relacionadas con hechos de violencia que con logros académicos. La situación ya se le salió de las manos al rector Enrique Graue, rebasado por los grupos delictivos que operan abiertamente en los campus de la máxima casa de estudios y secuestrado por grupos con intereses muy ajenos a la UNAM. ¿Quién manda realmente?