Es importante marchar un día, pero es más importante participar siempre.
Mañana se llevará a cabo la quinta marcha por la paz, será la primera con Cuauhtémoc Blanco como gobernador. El contexto de esta caminata no es el mejor para nadie: los niveles delictivos en Morelos y en el resto del país se han disparado y las autoridades de los tres niveles de gobierno lucen rebasadas desde todos los ángulos. Marchar no resuelve el problema, pero manda un mensaje del sentir de la gente; lo importante es ver cuál es la reacción del gobierno ante este clamor popular y cuál será la actitud de los ciudadanos durante y después de la caminata.
Todo comienza con una pregunta: ¿Vale la pena acudir a la marcha por la paz?
A partir de ahí comienzan las reflexiones y las posturas, sobre todo ahora que el jefe del ejecutivo anunció que acudirá (como lo hizo antes como alcalde y como candidato), porque “el deseo de paz es de todos”.
Luego de que Cuauhtémoc Blanco oficializó su participación en la caminata se desataron expresiones a favor y en contra; algunos criticándolo porque según ellos, el motivo de la marcha es reclamarle al gobierno; hasta el Obispo de Cuernavaca Ramón Castro publicó en su cuenta de Twitter que “No se puede ser juez y parte de lo que sucede en Morelos”. Otros celebraron que el jefe del ejecutivo se sume a un llamado colectivo que busca recuperar la tranquilidad en la entidad.
Sigamos con las preguntas ¿Debe o no Cuauhtémoc Blanco acudir a la marcha?
Las respuesta depende de cada persona, pero para tener un panorama más amplio sobre el tema habría que recordar lo que ha ocurrido con estas marchas en sus últimas cuatro versiones, cuando el entonces gobernador Graco Ramírez las criticaba, las atacaba y enfurecía cada vez que le preguntaban sobre el tema; para el tabasqueño se trataba de una expresión ilegítima, una acción perversa y política en su contra, con el objetivo de desestabilizar el gobierno y con fines estrictamente electorales.
Para ese gobernador ninguna voz ni las miles de personas que salieron a las calles tenían razón, todas eran instrumento de sus enemigos políticos, gente sin escrúpulos que lucraba con la violencia e inventaba problemas en donde no los había, porque según él “Morelos era un estado seguro, con la mejor estrategia policiaca de México”, por eso presumía que otros gobernadores y hasta el presidente Peña Nieto le pedían consejos para resolver el problema delictivo en el país.
Nunca, en ningún momento del sexenio anterior, la iglesia católica y su titular tuvieron buena relación con el gobierno del estado; la única vez que el obispo aceptó acudir a la residencia oficial a una charla con el gobernador, su visita fue publicitada (por los medios del gobierno) como un reconocimiento del prelado a las acciones oficiales y al trabajo del tabasqueño. Por supuesto que no fue así.
Hoy el panorama es otro, Ramón Castro mantiene una buena relación con Cuauhtémoc Blanco desde que fue alcalde capitalino, lo arropó cuando hizo su huelga de hambre, le abrió las puertas de la catedral para que pernoctara y fueron aliados en la lucha contra el régimen anterior, cuando el Obispo era atacado por el gobierno y los titulares de los tres poderes pidieron su renuncia ante el Episcopado Mexicano, cuando el PRD lo denunció en la Secretaría de Gobernación y cuando “alguien” pinchó los neumáticos de su auto, en un intento de que se accidentara.
Desde entonces hasta ahora Ramón Castro y Cuauhtémoc Blanco han caminado de la mano, aunque el jefe de la iglesia católica ha reiterado que su compromiso es con la gente y en ningún momento dejará de decir la verdad; así ha sido. El Obispo y el Gobernador tienen canales de comunicación y el gobierno entera a la iglesia de las acciones que realiza en materia de combate al delito. A diferencia de antes, cuando los católicos eran considerados enemigos del estado, ahora la iglesia es una pieza fundamental en la construcción de la paz en el estado.
