Narcomantas
Los narcomensajes ahí están, aunque oficialmente nadie los vea. Ni las cámaras de seguridad.
Narcomantas
Algo peculiar ocurre en Morelos en materia de seguridad; en los últimos dos meses la incidencia delictiva y la violencia parecen haber disminuido, según lo reportan distintas instancias oficiales, aunque de manera paralela se ha incrementado la aparición de mensajes entre grupos delictivos y de estos hacia la autoridad. Nadie puede decir que el problema de inseguridad está resuelto, si acaso que se ha contenido. Las narcomantas, empero, dejan muchas dudas sobre lo que ocurre en realidad y lo que puede pasar en el futuro cercano.
La delincuencia organizada y la política tienen mucho más en común de lo que quisiéramos suponer; en ambos casos se lucha por el poder y el territorio, por el dominio de los recursos, las poblaciones y las instituciones, en ambos casos hay protección a los suyos y castigo a los contras; unos y otros premian o sancionan la lealtad y la traición.
Desde hace años en nuestro país el mensaje de las narcomantas se ha convertido en una especie de comunicación epistolar entre grupos delictivos que acompaña la violencia y trata de “informar” el porqué de las acciones y las posibles consecuencias de algunos actos cometidos por un rival o por integrantes del gobierno.
Las historias aparecen desde hace años y muchas veces vienen con elementos de alto impacto como el cuerpo sin vida de alguna persona y el objetivo es la confirmación de la seriedad del mensaje y la fuerza del grupo o la persona que lo manda.
Hace algunos años el presidente Felipe Calderón hizo un llamado a los medios de comunicación para que no se difundieran los contenidos de estas epístolas porque se trataba, dijo, de una apología de la violencia, porque al hacerlo se ensalzaban las acciones criminales y sobre todo porque quien se prestaba a este juego se convertía en pieza activa de los grupos criminales.
La idea gubernamental era simple: evitar la difusión del tema para tratar de anularlo, bajo la lógica de que si no se difundía el mensaje, con el paso del tiempo este instrumento caería en desuso. Pero no fue así, porque aunque en los medios de comunicación formales rara vez se transcriben los contenidos de las narcomantas (porque efectivamente representa hacer una apología de la violencia y se presta al juego de los grupos criminales), en las redes sociales hay personas que gustan de multiplicar estos carteles y otros tantos que los comparten.
Las narcomantas o narcomensajes evolucionaron con el tiempo y han tenido cambios de todo tipo: primero se trataba de cartulinas o simples hojas de papel mal escritas, con visibles faltas de ortografía y un lenguaje soez cuyo objetivo, además de lanzar una amenaza contra alguien, era insultar de todas las formas posibles al destinatario. Estos mensajes eran sencillos de hacer, eran de confección doméstica y su fuerza consistía en el hecho de que muchas veces se colocaban al lado de un cuerpo sin vida, con la parte cercenada de una persona o en lugares sumamente visibles.
Los narcomensajes han servido también como un distractor para la autoridad, porque aunque en muchos casos se trata del recado auténtico de un grupo delictivo, en algunas ocasiones se han utilizado para ocultar un delito común que nada tiene que ver con el crimen organizado, para generar controversia y evitar que un asesinato se investigue.
Explico: en casos de homicidios pasionales, personales o mercantiles, los asesinos se han valido de los narcomensajes para ocultar la realidad, para distraer, pues el simple hecho de dejar un mensaje de este tipo al lado de un cuerpo sin vida ha hecho que las autoridades atribuyan el crimen a la delincuencia organizada y no investiguen. Pero volvamos a las narcomantas.
En las últimas semanas en Morelos han aparecido reiteradamente mensajes de este tipo, algunos dirigidos de un grupo a otro, pero otros cuyos destinatarios son gobiernos municipales o el estatal. Uno tras otro aparecen este tipo de anuncios, dan detalles sobre supuestas actuaciones de algunas autoridades, relatan presuntos actos de complicidad y amenazan con tomar medidas para remediar el asunto.
Este diálogo epistolar es unilateral porque aunque van muchas mantas colocadas a lo largo y ancho del estado y en distintas ocasiones las misivas incluyen el cuerpo sin vida de alguna persona, oficialmente el tema no existe y ningún funcionario o gobierno aludido se da por enterado. Los mensajes quedan en el limbo, en las redes sociales, en una especie de pausa hasta que aparece otro o se cumpla alguna de las amenazas.
El tema está ahí y no se puede dar como algo que no existe simplemente porque no se habla de él; los mensajes son cotidianos y en las últimas semanas se han multiplicado en número y contenido, aparecen en puentes peatonales, en calles de la capital, en bardas de escuelas, en negocios… y muchas veces asociadas a una persona sin vida, mutilada o calcinada.
Los mensajes llaman la atención también por su contenido: son reiteradas las amenazas contra funcionarios del gobierno municipal y estatal, acusan protección de jueces, insisten en los vínculos de algunos presientes municipales y amenazan a grupos rivales. Los últimos advierten que pronto habrá acciones correctivas en contra de quienes, “lastiman a gente inocente” o contra aquellos servidores públicos que utilizan su poder para proteger a grupos criminales.
¿Cómo debe el ciudadano común entender este tipo de mensajes? ¿Cómo debe el gobierno reaccionar al respecto? ¿Debemos seguir volteando la vista hacia otro lado simulando que no pasa nada, como lo hacen las cámaras de seguridad del estado que nunca graban nada? ¿O tendríamos que preocuparnos porque se cumpla alguna de las advertencias y con ello se trastoque la de por si frágil estabilidad del estado?
