¿Desde cuando no tenemos en Morelos a un líder que mueva masas, que haga reflexionar a los demás, que encabece luchas sociales, que señale conflictos, que plantee soluciones y sea respetado por los demás? ¿Quién fue el último personaje cuya voz era escuchada y atendida?
La buena marcha de un estado depende de muchas cosas y de muchos sectores, se requiere del trabajo conjunto de todos, del esfuerzo colectivo para que los cambios sucedan y las ideas se materialicen. Sin liderazgo las cosas son más difíciles y las soluciones tardan más tiempo en llegar.
Piensa lectora lector querido, quién fue el último personaje que te inspiraba confianza, al que le tenías respeto y reconocimiento, al que te gustaba escuchar y en quien creías, al que le entregarías las llaves de tu casa con la certeza de que no abusaría de la confianza y te lastimaría.
Y no me refiero sólo a la vida política, sino a nuestro quehacer y vivir cotidiano en todos los sectores de la sociedad.
Personalmente recuerdo, por ejemplo, aquellos tiempos cuando la Coparmex era un órgano empresarial con peso y respeto, que atendía a sus agremiados, pero también impulsaba una mejora permanente de las condiciones de sus trabajadores; era una organización empresarial que no tenía miedo de señalar los problemas del estado y poner el dedo en la llaga de los gobiernos, cuando las cosas estaban mal. Era la Coparmex que no tuvo duda en reclamar y enfrentar al general Jorge Carrillo Olea cuando el secuestro se multiplicó en el estado.
Quizá una de las razones por las cuales nuestro estado ha caído desde hace años en una espiral de desgaste es porque los liderazgos se han ido apagando poco a poco; ya no se ve una organización empresarial fuerte y verdaderamente representativa, los sindicatos han regresado a las prácticas de los años setentas que tanto dañaron a Morelos y a los trabajadores y en los demás sectores de la población también escasean los liderazgos que ayuden a que las cosas mejoren.
Desde que la política se mercantilizó y los cargos públicos se volvieron un camino para hacer dinero, las cosas se descompusieron. La política está en su peor momento, sus integrantes se han prostituido y los poderes, en lugar de ser puntos de equilibrio y gobernabilidad, se volvieron cómplices del gran saqueo que sufre el estado desde hace cuatro sexenios.
Los partidos tienen una enorme culpa de esta situación: hace unos años la militancia partidista era una de las puertas para acceder al poder y ese camino era seguido por líderes sociales, de colonias, del campo, de la industria, jóvenes, mujeres…
Entonces llegaron las Mariselas, los Guillermos, los Gracos, los Messeguer, las Tenchas, los Gayossos, los Adrianes, los Oscarsergios… y comenzaron a venderse las candidaturas, se apartaban las posiciones seguras para la familia y los amigos y se intercambiaban posiciones a cambio de dinero. Los partidos emergentes fueron peores: ahí se vendía todo: candidaturas y dignidad.
La falta de liderazgos en la vida pública del estado es evidente y es resultado, en buena medida de la perversión de la política. Por supuesto que aún hay líderes reales en las colonias, en los sectores y en muchas poblaciones de nuestra entidad, pero esos líderes ya no creen en las instituciones, no confían en los gobiernos y están asqueados de los partidos.
Ésta falta de liderazgo se ha convertido en un problema de conducción y suma de voluntades; sin liderazgo en los sectores y en las instituciones, los problemas se multiplican sin que los encargados de resolverlos puedan encontrar una solución que incluya la participación de la ciudadanía. Obvio: la gente no quieren participar porque no confían en sus autoridades.
Para que los conflictos que hoy enfrentamos como sociedad puedan ser resueltos, es necesario que alguien conduzca por buen camino el destino del estado y pueda llamar a los demás a seguir su ejemplo. No me refiero necesariamente a un político (de cualquier partido), sino a alguien que desde la iniciativa privada, la sociedad civil, el campo, el transporte, la religión, la educación o desde cualquier lugar pueda generar inercia y logre hacer entender a los demás que los problemas afectan a todos.
En Morelos hay muchos problemas. Se buscan líderes que nos ayuden a resolverlos.
- posdata
El pueblo está cansado, dice Ramón Castro Castro, Obispo de Cuernavaca; en trece municipios piden derecho piso y algunos alcaldes tienen que pagar cuota a los grupos delictivos
Los niveles de violencia en todo el estado están peor que antes, urge cambiar la actual estrategia de seguridad por una que logre resultados efectivos, afirma el líder de la iglesia católica.
"Decimos basta de sangre, basta de asesinatos, basta de robo, basta de derecho de piso, estamos cansados porque la seguridad no ha mejorado para nada, la violencia está creciendo a nivel federal y estatal y eso nos preocupa"
Los últimos hechos violentos que han cimbrado a la entidad (el asesinato de dos líderes sindicales en el centro de Cuernavaca, la emboscada a trabajadores de un centro penitenciario federal y el asesinato y secuestro del hermano del ex gobernador Marco Adame) ocurren a unas semanas de que se realice la quinta marcha por la paz en Cuernavaca.
Morelos vive en la zozobra, argumenta Ramón Castro, por ello la gente debe salir a las calles y orar por la paz; debemos perder el miedo, tenemos que dar la cara y mostrar que no estamos conformes con la situación en la que vivimos “Hoy hasta la señora que vende tacos y tortas es amenazada”
"Ya no es sólo una violencia de noche, ya no hay respeto por la ciudadanía; el mensaje que queremos dar en la Marcha por la Paz es que ya basta, pero no solo a las instituciones gubernamentales, sino a todos; necesitamos unirnos para realizar acciones reales, para responder a la violencia y construir la paz", afirma Tomás Toral Nájera, vicario de la Diócesis de Cuernavaca.
