Por donde se le vea, culpar a México de la afluencia de migrantes y drogas a Estados Unidos es una imbecilidad, porque la globalización comenzó en la prehistoria con el desplazamiento de personas y mercancías cuando los primeros bípedos evolucionados en África ampliaron sus áreas de cacería y recolección.
Lo que parece inminente castigo arancelario a México es tan descocado como que si a un predecesor del actual mandamás de EEUU se le hubiera ocurrido sancionar a Italia porque en la tumultuaria inmigración iba colada la mafia siciliana.
En primer término, el disparate se le revierte a Trump (de ascendencia escocesa-germana) y a la totalidad de sus paisanos descendientes de los europeos que por hambre abandonaron sus países. Y en segundo a los afroamericanos, cuyos ancestros llegaron sin desearlo porque fueron cazados, raptados y embarcados como sardinas en sofocantes travesías transatlánticas para ser vendidos a colonos esclavistas (que a su vez despojaron de sus territorios a los nativos americanos).
Por breve, concisa y certera, la mejor reacción declarativa del gobierno mexicano es la del canciller Marcelo Ebrard: “El flujo migratorio de Centroamérica y otros países o el elevado consumo de estupefacientes no son responsabilidad de México”. Ilustrador además el dato en el comunicado de tres dependencias federales, de que, en seis meses fueron devueltos a sus países más de 80 mil 500 migrantes (en su mayoría centroamericanos) y, si la política mexicana fuera de “pásenle, pásenle”, calculan que este año llegarían a Estados Unidos alrededor de 500 mil. De imponerse las tarifas arancelarias, “los flujos migratorios serían aún más numerosos y ambas economías serían menos competitivas al exterior y menos prósperas al interior”, sostienen las secretarías de Relaciones Exteriores, Economía y Agricultura.
Tan abusivo es el amago en época de secas de la economía mexicana, como idiota que Trump suponga que los problemas de migración y drogas pueden resolverse de un día para otro.
De seguir su deschavetada lógica, México impondría represalias a Guatemala, ésta a El Salvador, éste a Honduras y así hasta la Patagonia, por la imposibilidad de que sus gobiernos contengan a quienes huyen de la pobreza, pero también a naciones caribeñas y países tan remotos como Camerún, Pakistán y todos los lugares de procedencia de quienes buscan vivir en Estados Unidos… aprovechando la vulnerable y codiciada frontera-coladera de tres mil kilómetros con México (lo mismo aplica para el trasiego chino de precursores para la producción de metanfetaminas o la cocaína colombiana).
A la respuesta mexicana (equivalente en monto, por favor) al miserable atentado económico, no sobra un indignado retiro de nuestra embajadora en Washington, pero tampoco dejar de azuzar contra los corruptos y neoliberales de la minoría rapaz, no sea que germine la nopalera para el muro que ni Trump imaginó…