Esa es la enorme diferencia entre el pasado reciente y ahora, por eso no extraña que el gobernador camine junto al obispo en un llamado colectivo a la paz. Ciertamente su presencia genera escozor, porque hay quienes consideran que se trata de una marcha contra el gobierno; personalmente prefiero ver al titular del ejecutivo junto a la sociedad, aguantando la presión y dando la cara, que regresar al pasado donde Graco Ramírez trataba de boicotear el acto, lo descalificaba y minimizaba.
No tengo la menor duda de que la paz representa hoy la más grande exigencia de los ciudadanos de Morelos y del país, a todos nos preocupa el incremento en los índices delictivos y nos molesta la manera tan impune como operan los criminales. Por eso vale la pena marchar, salir, dar la cara, perder el miedo y alzar la voz contra quienes nos han sumido en una crisis colosal que todos los días arrebata cientos de vidas en el país y tiene a Morelos en el peor momento de su historia.
Es ahí donde todos debemos tener claridad sobre lo que está ocurriendo y no enfocar mal las baterías; la lucha de todos es contra quienes actúan fuera de la ley, los que roban, secuestran, extorsionan o matan, contra quienes los protegen y les brindan condiciones para seguir actuando, contra los que viven del ilícito y sacan provecho de la sangre derramada. El frente de ataque debe ser uno, debe ser colectivo y con el único objetivo es que las cosas mejoren para todos.
La marcha no va a solucionar el problema de seguridad, pero puede marcar un rumbo en el devenir de las cosas, el mensaje del obispo es predecible y seguramente será similar al que ha dado en las caminatas pasadas; lo interesante será ver la respuesta oficial, la de Cuauhtémoc Blanco, Andrés Manuel López Obrador, Antonio Villalobos y los otros alcaldes.
Que el jefe del ejecutivo estatal acuda a marchar me parece correcto, aunque arriesgado; espero que luego del sábado veamos un cambio sustancial en las cosas, que la marcha por la paz sirva para unir y no para dividir más al estado, para que empiece una nueva etapa en la relación sociedad-gobierno que permita a todos armar un frente común ante tantos problemas que nos agobian.
Si Blanco entiende el mensaje se dará cuenta de que no sólo hay reclamos, también existe una esperanza colectiva de que la paz regrese a cada hogar y las autoridades entiendan que la inseguridad es un problema real y no un invento político para desestabilizar al gobierno.
La inseguridad en Morelos y en el resto del país han crecido al amparo del pleito político y la descomposición social, es momento de entender que la gravedad del problema nos obliga a todos a estar de un mismo lado, a no dejar de reclamar a las autoridades y exigirles de manera puntual y firme que hagan su trabajo, sin perder de vista que los verdaderos enemigos son los que nos arrebatan la tranquilidad, la vida, el patrimonio.
El obispo tiene un rol preponderante en esta historia, es el único líder visible que hay en Morelos y la única voz respetada por la mayoría. Su mensaje es clave para lo que venga después de la marcha; su reclamo es predecible, válido y loable, pero habrá que esperar para saber si convoca a la unidad general o separa más al gobierno de los ciudadanos.
- posdata
El problema de inseguridad y violencia que vive el estado se puede ver desde diferentes ángulos, incluyendo el que se relaciona con la simpatía o antipatía hacia quienes detentan hoy el poder. En castellano: me cae mal el gobernador, por eso prefiero apoyar a quienes asaltan, secuestran, matan o extorsionan.
No tengo duda: al gobierno hay que exigirle de manera permanente, es un derecho y una obligación, pero hay que hacerlo con la claridad de qué es lo que queremos, sin el apasionamiento político de quienes son sus adversarios y buscan un beneficio personal del desastre.
En el caso de quienes nada tenemos que ver con partidos políticos o grupos de poder, los que no tenemos una aspiración electoral ni tratamos de obtener un puesto del gobierno, el camino debe ser otro, empezando por recordar el pasado reciente.
Tenemos que pasar de la exigencia y reclamo en redes sociales a la actuación efectiva utilizando todas las herramientas legales con las que contamos los ciudadanos; no debemos permitir otro Gracazo en Morelos, sería una tragedia que cayéramos de nuevo en esas historias de poder tras bambalinas, con familiares a cargo de los negocios y haciendo política con la estructura del estado.
