El abandono escolar por parte de las mujeres mexicanas ante las condiciones de pobreza, machismo y violencia a las que se enfrentan se ha convertido en un problema grave, pues no solo limita sus aspiraciones laborales, también les impide alcanzar una mejor vida a ellas y a sus descendientes, provocando que el ciclo se repita
Jul 26, 2019
Las condiciones de pobreza en las que viven muchas niñas y adolescentes en México las obliga al abandono escolar y las encadena a un futuro desalentador.
En el país, la mayoría de las mujeres de entre 15 y 34 años que abandonaron la escuela antes de los 20 años lo hicieron porque no tenían otra opción.
La Encuesta Nacional de la Dinámica Geográfica (ENADID) 2018 indica que el 42 por ciento de las mujeres de ese rango de edad dejó las aulas antes de los 15 años, y el 41 por ciento de entre los 15 y los 19, por falta de dinero o porque tuvo que entrar a trabajar.
En zonas rurales o indígenas principalmente, las niñas y adolescentes dejan de estudiar porque sus familias no cuentan con dinero o empleo, tienen que desplazarse kilómetros por caminos de terracería donde pueden ser víctimas de agresiones sexuales, solo hay escuelas como preescolar o primaria, las fuerzan a casarse o la violencia de género (feminicidios) las obliga a huir.
Uno de los principales motivos por el cual en las zonas rurales o indígenas las mujeres dejan de estudiar, es porque sus familias no cuentan con dinero o empleo
Estas situaciones las encauzan a una vida precaria, con pocas oportunidades de mejorar o tener un trabajo digno y una alta posibilidad de que se repita la misma historia cuando tengan su propia familia, de acuerdo con especialistas y activistas.
“Los motivos son esencialmente económicos y de género, porque cuando pensamos específicamente en mujeres de una comunidad rural o de un grupo indígena que para poder continuar la educación de bachillerato tienen que salir de su familia o de su comunidad para irse a otro municipio a vivir solas o con otras personas, usualmente no se les permite por la cultura machista”, dice Juan Martín Pérez García, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).
Las condiciones antes descritas también representan un primer factor de riesgo porque son más vulnerables, ya que pueden tener un embarazo temprano o unirse en pareja, señala el defensor.
Una de las obligaciones del Estado mexicano para que niñas, niños y adolescentes tengan un proyecto de vida es garantizar sus derechos básicos como la educación, la salud y tener una vida libre de violencia, explica Pérez García.
En el caso de la educación, éste es un derecho clave o de protección, porque al permanecer las niñas, niños y adolescentes en la escuela están en un espacio de resguardo, pese a todas las limitaciones con las que cuenta el sistema educativo.
Aunque las mujeres tienen más obstáculos para acceder a la escuela que un hombre, esta situación es paradójica, pues su desempeño suele ser mejor, dice.
“Es muy curioso porque aquellas que sí permanecen en la escuela logran terminar mejor y de manera más sólida que los varones, aunque obviamente hay una mayor capacidad de esfuerzo que las obliga a ser mucho más competitivas”, dice el director de Redim.
El panorama aún es más sombrío para aquellas mujeres que tampoco tienen un hogar e intentan rehacer su vida.
Luis Enrique Hernández, director de El Caracol, quien trabaja con poblaciones en situación de calle en la Ciudad de México, explica que las mujeres son orilladas al abandono escolar porque han perdido los espacios de protección que tienen, como puede ser su familia o su comunidad además del apoyo de las instituciones del estado.
“Las mujeres, a diferencia de los hombres que viven en las calles, tienen una condición de mayor desventaja porque son ellas las que cargan a las hijas e hijos, por eso necesitamos una serie de políticas públicas que sí garanticen su protección”, dice.
Debido a que su nivel académico es muy bajo, ya que la mayoría solo tiene primaria, los empleos a los que pueden aspirar son de limpieza, donde ofrecen el sueldo mínimo y no les alcanza para pagar una renta, comprar comida y llevar a sus hijos a la escuela.
Muchas veces para complementar sus ingresos, tienen que realizar otras acciones como vender productos o cantar en el Metro, dice.
La abogada Neil Arias Vitinio, quien trabaja en la zona de la Montaña de Guerrero y es testigo de las condiciones que obligan a las niñas y adolescentes a desertar la escuela, señala que es posible cambiar el destino de estas poblaciones.
Para que niñas y adolescentes tengan un futuro próspero es responsabilidad del Estado garantizar sus derechos básicos como el acceso a la educación, a la salud y a una vida libre de violencia
Si en las comunidades se garantizaran servicios de salud, fuentes de empleo, educación media superior y carreteras dignas, las condiciones de vida mejorarían y habría más oportunidades para las y los jóvenes
- Neil Arias Vitinio
Abogada
Aunque el actual Gobierno federal tiene apoyos como el Programa Nacional de Becas para el Bienestar Benito Juárez, destinado a personas menores de 18 años en situación de pobreza extrema para que sigan estudiando, Arias Vitinio señala que muchas veces no llegan a las comunidades.
Esto se debe a que los servidores de la nación, quienes realizan los censos, no siempre anotan los datos correctamente o al visitar los hogares no hay nadie que atienda, porque los padres están trabajando.
Te puede interesar: La educación que se necesita en México
Abandono escolar más allá de la pobreza
La pobreza no es la única causa por la cual las niñas y adolescentes son orilladas al abandono escolar.
Los datos de la ENADID 2018 revelan otros motivos por los que las mujeres de entre 15 y 34 años interrumpieron su educación.
Entre estas se encuentra el matrimonio, la unión con una pareja, el embarazo; la falta de ganas o de gusto por estudiar; la carencia de escuelas cerca, de cupo o que sus padres no las dejaron seguir estudiando.
