Incognitapro

Casos y cosas de Morelos

 
 

 

 

Redacción | Sergio Dorado
2016-06-21

Debido a la promiscuidad política morelense, el pedigreepolítico de Julio Espín Navarrete, diputado de la LIII legislatura del Congreso del estado de Morelos, es producto de un revoltijo de razas de todareputación que hoy en día lo ha convertido en un funcionario variopinto difícil de descifrar.Siendo apenas un cachorro, aprendió a dar la pata, ir a recoger la pelota y menear el rabo con gran rapidez con tal de mostrar lealtad y agradecimiento a quienes alimentaban su ambición con plata fría y leche priista calientita, lo que a la postre robustecería la apetencia requerida para embarnecer y gruñir y tirar mordiscos a la mano que le daba de comer.

Dicen loshistoriadoresque a la edad de 22 años, o sea en el año de 1997 o algo así, hizo suspininos como director del Deporte y Atención a la Juventud del H. Ayuntamiento Constitucional de Puente de Ixtla, Morelos, de donde es originario. Y desde ahí empieza a picar piedra con puestos de medio pelo hasta que a partir del siglo XXI, por su lealtad y disciplina al dar la pata al PRI, llega a ser presidente municipal de su tierra y diputado local por la LI legislatura. Pero para abreviar la magna historia, que a lo mejor a usted ya empieza a empalagar, en el año 2015, por falta de huesotricolor que roer, abandona el PRI sin remordimiento y se prende del PANAL con ahínco, partido al que le chupa la miel por un rato en la actual LIII legislatura aun cuando oso no es. ¿Adivine usted lo que es?

            Desde hace unos días Julio Espín es un perredista convertido porque afirma que ha encontrado el nicho desde donde finalmente podrá mostrar lo que realmente es. ¿Y adivine usted lo que es? Y presto alza la mano Paco Moreno y dice a mí se me hace que gallo es porque oso no es. Si no, miren ustedes las patas. Sí, sí, insiste, eso es, gallo es si oso no es.  ¿Ya lo ves? Sí, sí, sí, míralo de revés. Pero Espín, quien ha aprendido que la inexpresividad es la llave del éxito político, petrifica el semblante de piedra como Huitzilopochtli y sólo levanta dos veces las cejas a Paco como señal de lo que es.Y Paco no cabe de gusto en la medianía del traje y le cepilla condescendiente las patas y las plumas de oro por lo que realmente es. Y afina de pasada el diputado rapabarbas mejor la adivinanza, para que usted, estimado y único lector, dé con el acertijo: “antes hueso comía pero hoy puro maíz; adivine usted lo que es”.

            Hoy más que nunca habría que cuestionar la proliferación absurda de partidos políticos. ¿Para qué tantos si ninguna distinción hay entre ellos? El mito de la pluralidad política es ya un argumento insostenible por lo oneroso de su mantenimiento. El diputado Julio Espín ha sido priista, aliancista y hoy perredista, pero él sigue siendo el mismo y lo mismo que los partidos. ¿O acaso pensará él que hoy por ser perredista cambiará ideales o personalidad? Y créalo usted, estimado y único lector, que mañana Julio Espín bien podría ser panista o ambientalista o astronauta o químico industrial o panadero si mejora con fluidez su economía. A los diputados los mueve el dinero y el poder y nada más. Esa es la naturaleza de nuestra enchilada política, que hoy es verde y mañana roja o amarilla o naranja. ¿Qué más da? ¿Cuál color le gusta a usted?

            La sociedad desea ya un hasta aquí a las incongruencias de la política a la mexicana. ¿Por qué tener tantos partidos si todos son uno y lo mismo? Es ridículo que once partidos compongan el congreso del estado de Morelos si todos cojean de la misma pata: oportunistas, deshonestos, desinteresados en los problemas sociales, y además, insaciables con los salarios y las prebendas adicionales que ellos mismos con descaro se asignan. (Aquí la lanita por fuera no se menciona, pero claro, existe). Y si acaso usted pregunta el porqué del excesivo número de partidos, los diputados defenderán el hueso con el argumento de que la pluralidad es un componente indispensable de nuestra democracia. ¿Pero cuál pluralidad? La muestra más nueva de su intrascendencia es Julio Espín, que de priista se convirtió en aliancista y luego en perredista. Y puede convertirse en lo que usted quiera, incluso conejo saliendo de la chistera a sabiendas que con dinero baila el perro.

            Se lo imagina usted chutándose primero el ideario político del PRI; y luego, antes de cambiar a Nueva Alianza, el de este partido; y hoy, el del PRD. ¡Pamplinas! La ideología política es lo que menos importa a los políticos. Julio Espín es como todos ellos, es decir, convenenciero y ambicioso, y quiere ser gobernador sustituto al menos. Paco Moreno ya le vio patas de gallo y ese puede ser el motivo del cambio de estafeta para cuando el actual mandatario pida licencia para irse para siempre deMorelos. ¿Estará ya pactado así?

            Si es así, debe haber habido un ofrecimiento económico jugoso, pues estar del lado del PRD por simple ideología sería como la crónica de un suicidio anunciado. El partido amarillo, en este momento, lo ha perdido todo y no se ve nada fácil como recuperar los motivos que le dieron origen. Pero nada ha sido gratis; la animadversión se la ha ganado a pulso. El PRD nació como oposición al partido hegemónico y mucha sangre amarilla corrió en México por sus ideales, pero hoy es exactamente lo mismo que el PRI o cualquier otro partido. Que dejen de vender entonces ya esa idea tan ridícula de la pluralidad, que no es más que una masturbación mental sin sentido.

El Estado gasta miles de millones de pesos en los partidos políticos, por eso actualmente proliferan. Pero la realidad es que con dos o tres bastaría y ahorraríamos muchísimo dinero para la inversión en otros rubros: salud, educación, seguridad, obra y cosas así de útiles para la sociedad. Los diputados, en cambio, son poco menos que inútiles. Y que valgan las honrosas excepciones, que cada vez son menos, por cierto.

Ámbito: 
Local
Autor(es):