La Conaliteg y el titular de la SEP presumen que habrá ahorros de entre 154 y 175 millones de pesos por la compra del papel, pero la prontitud que exige la hechura de los libros implicará costos extra a los trabajadores porque “se harán más turnos”, según indicó el Presidente, y ese tipo de esfuerzo tiene un costo laboral de consideración.
La demora es evidente: la autoridad educativa federal tiene solamente 20 millones de libros de texto gratuitos producidos, y un total de 176 millones de libros por producir. Según el dicho del titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Esteban Moctezuma, en un estimado de tres semanas, esos 196 millones de libros, una vez que se hayan producido, y que abarcan preescolar, primaria, secundaria, lenguas indígenas y telesecundaria, pueden llegar a tiempo a todas las escuelas del país. Pero el tiempo es corto, muy corto, si se considera que usualmente, el proceso de producir y distribuir libros de texto para todo el país lleva casi un año.
Las estimaciones del secretario Moctezuma plantean un escenario muy ajustado: dentro de quince días, asegura, estima tener 80 millones más de libros producidos; a mediados de junio, otros 55 millones de libros.
Y aunque la oferta de la autoridad federal es que se “harán más turnos” para cumplir a tiempo, en los hechos, no es una situación que dependa de la pura voluntad: en la hechura de los libros de texto gratuitos intervienen importantes sectores: la industria papelera, la de las artes gráficas e impresión, la del autotransporte de carga. Son esos tres los puntales que, articulados con la operación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, son los que permiten que, cada inicio de ciclo escolar, los alumnos de todo el país reciban los textos con los que habrán de trabajar.
LAS CAUSAS DEL ATRASO. No es un asunto de inexperiencia: Antonio Meza Estrada repite como Director General de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, cargo que ya ocupó en la administración del presidente Ernesto Zedillo. Tampoco se trataría, siendo estrictos, de “evitar la corrupción”, como afirmó el presidente López Obrador. La adquisición del insumo esencial en la producción de libros, el papel, es el origen del proceso, y, en este caso, ha sido la causa del retraso: las compras consolidadas efectuadas por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público alcanzaron el propósito del gobierno federal: finalmente, compraron papel a precios muy parecidos a los que se compró en la anterior administración. Como el papel es un commoditie que experimenta por lo menos desde hace un año, una importante tendencia a la alza, la hecha en este 2019 por la autoridad federal es una “buena compra”, según explicaron a Crónica fuentes especializadas en los procesos de producción editorial.
No es gratuito ese “buen precio”, ni es buena voluntad solamente: las empresas productoras tenían papel listo para ser vendido, pues la producción de libros de texto gratuitos es un mecanismo que, en sesenta años de operación, se ha ido ajustando y volviéndose cada vez más preciso. Después de cinco meses sin una sola compra, es comprensible que se haya vendido a un precio menor al que originalmente plantearon.
Pero solamente se ha avanzado en una etapa. Imprimir y distribuir supone la contratación de servicios cuyas licitaciones tendrían que estar ya en marcha, e incluso, avanzadas. Solo de esa manera se entiende el cálculo optimista del secretario Moctezuma.
USO DEL PAPEL RECICLADO. La Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg) afirma que, a ese papel comprado a buen precio, se suma el proveniente de donaciones de papel de desecho, que se recicla para obtener más materia prima. El programa, llamado originalmente “Recicla para Leer”, se creó en el sexenio de Vicente Fox, y se ha mantenido desde entonces, con la participación de gobiernos y autoridades estatales, entidades federales y organismos autónomos.
La Conaliteg reporta, donaciones, entre enero y abril de 2019, provenientes de 11 entidades (un organismo autónomo, el INE, un gobierno estatal, el de San Luis Potosí, un organismo del Poder Judicial, el Tribunal Federal de Justicia Administrativa, siete entidades federales, y Aeroméxico). Entre esas donaciones destaca la del INE, que aportó 1,585 toneladas de papelería electoral: el material empleado en las elecciones de 2018. Pero en conjunto, estas donaciones equivalen al papel que se necesita para producir un millón de libros.
OTRO PROCESO. El proceso que permite a los estudiantes de las secundarias públicas recibir sus libros de texto gratuitos es diferente al de los otros tipos de libros. Por medio de un catálogo on line, los profesores de secundaria de todo el país eligen el que consideran más adecuado para impartir su curso. Articular esta selección con las matrículas de las escuelas, permite hacer pedidos de libros específicos para cada escuela. Pero también van tarde.
El proceso de selección de los profesores se ha realizado, en años anteriores, a mediados de febrero, y, aproximadamente un mes después, se cerraba el pedido y, a partir de los datos ciertos, se encargaba a la industria editorial la hechura de los libros, proceso que arrancaba en marzo de cada año.
Pero en este 2019, el proceso de selección se abrió el 22 de abril pasado y, originalmente cerró el miércoles 15. La Conaliteg ha ampliado la selección hasta el domingo 19. La orden de producción, también está, por tanto, atrasada.
Pero, precisan a Crónica fuentes conocedoras del proceso, puede que secundaria no sea un caso tan complicado. La Comisión compra libros hechos; toca a las editoriales garantizar su producción puntual, cosa que es viable, porque poseen la capacidad económica para lograrlo.
HABLAR DE AHORROS. La “buena compra” es la que hace que la Conaliteg hable, en un comunicado, de un “ahorro”, que la institución estima en 154 millones de pesos, y que el secretario Moctezuma calcula en 175 millones de pesos. Sea una u otra la cifra de lo que no se ha gastado en papel. Es prematuro hablar de ahorros: para estar a tiempo, ha afirmado el presidente López Obrador, “se harán más turnos”. Pero los trabajos urgentes, en cualquier actividad industrial, pueden generar sobrecostos, y por tanto, lo ahorrado en papel, podría ir a dar a solventar la urgencia en materia de impresión o de distribución.