En el remate de su valeroso y dolido reclamo al Presidente por aparecer en la engañosa lista de periodistas reales y patito que Andrés Manuel López Obrador ha definido como “chayoteros” o “maiceados” del peñanietismo, mi muy querido Ricardo Rocha se desbordó: “Finalmente, le manda saludos mi nieto Jorge Andrés. Jorge por mi hijo y Andrés por alguien por quien sentí y sigo sintiendo un enorme cariño y respeto, porque desde hace años, desde aquella primera entrevista en Tabasco, coincido con todas sus metas, aunque a veces no con todos sus métodos…”.
Aunque sé de la buena relación que han cultivado y se refleja en las muchas entrevistas que López Obrador, evasivo con casi todos, le ha concedido, ignoraba el grado de identificación y afecto que Rocha le dispensa a quien, con aprecio indudable, confió estos incómodos detalles: “Cuando yo vi la lista, porque la tuve en mis manos, lo único que dije fue ‘envíenla como está’, porque no podía depurarla. Hay otros amigos que en momentos difíciles nos han ayudado y dije ‘va, que cada quien se defienda’, y el que tiene la conciencia tranquila no tiene nada de qué preocuparse”. Y también: “Nosotros actuamos de buena fe y no existe ninguna intención de dañarte, recordamos que nos dabas espacios cuando nos censuraban…”.
Los “momentos difíciles” habían sido aludidos por Ricardo, al recordarle que le abrió sus espacios luego de los comicios de 2006 cuando, derrotado, afirmaba que fue víctima de un “fraude electoral”, y aseguraba que los medios de “la mafia del poder” le habían tendido un “cerco informativo”.
Falso de toda falsedad: confiaba solo en quienes le siguieran su discurso y bien le consta (como también a sus leales César Yáñez y Nicolás Mollinedo) que el reportero Heliodoro Cárdenas, de MILENIO, cubrió más que nadie de cualquier otro medio las actividades, por modestas que fueran, de quien se proclamó “presidente legítimo”, y recorrió con él, ¡dos veces!, los dos mil 457 municipios del país…, pese a lo cual jamás quiso darle una entrevista.
La exposición de Ricardo en la mañanera de antier me estremeció.
Estoy convencido de que sus filias y fobias políticas o ideológicas las hace a un lado en su ejercicio profesional, tan acreditado que, pese a que lamenta que “me etiquetaban de lopezobradorista y ahora me quieren etiquetar de peñista”, produjo unos videos (para una campaña. “No se trata de compraventa de opinión editorial”) por lo que recibió el pago que figura en la ominosa lista que motivó su reclamo.
Ricardo Rocha no tiene necesidad de dar explicaciones y menos aún de “defenderse”.
Tarde pero a tiempo, sin embargo, le recomiendo a Ricardo leer la carta de Gabriel Zaid (en Plural de Octavio Paz, 1972) a Carlos Fuentes (a quien se atribuye la proclama “Echeverría o el fascismo”) sobre lo conveniente de guardar ante los poderosos la canija y saludable distancia...