Robles, fiscal y la sospecha de AMLO
El presidente Andrés Manuel López Obrador insistió ayer en que Rosario Robles es un chivo expiatorio.
“Sigo pensando lo mismo”, dijo en su habitual conferencia: “Que los responsables de la tragedia nacional son los de mero arriba, tanto del sector público como del sector privado; nada más que ya no puedo llamarles como les decía antes. ¿Y qué era lo que sucedía? Se simulaba, se exponía a chivos expiatorios…”.
Como presidente electo, eso declaró al término de la ceremonia del aniversario 208 del inicio de la Independencia (15 de septiembre del año pasado), pues consideraba que los supuestos desvíos de dinero en las secretarías de Desarrollo Social y Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano eran: “Un circo, porque no fueron al fondo. Nunca cuestionaron a los responsables, a los jefes del saqueo desde tiempo atrás. Llevan 30 años saqueando el país y los medios de comunicación calladitos. Algunos han callado durante muchos años el saqueo en el periodo neoliberal y los principales saqueadores de México. Los que permitieron el saqueo gozan de impunidad y ni siquiera se les menciona en los periódicos, a los de mero arriba”.
Pese al distanciamiento político y personal con la mujer que en 2000 le hizo entrega del gobierno de la capital del país, también ayer dijo algo que viene reiterando: “Nosotros hicimos el compromiso de que no íbamos a desatar la persecución, que no es mi fuerte la venganza…”.
El caso Rosario Robles, sin embargo, desata la especulación en sentido contrario a lo que afirma el Presidente (y no sobra recordar que López Obrador se caracteriza porque dice, precisamente, lo que piensa), ya que ninguno de los periodísticos datos duros de la llamada Estafa maestra, como tampoco las investigaciones de la Auditoría Superior de la Federación, la señalan como saqueadora del erario, como sí apuntan a una decena de universidades y ex servidores públicos.
Con salvaguarda de su independencia y autonomía, con diligente atención y desde luego respeto, el doctor Alejandro Gertz Manero debiera tomar la sospecha del jefe de las instituciones nacionales, ya que no faltan quienes, dentro y fuera de su equipo, quisieran empinar a la Fiscalía General de la República en la fabricación de culpas.
Hombre de fe, López Obrador sabe a la perfección el significado de la expresión bíblica “chivo expiatorio”: era el pobre animal (dos en realidad) que sacrificaban los antiguos hebreos el Día de la Expiación (su mayor festividad). Seleccionaban un par de machos cabríos y dejaban al azar su destino: uno para ser degollado por el sumo sacerdote, que en caliente rociaba de sangre el arca de la alianza para “purificar” el tabernáculo. Sobre el otro desventurado macho cabrío, el mismo rabino le ponía sus manos en la cabeza dizque para transferirle la culpa de todos los pecados del pueblo judío, y la mala suerte del animal quedaba echada con un apedreo previo a ser abandonado en el desierto...