La contaminación ambiental se ha vuelto la última gran pesadilla de Ciudad de México. Una veintena de incendios durante el fin de semana han convertido el ambiente de la metrópolis en una agonía para sus habitantes y quienes trabajan en ella —más de 20 millones— que enfrentan este lunes el cuarto día consecutivo con altos niveles de ozono y de partículas contaminantes en el aire. La crisis se agravó notablemente este domingo por la noche y el Gobierno, encabezado por Claudia Sheinbaum, decidió decretar una alerta ambiental con el objetivo de “reducir la probabilidad de afectaciones en la salud de la población”.
Este lunes, la Secretaría de Educación ha tomado medidas contundentes. Desde la mañana, la institución decidió prohibir temporalmente el recreo de los niños de primaria y cualquier actividad física al aire libre. Incluso, ha recomendado que los alumnos con enfermedades respiratorias no acudan estos días a clase hasta que se restablezca la situación.
Los problemas empezaron el viernes por la tarde. Los niveles de contaminación ambiental en una ciudad que vive al borde de la contingencia se dispararon alrededor de las tres de la tarde de ese día y no han parado de aumentar desde entonces. El humo producido por una veintena de incendios en la ciudad y una treintena más en el Estado de México, la entidad que rodea la capital, agravó la situación ya de por sí delicada y cubrió a la metrópolis de un aire más oscuro y espeso de lo normal.
El Gobierno de la ciudad justificó este domingo que la combinación entre el humo emitido por los incendios y la ausencia de vientos fueron las causas de que el ambiente se volviera tóxico. Esta fórmula fatal fue lo que empujó, según explica el comunicado oficial, a toda la Zona Metropolitana del Valle de México, donde viven más de 20 millones de personas, al borde de la crisis. El mensaje advertía además a los ciudadanos de los posibles riesgos de salud e incluía una lista de actividades a evitar para contribuir con la situación, como cocinar alimentos con leña, prender velas o fumar. A pesar de que la Administración capitalina ha intentado cargar casi toda la responsabilidad en el fuego, los números negativos en la contaminación ambiental que sufre la urbe van más allá de los sucesos de este fin de semana.
En marzo, los expertos advertían de que esto podría ocurrir. Los pronósticos climatológicos para este año apuntaban a que la capital viviría una de sus peores temporadas de calidad del aire, similares a las que sufrió en 2016, el peor año en más de una década. Desde el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda) denunciaban en una entrevista a este diario que "si a este año le sumamos al fenómeno del Niño, el calor, los incendios, la verificación vehicular ineficiente [por corrupción], estaremos ante una situación ambientalmente adversa". Y le hicieron una exigencia a la nueva Administración: "El Gobierno debería pensar ya en un programa de cortísimo plazo, para marzo-mayo, de manera preventiva, ante la alta posibilidad de enfrentar esta situación”. No hubo entonces ninguna medida urgente.
No es ninguna novedad que durante los meses más calurosos y secos del año la capital se vuelva un lugar irrespirable. El 10 de mayo de 2016 vivió una de las peores crisis ambientales de su historia. El aire que respiraban sus habitantes se convirtió en el más dañino en 14 años. La capa color café que sobrevolaba la capital durante los meses más secos y cálidos del año, desde febrero a mayo, se sentía en los pulmones de sus habitantes y los expertos advertían de los graves riesgos cardiovasculares y respiratorios. La decisión de las autoridades fue entonces restringir la circulación de coches, decretar alertas ambientales e impulsar una estricta verificación de las emisiones de los vehículos. En 2017, por esas mismas fechas, volvió a ocurrir: cinco días seguidos de crisis, 4,5 millones de coches sin poder salir del garaje. En 2018, las condiciones climáticas y la imposición de una norma federal ayudaron a que esto no volviera a suceder. Pero para este 2019, la capital se asomaba de nuevo a una temporada de crisis y la ausencia de medidas concretas para evitarlo aumentó la preocupación sobre la capacidad del Gobierno —liderado por primera vez por una científica y experta en temas ambientales— de hacer frente a una amenaza inminente a la salud pública.
No es la primera vez que la polución ambiental golpea a Sheinbaum. En lo que va de 2019, la ciudad ha tenido que decretar la contingencia unas cuatro veces, el doble que en todo 2018. Por este motivo, la Administración local perdió el pasado viernes un juicio de amparo frente a un grupo de ciudadanos que llevaron a los tribunales la política de verificación de coches implementada por la jefa de Gobierno, por contribuir con la mala calidad del aire al ser “más laxa”. El revés de la justicia ordenó además la suspensión de la medida al considerar que “afectó la salud de la población e impactó negativamente al medio ambiente”, según se lee en la sentencia firmada por tres jueces federales.
Horas antes de lanzar la alerta, Sheinbaum había admitido que el plan de emergencia que tiene la ciudad ante la contaminación ambiental no es una solución efectiva. “Creo que el programa está muy retrasado. No pasa nada si decretas contingencia ambiental”, había señalado. Ante la posibilidad de que la mala calidad del aire genere problemas de salud, la jefa de Gobierno prometió realizar “una revisión integral” de la medida y un periodo de consulta con ciudadanos para que puedan expresar sus preocupaciones. “Tiene que haber una nueva normatividad y tenemos que ser conscientes de ellos”.
Las críticas han caído con dureza sobre la jefa de Gobierno, que tiene experiencia en el tema tras haber ocupado la Secretaría local de Medio Ambiente entre 2000 y 2006, cuando el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador gobernaba la ciudad. El gran desafío para la Administración local está, según los analistas consultados por este diario, en el desarrollo tanto del nuevo programa de calidad de aire —el actual, que hereda del anterior Gobierno, expira en 2020— como del plan de movilidad que se espera que sean presentados antes de que acabe el año. Una vez pase la crisis, los ojos estarán puestos allí.