Víctor Villalobos. Secretario de agricultura. Se abrirán convocatorias, que incluirán a la IP (como se hace en Holanda y EU), para que investigadores propongan soluciones a temas cruciales agrícolas, dice en charla con directivos de Crónica; “ya hice esto cuando dirigí el IICA, y funciona”
El secretario Víctor Villalobos (c) se reunió con Jorge Kahwagi Gastine, presidente del Consejo Editorial y director de Crónica, así como con el subdirector y gerente Rafael García Garza, el director editorial Francisco Báez Rodríguez (d) y el reportero D
(Primera Parte)
La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) destinará un fondo de al menos 250 millones de pesos para financiar proyectos científicos y tecnológicos en beneficio del sector agrícola.
En entrevista con Crónica, tras una reunión con directivos del diario, el secretario Víctor Villalobos, siempre ligado a la ciencia e investigación, detalló que este presupuesto podría incrementarse con el respaldo de la iniciativa privada. El reto es formular soluciones a problemas del campo.
Durante la charla, habló del uso del fertilizante regalado en Guerrero durante 24 años —para la producción de amapola y negocios personales.
En días pasados, Villalobos calificó a institutos de enseñanza e investigación como los “brazos técnicos armados” del ramo.
En el pasado, el fondo sectorial era entregado al Conacyt, pero esta vez la idea es operarlo al interior de la Sader.
“Estoy muy comprometido con la ciencia, sé que tenemos investigadores más conocidos afuera que dentro del país, y hay que aprovecharlos. Tenemos un fondo y la idea es utilizarlo aquí en la Secretaría para proyectos relevantes en agricultura, podemos meterles una buena cantidad de recursos, porque resolverán problemas específicos. Abriremos convocatorias, formaremos comités y someteremos los proyectos a concurso. Hay temas cruciales como el uso del suelo o fuentes alternas de energía en el ámbito agrícola, entre muchos otros. Habrá, desde luego, algunas condicionantes, como la participación conjunta, para que no sea un solo investigador el que se lleve todo, que haya al menos tres instituciones complementarias. Ya hice esto para todo el continente, y funciona”.
—¿Con cuántos recursos se cuenta? —se le pregunta.
—De arranque, con alrededor de 250 millones de pesos, pero podemos incluso conseguir más, porque las convocatorias pueden estar abiertas a la iniciativa privada, como se hace en países como Holanda o Estados Unidos: las empresas participan con recursos y adquieren derechos para seguir desarrollando las patentes o los resultados obtenidos.
Durante ocho años Villalobos fue director del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), el cual coordina la colaboración técnica en América, una especie de FAO continental:
“Tenía un millón de dólares y lancé una convocatoria para 700 investigadores del continente, todos muy buenos. Concursamos para 10 proyectos de 100 mil dólares, nombramos un comité de pares, pusimos reglas y al final recibimos 39, calificamos a los 10 mejores y financiamos. Al siguiente año metí tres millones de dólares y, al tercer año, una de las propuestas, venida de Uruguay, ganó un proyecto de 45 millones de dólares. El plan fue exitoso porque, aunque eran pequeños, resolvieron problemas.
—¿Cómo cuáles?
—En los Andes, en Perú, por ejemplo, los productores de papa trabajan lejos, allá arriba y usan el agua de los deshielos, les llevamos un método para calentar sus casas, porque no tienen acceso ni a leña; a uno de los concursantes se le ocurrió pegarle a sus casas un invernadero, que genera energía, en la noche abrían las ventanas y con esto la temperatura subía 4 o 5 grados. Fue una innovación… También salió un sistema de colecta de agua en El Chaco, Paraguay, que ahora lo vamos a traer a Zacatecas porque el tipo de suelo es muy similar.
Desde la agricultura, dice, “podemos ayudar a revertir el abandono en el cual, históricamente, ha estado nuestra ciencia, y qué grato sería hacerle llegar esos conocimientos y adelantos a productores y campesinos”.
—¿Cómo?
—¿Por qué no pensar en programas de radio agrícola?, como los que había hace muchos años en México y todavía se escuchan en otros países. Estamos viendo la posibilidad, con Presidencia, de usar un sistema de radio rural con el propósito de recuperar la interlocución con el campesino, donde se les pueda dar asistencia técnica, decirles: si le aparece tal mancha al producto, sácale una foto y aquí tenemos una red de entomólogos para decirte qué hacer. Serviría hasta para decirles cuánto vale el fertilizante, para que no los engañen los coyotes, porque los precios varían mucho: en San Quintín, 12 mil pesos la tonelada; en el Bajío como 9 mil, en Oaxaca, 12 y Yucatán, 7, y hablamos de la urea, que es básica. ¿Por qué no pensar en comprar un barco con 40 mil toneladas, traerla de Ucrania y ponerla en Tampico? Decirles: les va a costar 5 mil o 6 mil pesos, trae tu camioncito y ahí la compras.
—Sobre el tema del fertilizante, ¿cómo se está haciendo en Guerrero?
—Entró Pemex con sulfato de amonio y para el complemento: DAP (fosfato diamónico) hicimos una licitación y la ganó una empresa de Querétaro, esa combinación es la que queríamos y se está regalando como parte de un proyecto piloto. Guerrero tiene 24 años regalando fertilizante a un costo de mil 300 millones de pesos, pero si analizamos cuánto ha incrementado el rendimiento del maíz en este lapso, casi es nulo: 400 toneladas en 24 años.
—¿Y qué se ha hecho entonces con ese fertilizante?
—Somos el cuarto productor de amapola del mundo, que necesita fertilizante. Ahí está una explicación. Otra parte se llevó a muchos lugares, fue un verdadero saqueo y nunca incidió en la productividad. Llegan, si acaso, a producir dos toneladas por hectárea, cuando deberían dar, con un buen análisis de suelo y buena dosis de fertilizante, unas 4 o 5 toneladas, el doble. Entonces, el Presidente decidió agarrar el programa y financiarlo. Hicimos un análisis de suelo, para ver qué fertilizante se requería, y la idea era hacérselo llegar a los productores a tiempo, pero nunca contamos con todos los intereses, por haberles quitado el negocio.
—¿A quién?, ¿quién está detrás?
—No hemos identificado una sola mano, están metidos muchos: políticos, presidentes municipales, intermediarios, distribuidores. La prueba de fuego será qué tanto logramos incrementar el rendimiento ahora, con un proceso más transparente. En un 65, 70 por ciento, sí les llegó a tiempo el fertilizante, y seguimos peleando para completar el programa y atacar la corrupción.