Violento, no inseguro
Algo ha cambiado en el ambiente. La inseguridad no ha disminuido, solo ha mutado.
Algo ha cambiado en las últimas semanas: no hemos acabado con la violencia ni tampoco con la inseguridad, desde el mes pasado superamos la cifra de ejecuciones del 2018 y en julio se alcanzó un nuevo récord histórico de muertes violentas en la entidad. A pesar de ello la percepción sobre el tema mejora, quizá porque los delitos de alto impacto han disminuido en las zonas urbanas y las cifras generales muestran cierta mejoría. Pero el problema está ahí, aunque nos muestra un rostro distinto; quizá por eso algunos piensan que Morelos es un estado violento, pero no inseguro.
No hay manera de echar campanas al vuelo, ni siquiera motivos para pensar que se ha logrado un avance importante en la lucha contra la delincuencia; la aparente tranquilidad que vivimos en Morelos es fortuita, más como consecuencia de un cambio de hábitos de los delincuentes que resultado de una acción institucional.
Pero ni siquiera hablamos de una tranquilidad como tal, más bien de una forma diferente de violencia. Explico: el primer semestre del 2019 ha sido el más violento de la historia de Morelos, durante ese lapso vimos y vivimos hechos que nunca se habían presentado y que sentaron un precedente delictivo en la entidad.
Durante esos seis meses hubo crímenes de alto impacto, ejecuciones en restaurantes, balaceras a plena luz del día, atentados en centros nocturnos, asesinato de niños y mujeres, lanzaron bombas en negocios, quemaron y desmembraron a decenas de personas, balearon a una regidora, asesinaron a dos líderes sindicales en el centro de Cuernavaca y dejaron un sinnúmero de narcomantas acompañadas de cuerpos sin vida, en muchos puntos del estado con mensajes dirigidos a distintas autoridades. Morelos fue nota nacional e internacional por los hechos violentos y por la forma de actuar de la delincuencia. Y de repente algo cambió.
Los últimos dos meses algo sucedió, porque la delincuencia organizada comenzó a modificar su manera de comportarse y nos dio un respiro a todos. No quiero decir con ello que cesó la violencia y se acabaron los delitos, de ninguna manera, simplemente que ahora vemos algo distinto, algo que no es igual y que aún no sabemos si es mejor o peor, ni tampoco en qué va a terminar.
Veámoslo en números: el 2018 se contabilizaron 855 asesinatos violentos, la gran mayoría considerados ejecuciones; ese año, el último de Graco Ramírez, se convirtió en el más sangriento de la historia de Morelos. Al cierre del séptimo mes del 2019 la cifra de muertes violentas se superó y al día de ayer el número de ejecuciones contabilizadas llegó a 890. Tan sólo en esta semana van 12 personas ejecutadas y todavía pueden presentarse más. ¿Podemos hablar de que las cosas van mejor con estas cifras?
Pero aunque los números nos hablan de un problema muy serio e irresuelto, en el ambiente se percibe una leve mejoría en la percepción, porque en los últimos días las personas que han sido asesinadas parecen estar directamente relacionadas con el crimen organizado y los hechos ocurren lugares más apartados, de noche y sin la espectacularidad del primer semestre del año. Es decir: la violencia sigue, pero ahora se expone de manera diferente.
Lo que ocurre en Morelos en materia de seguridad no es fácil de entender, porque ni siquiera las autoridades (de los tres niveles de gobierno) han sido capaces de explicar el porqué de este cambio de comportamiento, ni cuáles son los escenarios que debemos esperar. Estamos frente a un problema muy grave, ante una guerra sin cuartel entre grupos de la delincuencia organizada y la aparente llegada de nuevos cárteles a la entidad.
El tema es complicadísimo porque parecería que los grupos delictivos simplemente han cambiado el lugar y la forma de ejecutar a sus rivales, pero ello no ofrece ni garantiza nada bueno a los morelenses. La pelea entre grupos delictivos está a todo lo que da, los muertos (en su mayoría) presuntamente pertenecen a alguna célula delictiva o tienen antecedentes criminales, pero todo eso no reduce la gravedad del asunto.
