Fuera máscaras en el PRI
El proceso para renovar la dirigencia del PRI está en marcha. Y aunque no se puede descartar una sorpresa, todo indica que el ex gobernador de Campeche, Alejandro Moreno, será el nuevo presidente del partido.
Dos definiciones del nuevo liderazgo habrán de sellar el futuro del PRI. La más obvia es el tipo de relación que establezca con el gobierno y su partido.
Hasta ahora, el PRI ha jugado como una oposición leal: tomando distancia discursiva, pero apoyando las principales iniciativas oficiales. Sin embargo, la posibilidad de establecer una distancia real está latente y podría concretarse en cualquier momento, sobre todo si la fortuna del Gobierno cambia.
La definición más profunda está en el terreno ideológico. Frente a Morena y al espacio ideológico que abarca, no veo cómo el PRI pudiera apostar con éxito a ser una opción de centroizquierda o socialdemócrata, como dicen algunos priistas.
Esta visión, que apela a la nostalgia del nacionalismo revolucionario, no encuentra resonancia ni en las políticas que ha impulsado el PRI desde mediados de los años ochenta ni en la lógica de los electores del partido.
Una encuesta de Consulta (enero 2019) lo pone claro. Cuando se pide a ciudadanos en general que ubiquen a los partidos en una escala ideológica del 1 al 10 (donde 1 es totalmente de izquierda y 10 es totalmente de derecha), el PRI y el PAN obtienen un resultado idéntico: 6.94. El promedio para Morena es de 3.66.
En esa escala, la autovaloración de los simpatizantes del PRI es muy parecida. De hecho, en promedio, los priistas se ubican aún más a la derecha que los panistas: 6.85 frente a 6.77.
El mismo resultado se obtiene en las cuestiones de política pública. Las posiciones de los priistas no solo se asemejan a las de los panistas, sino que, en temas como la homosexualidad o el aborto, son incluso más conservadoras.
El priismo actual es más bien de derecha y, en los hechos, el PRI también lo ha sido, al menos en las últimas tres décadas. Sin embargo, sus dirigentes hacen malabares para exhibirse como herederos de una tradición a la que ya nada los vincula. Tal vez llegó el momento de dejar eso atrás para que el partido pueda asumirse como lo que realmente es.