Los motivos por los cuales las mujeres en México abandonan sus estudios son múltiples y diversos, pues van desde la falta de ganas o gusto por la escuela, hasta el machismo y la violencia intrafamiliar
Sandra Cornelio, ahora de 29 años, dejó de asistir a clases cuando iba en secundaria. Ella narra que fue porque empezó a juntarse con compañeras a las que no les interesaba acudir y por ello no entraban a la escuela.
“Dejé de estudiar no por falta de apoyo económico, sino por tonta, me faltaban tres meses para terminar la secundaria”, dice.
Actualmente trabaja en una fábrica y gana un salario de mil 150 pesos por laborar seis días a la semana.
Ella cree que si hubiera continuado con sus estudios tendría un mejor sueldo y viviría mejor, ya que solo le alcanza para lo básico. Por lo que uno de sus planes a futuro es retomar su educación.
Violencia, factor del abandono escolar
La inseguridad que se vive en el país es otra de las razones que llevan a las mujeres al abandono escolar, sobre todo en entidades donde la violencia se ha recrudecido, como en Guerrero.
“Ellas se ven orilladas a ya no estudiar, porque para ellas implicaría un riesgo mayor el hecho ir a la escuela, entonces huyen con sus familiares y prefieren ya no estudiar para salvaguardar su integridad, y estos casos son muy recurrentes”.
Así lo explica la abogada Neil Arias, quien trabaja con comunidades de la región de la Montaña de Guerrero.
“Aquí en Guerrero han habido muchas muertes violentas de mujeres, entonces ahí vemos que se ven truncados los estudios de muchas jovencitas cuyas edades oscilan entre los 12 y 18 años”, dice la abogada.
Para Neil esta situación es determinante en el destino de las jóvenes pues, en algunos casos, quedan huérfanas al ser sus madres víctimas de feminicidios y ellas se tienen que hacer responsables de sus hermanos o hermanas menores.
“Nosotros consideramos que eso impacta en su proyecto de vida y de sus mismas familias”.
Otra causa que las llevan al abandono escolar es que tienen familiares con problemas crónicos de salud como cáncer o diabetes, lo que las limita a continuar con su preparación.
Actualmente no hay mucha claridad de cómo van a operar los programas sociales para dar atención a las personas que están en la calle y, menos a las mujeres, para que puedan retomar su educación
Romper el ciclo
Luis Enrique Hernández, director de El Caracol, explica que es importante acabar con la pobreza a través de políticas públicas.
Sin embargo, actualmente no hay mucha claridad de cómo van a operar los programas para dar atención a las personas que están en la calle y menos a las mujeres, quienes necesitan elementos de protección especial porque sufren agresiones, discriminación y violencia sexual.
Cuando comenzó la actual administración, señala, los programas fueron interrumpidos y existe incertidumbre de cómo serán retomados.
Hernández considera importante romper esta dinámica, ya que impide que se tenga una mejor calidad de vida.
“Se llama transmisión generacional de la pobreza, es decir, sus papás eran pobres, ellas son pobres y si tienen hijos es muy posible que hereden estas condiciones de pobreza, por eso vemos muy importante romper la pobreza al menos en el sentido laboral o de servicios”, dice el director.
Te puede interesar: Educación en el limbo
Reprueban acciones del gobierno
En México, el Gobierno federal tiene programas sociales focalizados a la población joven para evitar el abandono escolar, pero lo que se requiere son políticas públicas para que haya mejoras reales.
El Programa Nacional de Becas para el Bienestar Benito Juárez está dirigido a menores de 18 años en condición de pobreza extrema que estudian en escuelas públicas desde preescolar hasta preparatoria.
Este apoyo consiste en 800 pesos bimestrales por familia. Sin embargo, la falta de una medición que muestre su efectividad, así como una regulación en su reparto, hace que sea cuestionado por especialistas.
No son políticas públicas, son programas. Una política pública se sustenta en un marco legislativo, en instituciones y presupuesto y obviamente en indicadores de cambio
- Juan Martín Pérez García
Director Ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México
“Esto no está sucediendo, al contrario, tenemos el desmantelamiento de las fuentes de información, triste y lamentablemente destituyeron al director de Coneval”, dice Juan Martín Pérez García, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).
De acuerdo con Pérez García, el despido del extitular del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social es una muestra de que no se están midiendo los programas, ya que este organismo se enfoca en verificar su funcionalidad.
La implementación de programas sociales sólo busca generar clientela electoral, pero no acaba con la pobreza ni la desigualdad, y un ejemplo es el Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL), dice Pérez García.
Este fue creado en diciembre de 1988 como una de las primeras acciones del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari para combatir los rezagos de los grupos más vulnerables en el país, pero éstos siguen vigentes.
“Son programas que casi garantizan clientela electoral y pareciera que esta administración del nuevo gobierno está claramente enfocada a eso, porque los programas que se han hecho, no tienen línea de operación ni seguimiento ni verificación, se prestan para muchísimos actos de corrupción”, dice el director de Redim.
Para la abogada Neil Arias Vitinio, quien colabora con el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, los programas sociales sí son de gran ayuda para las comunidades de Guerrero, pero se requiere una atención más integral, además de que a veces hay fallas en el otorgamiento de las becas.
A pesar de que la actual administración se ha comprometido a brindar educación a toda la población, sus esfuerzos hasta ahora se han concentrado principalmente en la entrega de apoyos, acción que no resuelve el problema de fondo
“Cuando van y hacen una encuesta no siempre dan la información correcta para que la gente se pueda inscribir y así recibir este tipo de apoyos; es un tema complicado, porque también suele suceder que no los encuentran en sus domicilios. Y aunque a veces quienes realizan los censos van a las escuelas, no todos los niños aparecen como beneficiarios”.