Pensemos que todas las batallas tienen un principio y un final y en medio siempre hay cambio de planes, lo cual puede ser lo que estamos viviendo ahora. Lo que nos debe quedar claro a todos es que aunque por el momento la mayor parte de las víctimas no sean ciudadanos ajenos a este tema, en algún momento la violencia regresará porque las autoridades no la han combatido, ni vencido, ni siquiera replegado, simplemente se han hecho a un lado para que peleen entre ellos. ¿Y qué pasará cuando dejen de pelear?
El tiempo es un elemento muy importante en cualquier estrategia y es sustantivo en los planes de gobierno; hace un par de meses el gobernador Cuauhtémoc Blanco aceptó que el estado no tenía la capacidad de combatir al crimen organizado y por ello urgió al gobierno federal a mandar a la Guardia Nacional. Hoy el problema sigue ahí y puede mostrarse con más fuerza si no se cambia, ajusta o fortalece la estrategia. Dejar que el tiempo transcurra sin hacer nada, más que observar la guerra desde lejos, no es estrategia.
Morelos está convertido desde hace años en un estado violento e inseguro; no hay manera de separar ambas circunstancias porque las dos caminan de la mano, porque violencia es consecuencia de la inseguridad y aunque en este momento hemos dejado de ver tantos delitos de alto impacto en la zona metropolitana, la inseguridad está presente todos los días en forma de extorsión a negocios o el robo que lastima a miles de ciudadanos en las calles, en las casas y en el transporte público.
No hay forma de vender como algo positivo lo que estamos viviendo actualmente en Morelos, lo que las autoridades deberían hacer es aprovechar el momento para revisar los planes, para fortalecer su estructura y para anticiparse a lo que vendrá luego del enfrentamiento entre grupos.
Pensar que “hay que dejar que se maten entre ellos” es una torpeza. Si las autoridades de los tres niveles no hacen algo, a la vuelta de unas semanas o meses volveremos a ver escenarios iguales o peores a los que hemos padecido en el primer semestre de este año.
posdata
La señora que está al frente de la Comisión de Atención a Víctimas de Morelos Nadxxielli Carranco Lechuga se queja de que no tiene dinero, de que la Secretaría de Hacienda no le libera fondos y el gobierno estatal no le amplía el presupuesto. En un estado sumamente golpeado por la violencia, la oficina encargada para ayudar a las familias carece del soporte financiero para hacer su trabajo y las víctimas padecen las consecuencias, dice.
Lo que no dice la señora Carranco es que durante años, en la era graquista, fue consentida de la damota y que su oficina recibió puntualmente muchos millones de pesos destinados a la atención de las víctimas de la violencia. Eran tiempos de opulencia en los que los recurso financiero no escaseaba y la bonanza se veía hasta en la forma vestir y comer de la robusta funcionaria, que cotidianamente emulaba en todos los aspectos a la directora del sistema DIF Morelos.
Pero frente a los “lujillos” y los atracones que se daba Nadxxielli Carranco en Anticavilla (le encantaba subir tuits de sus visitas al restaurant oficial de los graquistas), aparecían las constantes y numerosas quejas de los familiares de las víctimas de la violencia, quienes llegaban a las oficinas y los maltrataban, los que pedían ayuda y se las negaban, aquellos que esperaban durante mucho tiempo algún tipo de apoyo y eran recibidos con un mal gesto y una negativa permanente.
A lo largo del sexenio pasado se acusó muchas veces a Carranco Lechuga de malversar el presupuesto público, de utilizar el dinero de las víctimas para comprarse ropa de marca, para tunear su abultada humanidad, para pagar a las personas que hacían el aseo en su casa y hasta para sufragar los alimentos que llenaban su pronunciado abdomen.
Fueron muchas las acusaciones contra la titular de la CEARV, los señalamientos de la gente eran contra la titular, pero también hacia su familia y a su pareja, a quien achacaban el negocio de las compras, el palomeo de los contratos y la colocación de aviadores. ¿Dónde está el presupuesto de las víctimas? Era la pregunta constante. Pero nadie respondía.