Poor eso debemos alzar la voz y salir de ciberespacio, los tuitazos no detienen a los ladrones, ni encarcelan a los pillos. ¿Cuántas marchas se hicieron contra Graco? ¿Cuántas denuncias se han interpuesto contra los graquistas? ¿Cuántas miles (¿millones?) de mentadas de madre y ofensas varias ha recibido el ex gobernador en las redes sociales? ¿De qué han servido? ¿En dónde andan Graco y los suyos?
Las redes sociales sirven como un catalizador social, es una salida al enfado popular y una manera de liberar presión, pero nada más, sobre todo ahora que tenemos gobiernos que tienen “otros datos” y les vale madre lo que la gente opine de ellos, porque saben que controlan todos los espacios de poder.
Por eso es momento de ir más allá, hay que pedir información pública por caminos legales, hay que cuestionar con argumentos y actuar de manera formal en casos de corrupción, sin dejar por supuesto de utilizar las “benditas redes sociales”.
Se vale acusar y reclamar, hay que señalar al gobierno por sus malos resultados y reclamarle con toda firmeza que se dejen de ocurrencias y vacilaciones, que actúen con inteligencia, que utilicen correctamente los elementos a su alcance y que incluyan a la sociedad en una lucha que no pueden ganar solos. Hay que exigirle al gobernador que esté atento del actuar de su equipo y que no le tiemble la mano para actuar en aquellos casos donde se cometen errores.
Pero entendamos algo: a las autoridades hay que reclamarles y exigirles, pero la lucha no es contra un gobierno, sino contra los delincuentes. El gobierno debe entenderlo también, porque si se asume perseguido (como lo hizo Graco) entonces nuevamente estaremos ante tres frentes peleando entre si: los ciudadanos, los delincuentes y el gobierno.
La marcha por la paz puede ser un parteaguas en el gobierno de Cuauhtémoc Blanco; si saben aprovechar la ola, este puede ser el punto desde donde comiencen a reconstruir el tejido social y empiecen a recobrar la confianza perdida; todo pasa porque cambien de actitud y dejen de pensar que todos en Morelos son traidores.
- nota
Veamos otro ángulo de las cosas:
El poder que mas dinero cuesta a los morelense (proporcionalmente hablando) es el Poder Legislativo.
Con 20 diputados, el Congreso recibe más de 500 millones al año y no rinde cuentas de su gasto a nadie, salvo a una entidad fiscalizadora inútil cuyo jefe es el Poder Legislativo. Los diputados no hacen obra pública, ni prestan servicios a la comunidad, ni tampoco han servido como receptores de la voz del pueblo.
En el caso específico de esta legislatura, por el contrario, retrasaron la aprobación de paquete económico 2019 porque querían chantajear al gobernador, querían más dinero y al final lo obtuvieron; esto provocó un enorme daño al estado, a los municipios y a todas las instituciones públicas y privadas que se mueven en torno al dinero público, o sea la mayor parte de la economía estatal.
Va a cumplirse un año de que inicio la 54 legislatura y te pregunto lectora lector querido: ¿Qué han hecho los diputados por ti?
Por cierto; ellos son representantes populares y no hacen ni dicen nada para que mejore la seguridad o se resuelva la crisis de violencia; ni siquiera han tenido la voluntad de nombrar a un nuevo titular de los Derechos Humanos.
Solo hay algo más deshonesto que ser delincuente; ser diputado de Morelos.
El mayor problema no está solo los malos gobiernos que tenemos, lo de fondo es que nos apendejamos muy seguido al momento de elegir a nuestros representantes populares.
- post it
¿Qué sigue después de la marcha?
- redes sociales
Por 5 minutos no bajamos de pendejo a Peña Nieto. Pero 10 mil años es una falla menor y comprensible en nuestro mesías López Obrador.
Obvio: cualquier error es culpa de la Mafia del Poder.
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