Durante años, la mafiosa CNTE buscó la tragedia; uno, dos o tres muertos que justificaran el vandalismo, saqueo, secuestro, robo, rapiña y los graves delitos federales de ataque a vías de comunicación e instalaciones estratégicas.
Y para conseguir "sus muertos" —estandarte que justifique su intento de destruir al Estado—, los mafiosos líderes de la CNTE recurrieron a todo, desde estrategias propias del crimen organizado —como el secuestro, quema de camiones y bloqueo de carreteras—, hasta el secuestro de personas y el asesinato de adversarios.
Pero como "todo es todo", la mafiosa CNTE también avanzó en los campos político y guerrillero. Por un lado, estableció una alianza con Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena —que dio a la CNTE candidatos a puestos de elección popular—, y por otro pactó con organizaciones afines a la guerrilla, como el FIOB, Comuna, Codep y Mult, entre otros, que son los más radicales en los choques de la CNTE con fuerzas federales.
Hoy, la CNTE tiene "sus muertos". Y hoy también tiene una bandera para justificar lo que siempre pregonó y que por años trató de desencadenar: que el gobierno federal reprime las causas del pueblo bueno.
Ya no serán necesarios engaños como los 43 de Iguala y tampoco fantasiosos inventos como Tlatlaya, en donde nadie probó violación de derechos humanos durante un enfrentamiento entre militares y criminales.
No, hoy la CNTE tiene sus mártires, supuestos maestros caídos —de entre tres y seis muertos—, en el enfrentamiento en Nochixtlán, Oaxaca, entre simpatizantes de la CNTE y policías federales; choque que produjo 45 heridos —de ellos 21 policías—, cuatro al borde de la muerte y un policía muerto.
Y sin importar la verdad de lo ocurrido, hoy la mafiosa CNTE y su clientela de enemigos de las instituciones —que están contra la reforma educativa—, tienen lo que buscaron por años —para pregonar por el mundo—, que el gobierno mexicano es represor.
Y en efecto, resulta condenable —por donde se quiera—, la muerte de tres, seis o más personas, sean maestros, activistas de organizaciones afines a la guerrilla o policías federales. El Estado no puede tolerar ni solapar una sola muerte en un choque entre protestantes y policías.
Sin embargo, resulta irresponsable, e igualmente criminal, culpar de las muertes a la policía —por un lado—, o a los protestantes de la CNTE, por el otro. ¿Por qué es irresponsable y criminal señalar sin pruebas?
Porque la investigación de un delito no es un acto de fe y tampoco producto de una revelación divina. Y porque más allá de las declaraciones interesadas de las partes —la CNTE y la policía federal—, solo las evidencias científicas dirán qué pasó y de quién fue la mano que mató a manifestantes y policías.
Por lo pronto —y antes de acusar sin pruebas—, conviene señalar que la policía federal no porta armas en enfrentamientos como el de Nochixtlán. Lo cierto es que las armas de fuego, armas blancas y armas contundentes están con los mafiosos de la CNTE.
Por eso las preguntas: si la policía federal no portaba armas, ¿cómo es posible que activistas de la CNTE hayan muerto a causa de presuntos disparos?
¿Cómo es posible que si los simpatizantes de la CNTE no usaron armas —como aseguran sus líderes—, por lo menos cuatro policías están al borde de la muerte por proyectiles de arma de fuego y uno más murió por esa causa?
Sin duda que una de las partes miente. Y, a reserva de las periciales, aquí creemos que en la refriega, la CNTE habría disparado a sus propios compañeros. ¿Por qué? Porque en el gobierno federal no son idiotas para montar un acto criminal es un desalojo como el de Nochixtlán.
En cambio la CNTE ya es prototipo del nuevo crimen organizado.
Al tiempo
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