Nadxxielli Carranco era amiga personal, confidente y consentida de Elena Cepeda, por ello el gobierno estatal la procuraba y trataba insistentemente que las denuncias de la gente no se replicaran en los medios de comunicación. En el congreso el cuidado era el mismo: nadie revisaba su manejo financiero ni le exigía cuentas y al final hasta la ratificaron en el cargo a pesar de los múltiples señalamientos.
Hoy la funcionaria ya no es consentida, ni tiene los mismos beneficios de antes, pero siguen las acusaciones en su contra. Hoy dice que no tiene dinero porque no le dan y porque el que le dan no le alcanza, pero mantiene su elevado ritmo de vida.
Antes de otorgar más recursos a una funcionaria que se ha caracterizado por la opacidad y la ineficiencia, valdría la pena revisar su permanencia en un área tan sensible para el estado y tan importante para las víctimas de la violencia.
Además de corrupta e incompetente, Nadxxielli Carranco es una correveydile, es una de las tantas personas que desde dentro del gabinete mantiene informado al ex gobernador Graco Ramírez y a la damota.
nota
Cayó Santiago Mazari, líder de Los Rojos y conocido como El Carrete o El Señor de los Caballos. La SSP dice que fue detenido en Guerrero y algunas versiones extraoficiales hablan de que está herido de muerte.
Su captura abrirá un nuevo capítulo en esta historia. No sabemos aún si lo que viene será mejor o peor para Morelos.
Hay que observar con cautela.
post it
Desde hace varios días la información corrió como pólvora en redes sociales y en algunos portales informativos; hubo reporteros que se atrevieron a confirmar la nota, aunque no citaron una fuente que respaldara sus dichos.
El tema es por si mismo llamativo, lo mismo que los hechos en los que supuestamente habrían ocurrido las cosas: en un enfrentamiento con elementos de la Guardia Nacional o con un grupo rival (ambas versiones circulan), Santiago Mazari “El Carrete” fue herido de bala en tanto que su segundo de abordo fue abatido.
Los hechos habrían ocurrido a principio de semana en una zona serrana de Guerrero, en los límites con Morelos; aunque circulan videos de los hechos, hasta el momento ninguna autoridad de los tres niveles de gobierno se ha atrevido a confirmar las cosas. Hasta anoche.
El tema es delicado y se enmarca en la lucha que libran desde hace tiempo las autoridades con la delincuencia y los grupos criminales entre ellos. Santiago Mazari se ha convertido en un objetivo prioritario para ambos (criminales y policías), por ello la nota llama la atención y genera múltiples comentarios.
Así difundió la noticia hace unos días el portal Quadratín Morelos:
Confirman muerte de El Teniente, brazo derecho de El Carrete
Tras un enfrentamiento con grupos rivales que ha durado más de 72 horas, Santiago Mazari Hernández apodado El Carrete o El Señor de Los Caballos, líder del grupo delictivo Los Rojos, cuya organización tiene presencia en el estado de Morelos, resultó herido y se encuentra rodeado por elementos de la Guardia Nacional en el poblado de Corral de Piedra, ubicado en la Sierra de Leonardo Bravo en el estado de Guerrero.
Autoridades del estado de Guerrero han confirmado que durante el tiroteo murió Juan Castillo Gómez, identificado como El Teniente, quien sería identificado como brazo derecho de Santiago Mazari Hernández, quien junto con él sostuvieron un enfrentamiento que inició desde el pasado martes con el grupo rival de Onésimo Marquina El Necho.
En audio difundido en redes sociales y atribuido a Santiago Mazari Hernández, El Carrete, advierte que la guardia comunitaria de Tlacotepec que el año pasado tomó por la fuerza varias poblaciones del municipio de Leonardo Bravo y provocó una ola de asesinatos, desaparecidos y desplazados por la violencia. Las autoridades han dado a conocer que, Juan Castillo Gómez, está siendo velado en su pueblo natal; mientras que, El Carrete está siendo acorralado por las autoridades de la Guardia Nacional.
redes sociales
Son vacaciones y muchos funcionarios y políticos lo saben.
Comentarios para una columna optimista:
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