Vamos para abajo, y al antepasado
Si pensaban que con su sola llegada al poder iba a mejorar la situación del país, los pobres serían menos pobres y la economía crecería para dar más y mejores empleos, deben admitir que se equivocaron porque sucede exactamente lo contrario.
Destruir en lugar de construir no está dando buenos frutos.
Gobernar no puede limitarse a dar una conferencia de hora y media todos los días para esparcir calumnias y mentir con generosidad.
Todo ha sido destruir y culpar al pasado.
Olvidemos por un momento las consecuencias de los “ahorros” en protección del medio ambiente, el desinterés por el turismo, la inseguridad creciente y los elefantes blancos en los que se va a invertir: la refinería, el Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía. Vamos a la frialdad de las cifras:
Coneval informó que en el primer trimestre de este año la pobreza extrema aumentó 5.4 por ciento en zonas urbanas y 5.6 por ciento en zonas rurales, en comparación con el primer trimestre del año anterior.
¿Qué pasó con los redentores de los pobres?
En sólo tres meses hay más pobreza extrema que hace un año, sin crisis externa ni interna.
Nadie le puede exigir a este gobierno una mejoría notable en combate a la pobreza en tan pocos meses. Cierto.
Pero ¿cómo explican que estemos peor?
Ni siquiera iguales. Peor.
Van a querer cambiar la tendencia regalando dinero –lo que les dará control político y clientelas electorales–, pero no van a generar desarrollo.
Harán que millones de personas dependan del subsidio del gobierno para vivir, en lugar de mejorar la educación, la calidad de los empleos y hacer crecer la economía, que está parada, pues hay menos inversión pública y privada y sus planes no convencen.
Según los datos dados a conocer el jueves de la semana pasada sobre Ocupación y Empleo, del INEGI, en el primer trimestre aumentaron el desempleo, la mala calidad de los trabajos, y la informalidad.
¿Qué pasó? Pasó que la economía no crece, lo que obliga a las empresas a hacer ajustes en su personal y el sector público echa gente a la calle “para ahorrar”.
La economía de Estados Unidos crece a 3.2 por ciento anual, lo que debería propiciar un crecimiento mayor a esa cifra en México, y sólo crecemos 0.2 por ciento a tasa anualizada.
La ENOE del INEGI nos indica que en el primer trimestre del año 10.3 millones de trabajadores se encuentran en “condiciones críticas de empleo”, que es la cifra más alta desde que se tiene registro.
Al terminar el primer trimestre del año, los empleados que ganan dos o un salario mínimo alcanzaron la cifra de 27.8 millones: 16.3 por ciento superior al mismo periodo del 2018.
Y los que ganan más de cinco salarios mínimos bajaron 30.2 por ciento a tasa anual.
En eso han sido “democráticos”: todos para abajo.
La tasa de desocupación alcanzó al 3.46 de la Población Económicamente Activa: ciertamente baja, pero es la peor cifra en los últimos dos años.
La tasa de crecimiento del empleo formal observada en abril es la más baja desde marzo de 2010, según el reporte mensual del IMSS.
En este cuatrimestre se crearon 299 mil 642 empleos formales, contra 455 mil 651 del año pasado.
Otra vez la pregunta ¿por qué?
Se entiende que no estemos mejor con López Obrador, pero ¿por qué peor?
De acuerdo con los datos del INEGI, la informalidad laboral alcanza a 30.8 millones de personas, lo que significa un 2.7 por ciento mayor al primer trimestre del año pasado.
Crecen el desempleo y la informalidad. Son los datos del INEGI, aunque en Palacio nos digan cifras imaginarias.
Ahí en Palacio Nacional el Presidente festejó el jueves que la inversión extranjera directa fue siete por ciento superior a la del primer trimestre del año pasado, lo que muestra la confianza de los inversionistas etcétera, etcétera.
Si el gobierno se quiere engañar a sí mismo, una pena, pero la población debe saber que ese “crecimiento” se dio al comparar datos preliminares de 2018 contra datos preliminares de 2019.
El archivo de la Secretaría de Economía, escribe Jorge A. Castañeda, señala que el primer trimestre del año pasado la IED fue de 12 mil 644 millones de dólares, y en el de este año fue de 10 mil 162 millones de dólares: una caída de 19.63 por ciento.
Los datos reales de 2018 contrastados con los preliminares de 2019, dicen que no hay tal aumento de la inversión extranjera directa, sino una baja de 6.3 por ciento, según escribió Enrique Quintana, quien advirtió a los lectores que eso es “comparar peras con manzanas”. Por ello es mejor esperar a que en las siguientes semanas se den los dos datos reales y veremos que no aumenta la IED, sino que baja.
Más pobres, más desempleados, y un crecimiento negativo en el primer trimestre del año piden a gritos que el gobierno se ponga a trabajar.
Sólo atinan a culpar al pasado de lo mal que gobiernan en el presente.
El pasado no va a regresar, sin duda.
Pero sucede algo peor que en el pasado: destruyen lo bueno y nos llevan al antepasado populista que fracasó rotundamente.
Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.