Una a una las narcomantas han ido subiendo de tono, poco a poco escalan en su producción y contenido; ya no se trata sólo de la cartulina mal escrita y a veces ininteligible, ahora vemos lonas impresas de manera profesional, con un estilo bien definido y pocas faltas de ortografía. ¿Y qué decir del contenido? Los señalamientos son directos, se dan nombres, cargos, números de expedientes y supuestas acciones ilegales de personajes muy importantes de la vida pública local.
Lo que sucede en Morelos es absolutamente confuso, no hay claridad sobre la estrategia de seguridad, ni tampoco confianza pública en el actuar de las instituciones. Día a día aparecen grupos delictivos nuevos y cotidianamente hay señales de que la batalla por el territorio sigue ahí, sangrienta, violenta y sin tregua.
¿Cómo debemos actuar los morelenses ante un panorama así? ¿Qué debería hacer el gobierno ante esta situación?
Suponer que nada pasa es el peor camino para todos.
posdata
Al parecer aún no hay acuerdos en el congreso, los diputados todavía no definen a quienes presidirán los órganos se gobierno en el segundo periodo ordinario de sesiones y eso es porque la diputada Tania Valentina se aferra al cargo, porque le representa jugosas ganancias económicas.
La lógica indica que una mujer de Morena debe presidir la Junta Política, porque es el único partido que cumple con la norma que establece la ley orgánica del congreso, pero en este parlamento ni la ley ni la lógica aplican.
Lo cierto es que quienes han estado al frente de las presidencias más importantes del Congreso (Junta Política, Mesa Directiva y Hacienda) han hecho un terrible papel y deben ser sustituidos.
Si las y los integrantes de la 54 legislatura morelense quieren mantener vivas sus aspiraciones políticas, tienen que rectificar el rumbo.
Hasta hoy no han dado un solo motivo para volver a votar por ellos.
nota
Los tuitazos entre funcionarios de gobierno y representantes populares son una emulación de las narcomantas, sobre todo por el lenguaje, el estilo vulgar y la manera de dirigirse al rival. Son, diría el comercial: lo mismo, pero más barato.
¿Cómo respetar a un servidor público camorrero que utiliza las redes sociales para atacar a otra autoridad, para hacer eco del troleo institucional y para convertirse en el centro de la atención violentando la investidura?
Por este tipo de acciones, paso a paso las autoridades pierden respeto, se banalizan y abaratan su actuar; por figuras que se sienten carismáticas y ocurrentes, que se vanaglorian de sus propias acciones y nutren su alter ego con el retuir de algunas decenas de bots propios, es que la gente repudia a la clase gobernante.
La política ha dejado de ser una actividad seria, muchos de sus representantes carecen de la capacidad, madurez y profesionalismo que exige el cargo; pareciera que hoy es más importante hacerla de bufón o buscapleitos, que actuar responsablemente en el área a cargo.
Y luego preguntan por qué los ciudadanos han dejado de respetar a las autoridades.
post it
Natalia Mendoza Rockwell realizó un interesante análisis de las narcomantas en un artículo denominado Narco-mantas o el confín de lo criminal; esto es parte de lo escrito sobre el tema:
Las narco-mantas casi son más medio que mensaje: su forma rebasa en significado a su contenido. En primer lugar porque muchas derivaron su visibilidad pública y fuerza discursiva del hecho de aparecer físicamente asociadas a un cadáver. No sólo es significativo el contexto en que se ubica la manta, también su forma misma. La gran mayoría están escritas con spray, con abundantes faltas de ortografía, insultos y enunciados ininteligibles. La excepción a esta norma han sido las mantas de las organizaciones criminales michoacanas, concretamente La Familia y Los Caballeros Templarios, que solían estar escritas en un estilo mucho más institucional y manufacturadas en comercios especializados. Es notable que muchas mantas estén escritas en letras negras y rojas, lo que sugiere una extraña reminiscencia de la tradición sindical. Las narco-mantas, como género textual, se sitúan en un rango que va de la "pinta" (o grafiti) al comunicado sindical.
redes sociales
El Estadio Agustín Coruco Díaz, casa de los Cañeros de Zacatepec fue remodelado en 2013 con una inversión superior a los 486 millones de pesos, erogados por el gobierno del estado de Morelos, en ese momento a cargo del perredista Graco Luis Ramírez Garrido Abreu.
Las obras de remodelación incluyeron la destrucción total del inmueble para construir un estadio totalmente nuevo en su lugar, mucho más grande y con capacidad de hasta 24 mil personas, lo que representa el 66 por ciento del total de la población del municipio de Zacatepec, la cual asciende a 36 mil habitantes de acuerdo al último censo de población en 2015. El nuevo estadio de fútbol, por cierto, no cuenta con estacionamiento y los visitantes tienen que aparcar en la calle o en patios de casa que se rentan cada que hay partido.
A pesar de la multimillonaria inversión y de que el equipo del Zacatepec pertenece a un grupo privado, el gobierno anterior en conjunto con la pasada legislatura decidieron entregar el estadio a un particular, sin cobrarle renta de por medio y sin obtener ningún tipo de beneficio para el estado o la comunidad; simplemente se les dio por veinte años, incluyendo el mantenimiento del inmueble, que corre a cargo del gobierno estatal.
Con todo y el apoyo oficial el equipo Zacatepec no han podido hacer que la afición llene el estadio; en el Torneo de Clausura 2019 los Cañeros reportaron un promedio de asistencia de apenas 16%, mostrando su mejor entrada en los Cuartos de Final con 7 mil 96 aficionados, es decir, menos de una tercera parte del total de la capacidad del inmueble.
Así las cosas en el Morelos que nos dejó el gobierno del PRD.
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