La humillación
Jamás habíamos tenido a un presidente tan débil frente a Estados Unidos como López Obrador.
La debilidad viene de las equivocadas políticas seguidas en migración, seguridad, economía, infraestructura y energía.
En seis meses los nuevos gobernantes debilitaron a un país con defectos e insuficiencias, pero con la fortaleza de carácter para decirle a Donald Trump que no pagaremos el muro a cambio de la aprobación del T-MEC. Y por muy poderoso que sea, lo doblamos.
Hoy estamos comprometidos a pagar el muro, al convertir a México en una zona militar al servicio de los intereses electorales de Donald Trump.
Nos han humillado y nos seguirán humillando porque estamos en una condición de debilidad que no conocíamos.
México ha aceptado ser el muro de contención para el flujo migratorio que afecta a Estados Unidos.
Somos el muro por los errores del gobierno que alentó la llegada y tránsito de centroamericanos por nuestro territorio, en un acto demagógico que hoy nos pasa la factura.
El gobierno ha tenido que replegarse de manera bochornosa, al criminalizar la migración que hasta hace poco alentó y en alguna medida financió.
Falso que ante Estados Unidos no hay más que aceptar lo que nos imponga por la asimetría económica y su poderío militar.
En 1992-93, gobierno de Carlos Salinas, negociamos un Tratado de Libre Comercio con George Bush y no cedimos a su exigencia fundamental, que era incluir el petróleo dentro del Tratado. Ese era el interés mayor de Estados Unidos. Se les dijo que no, y sí hubo TLCAN.
Renegociamos el Tratado, gobierno de Peña Nieto, porque Trump nos exigía que pagáramos el muro en la frontera a cambio de continuar con “el peor Tratado que ha firmado Estados Unidos en su historia”.
No pagamos el muro y sí hubo T-MEC.
Ahora en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, nacionalista y heraldo de la soberanía nacional en años anteriores, hemos cedido en todo y vamos a ceder en más a cambio de que no nos impongan aranceles.
Nos han humillado de la peor manera: si no cumplimos sus caprichos nos van a apretar aún más el cuello.
¿Qué país soberano aguanta eso?
Lo aguanta el actual gobierno porque ha frenado la economía y el crecimiento del país es de casi cero.
Tenemos un tipo de cambio estable gracias a los capitales golondrinos (pagamos altas tasas de interés) y a los ingresos de divisas por las exportaciones derivadas del Tratado de Libre Comercio que se firmó a pesar de la oposición de los que ahora gobiernan.
En todos los demás indicadores la economía y la calidad de vida van para abajo, sin que exista una crisis, ni una recesión mundial y con la economía de Estados Unidos que crece al 3.2 por ciento.
Nos humillamos por debilidad. Porque las decisiones equivocadas del gobierno le han dado argumentos a las calificadoras para bajarnos la nota, y la inversión lo piensa dos veces antes de venir a México.
Nos humillamos porque nos hemos hecho chiquitos: nuestro Presidente no va a la cumbre del G-20 –que algún día presidimos, gobierno de Calderón–, al que pertenecemos y concentra el 85 por ciento del PIB global.
La consecuencia de los errores de nuestros gobernantes provoca que todos los días nos humillen Trump y el secretario Pompeo con amenazas de que “la evaluación (de México) será a diario”, y no podemos responderles como lo hacíamos hasta hace muy poco, porque tenemos un gobierno débil para hacer valer la condición soberana del país.
El Presidente es ágil para reprochar y acusar a periodistas críticos o que simplemente tienen un punto de vista diferente al suyo, pero calla y acepta cuando el presidente de otro país le ordena lo que tiene que hacer en política interior.
¿Quién es ese tal Pompeo para decirle a una nación que tiene una cultura de treinta siglos esplendorosos, que nos va a “evaluar a diario”?
¿Cuándo en nuestra vida republicana ha habido un secretario de Estado de Estados Unidos que nos amague y reprenda sin que respondamos como se merece y nos merecemos?
Al contrario, le decimos que no serán necesarias más palabras fuertes porque le vamos a cumplir.
Estamos sometidos a una humillación que pasará a la historia como uno de los momentos más tristes del México moderno.