“Se les ha pedido al gobierno del estado y a la Comisión Estatal de Seguridad que revisen la estrategia porque no está funcionando; las autoridades deben buscar profesionales de otros estados o países para lograr la pacificación”.
La postura de la iglesia católica es cada vez más firme ante la situación de inseguridad que enfrenta el estado y el país; Ramón Castro no está con el gobierno, como lo presumen algunos funcionarios de la administración estatal; el obispo es un hombre educado, receptivo, respetuoso, pero no torpe ni sumiso, aunque hay quienes confunden caballerosidad con entreguismo y prudencia con sometimiento.
La próxima marcha por la paz será un parteaguas en Morelos en materia de seguridad; si la caminata convocada por la iglesia católica vuelve a ser igual de numerosa como en el pasado, el mensaje de la sociedad morelense retumbará en todo el país y se puede convertir en un ejemplo a seguir en otras entidades en las que se está viviendo el mismo problema de violencia que en Morelos. ¿Qué opinaría el presidente si en Morelos detona un movimiento ciudadano por la paz encabezado por la iglesia y se replica en otros estados?
No hay forma de que el tema de inseguridad y violencia se resuelva de aquí a que se realice la marcha; por el contrario, como se ven las cosas es altamente probable que el escenario se siga descomponiendo y el caldo de cultivo para movimiento social alcance su punto de ebullición en la víspera de la caminata.
Nadie en el equipo de Cuauhtémoc Blanco, ni siquiera quien hasta hace unos meses era un feroz activista contra el gobierno y contra la inseguridad, parece haber dimensionado las consecuencias de un movimiento social multitudinario que, aún sin ser directamente en contra del gobernador, se enmarca en un clima de inconformidad por el problema de inseguridad que prevalece y corresponde atender al jefe del ejecutivo.
Frente a una ausencia total de liderazgo en el estado, el movimiento y la actuación de la iglesia católica van a ser decisivos en el futuro social, político y gubernamental del estado.
El primer error de los gobiernícolas es pensar que “tienen” al Obispo de Cuernavaca; el segundo es no tener una buena comunicación con de esa grey.
- nota
Las dos últimas dos semanas en Morelos han sido de pesadilla. Uno tras otro ocurren hechos violentos que nos roban la paz y nos recuerdan el gravísimo problema por el que estamos atravesando como estado y como país.
Aunque se quisiera no hay forma de ocultarlo. Los ríos de sangre están presentes en todo México y las historias de horror se cuentan de costa a costa y de frontera a frontera.
No se trata de hacer leña del árbol caído o apología de la violencia, simplemente vale la pena tener presente el gravísimo problema que tenemos y la importancia de buscar todos una solución.
A los gobiernos y a sus titulares poco les importa el baño de sangre en el que se encuentra el territorio nacional; a ellos esta situación no los afecta directamente porque cuentan con protección personal, viajan en vehículos blindados y viven en zonas resguardadas por agentes de seguridad. Hoy la familia Adame fue víctima de la violencia y reclaman el clima de inseguridad en el que vivimos; pero antes, cuando ellos estaban en el poder y se beneficiaban de sus relaciones con grupos delictivos, hacían caso omiso a los problemas y despreciaban a quienes como ellos ahora, reclamaban al gobierno una mejor actuación. Es el ciclo sin fin del poder.
En el discurso todos los políticos condenan la violencia, pero en la realidad no hacen nada por remediarla. El plan de pacificación del presidente López Obrador se fundamenta en la buena voluntad y los buenos deseos, pero está visto que los criminales no tienen compasión.
¿Hasta cuándo continuará México viviendo tan altos niveles de inseguridad y violencia? ¿Hasta dónde aceptará el ciudadano común tanta apatía de sus autoridades?
- post it
Again: las tragedias no vienen solas y la historia nos ha mostrado que cuando un problema no se atiende, crece y se multiplica.
El tema delictivo ha sido un dolor de cabeza para los gobiernos estatales y este sexenio no es la diferencia. La violencia aparece todos los días y en todos lados; el problema es inocultable.
Si no se actúa rápido y los niveles delictivos disminuyen, lo que sigue en el guión ciudadano son movilizaciones sociales y golpes políticos.
En algunas oficinas de la Ciudad de México ya se habla de la necesaria desaparición de poderes en Morelos.
- redes sociales
Veo y leo comentarios en redes sociales; observo tuits interesantes, reflexiones que hacen pensar, algunas posturas divertidas; algunas notas son ingeniosas y otras tienen mucho veneno.
Nada nuevo ni fuera de lugar en la red; todo forma parte de esta nueva autopista de comunicación en la que cualquiera con acceso a internet y una cuenta puede comenzar a postear y tratar (en la medida de sus posibilidades neuronales y seguidores) de influir en el criterio de los demás.
De cuando en cuando aparecen también historias que protagonizan personajes ficticios creados por diferentes bandos que se sumergen en una especie de debate (por llamarlo de alguna manera) en el que se dicen cosas, se atacan, se descalifican mutuamente y para hacerse notar etiquetan a muchas personas. Es como presenciar la aburrida pelea en el lodo de dos figuras universalmente desconocidas.
Todo se vale en las redes sociales, hasta eso. Al final es mejor ver a dos boots lanzándose boñiga, que observar a dos personas reales lastimándose.
Lo simpático es que los creadores de estas cuentas falsas verdaderamente creen que influyen en alguien. En algunos casos hasta les pagan por hacer eso.
Comentarios para una columna sonriente:
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