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COLUMNA DE LUIS R. AVELEYRA

SOBRE LA “ LEY TRES DE TRES”

“… lo primero que te encargo es que seas limpio y te cortes las uñas, sin dejarlas crecer, como algunos hacen, a quien su ignorancia les ha dado a entender que las uñas largas les hermosean las manos, como si aquel excremento y añadidura que se dejan de cortar fuese uña, siendo antes garras de cernícalo lagartijero: puerco y extraordinario abuso…”

Don Quijote de la Mancha

Los empresarios afiliados a los 36 centros COPARMEX, el Tecnológico de Monterrey, Organizaciones No Gubernamentales y ciudadanos en general se han pronunciado recientemente para expresar su respaldo al proyecto original de la regulación contra la corrupción imperante en el país, la llamada Ley Tres de Tres.

No es para menos, ni es tema menor. En tiempos de Ernesto Zedillo la calificación del país en el ranking internacional de corrupción lo situaba en el lugar 57, por debajo de países como España y Grecia. Tal calificación descendió durante los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón pero se acentuó en la actual administración de Enrique Peña Nieto a la posición 98 según Transparencia Internacional.

Al problema confluyen diversas aristas. Algunos especialistas que se ocupan del tema señalan que en 2010 el costo de la corrupción en México representaba 9% del PIB. En 2015 fuentes de Banco Mundial señalaron que tal coeficiente superaba ya el 10%.

Organizaciones empresariales como la CONCANACO han hecho señalamientos sobre el particular, específicamente sobre el hecho que la corrupción se convirtió en un impuesto no escrito y —de acuerdo con el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado— más de 10% de las utilidades anuales de las unidades económicas  instaladas se pierden en sobornos a las autoridades de los distintos niveles, lo cual representa una nada despreciable suma de 1.5 billones de pesos cada año. A ello se agrega que 44% de las empresas tuvieron que pagar sobornos para la obtención de contratos y 75% otorgar dádivas para la agilización de permisos, trámites o acciones que originalmente son gratuitas.

Es vergonzante la actitud de algunos legisladores de cercenar el propósito de la nueva legislación. Triste, doloroso en un país tan generoso que los carroñeros de la política sigan con la visión patrimonialista del botín y de las corruptelas. Quede como baldón que esos pseudo representantes populares desean mantener un sistema que medra a muchos para beneficiar a unos cuantos al amparo de la imperfección o de las lagunas de las leyes vigentes.

En tiempos de los mexicas el calpixque o cobrador de impuestos que robaba a su Señor era ahorcado y su casa convertida en muladar; la comunidad que no pagaba el tributo adecuado y convenido quemada y sus varones desde los niños hasta los ancianos tomados como siervos en calidad de rehenes. En el imperio persa eran decapitados, en China y varios países de Oriente aún a la fecha son linchados o mueren por ahorcamiento público.

Aquí en el México actual, pareciera que hay que premiarlos con las prebendas. La exacción forzosa es una realidad para quien quiera obtener un contrato y si durante los gobiernos del PAN se incrementó tal práctica, con el actual se ha acentuado y es de escándalo la proporción que alcanza la corrupción.

Lo peor es que no queda sólo en el dinero, sino en los trabajos mal hechos, en las decisiones equivocadas. Ahí está el ejemplo de la Línea 12 del Metro en la ciudad de México, los hospitales cuya construcción y equipamiento fue subrogada bajo la figura de la asociación público – privada, los grandes contratos para la construcción y operación de carreteras en el Estado de México, en fin, casos dolorosos en los que el único pagano es el contribuyente, que eso sí, cuando incumple sus obligaciones fiscales, el SAT cae inmisericorde, o el modesto empresario que por falta de liquidez deja de pagar las cuotas patronales al IMSS se ve embargado en sus bienes, muchos de ellos, implementos de trabajo.

Los desproporcionados niveles de corrupción en México obligan a volver los ojos a la causa: la desvergüenza de una clase política carente de valores, pero lo que es peor, ausente del sentir y de las carencias del pueblo al que debía servir.

Finalizamos con otra sentencia de don Quijote de la Mancha a su escudero Sancho cuando fue a gobernar la ínsula de Barataria:

“Nunca te guíes por la ley del encaje que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos…”

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