Florestán
La foto del salvadoreño ahogado a la vera del Bravo, con su pequeña de 11 meses, que murió bajo su camiseta con la que quería ayudarla a cruzar el río, no necesita texto porque no hay palabras para describir este drama.
Nadie que la haya visto se pudo quedar indiferente o decirse ajeno aunque la muerte sea parte intrínseca de la migración.
Así ha sido con los miles de africanos ahogados en el Mediterráneo en su afán de alcanzar una Europa que no los quiere y los encierra en campos de refugiados para detenerlos.
Pero hablemos de lo nuestro. En menos de una década el tema migratorio ha tenido un vuelco. De ser México un expulsor de migrantes a Estados Unidos, se convirtió en un país de tránsito, primero de guatemaltecos, a los que se siguieron hondureños y salvadoreños, haitianos y cubanos, hasta africanos.
Y el INM detuvo en tres meses a más de medio millón de indocumentados en territorio nacional y la Patrulla Fronteriza, de aquel lado, a 340 mil centroamericanos, en medio de las amenazas arancelarias de Donald Trump.
O sea, se pasó de una política migratoria tolerante a una de contención, lo que veo necesario, no para Estados Unidos, sino para nuestro país: saber quién entra, cómo se llama, con quién viene, a dónde va, qué hace, con qué se identifica.
El problema histórico es que nunca ha habido una frontera como tal entre México y Guatemala, como tampoco la hay en muchos puntos de la norte. Pero ese es asunto de Estados Unidos, como el del sur lo es de México.
En el breve tiempo, la migración será el mayor problema de nuestro país, donde no hay cómo contenerla, cómo atenderla, ni recursos ni infraestructura ni ánimo social, y se convertirá en una crisis humanitaria que endosarán al gobierno mexicano.
Y si no, vuelvan a ver la foto de la vera del río Bravo, que yo pensé emblemática como la de Aylán, el niño sirio de dos años muerto en una playa turca, que en 2015 conmocionó al mundo, pero de la que ya pasaron página cuando aquí aún no se abre el primer capítulo de las tragedias migratorias.
RETALES
1. DOMICILIO. La familia López Obrador aún no se muda al departamento que construyó el presidente Felipe Calderón en el segundo piso de Palacio Nacional, detrás de la oficina presidencial, pasando el salón turco;
2. RETO. En noviembre se renueva no solo el Comité Ejecutivo Nacional de Morena, que preside Yeidckol Polevnsky, sino sus 32 comités estatales. Y si el presidente López Obrador como jefe del partido no mete orden, se le puede descomponer; y
3. RELEVOS. Este año cambian cinco de los seis consejeros de la Judicatura Federal. La costumbre dice que tres posiciones son de la Corte, dos del Senado y uno del Presidente de la República que podría ser Loretta Ortiz, que propuso dos veces como candidata a ministra.
Nos vemos mañana, pero en privado
@lopezdoriga
lopezdoriga.com