Andrés Manuel y Felipe
En 1996, los dos principales partidos de oposición estrenaron presidentes nacionales. Al liderazgo del Partido Acción Nacional llegó Felipe Calderón, al del Partido de la Revolución Democrática llegó Andrés Manuel López Obrador.
Cuentan algunos que en aquellos años los dos dirigentes partidistas se llevaban bien, aunque sus partidos tuvieran amplias diferencias en asuntos legislativos como las leyes del Fobaproa.
Ambos dejaron sus puestos partidistas en 1999. En 2000, Felipe Calderón se hizo diputado y Andrés Manuel López Obrador jefe de Gobierno de la ciudad de México. Los dos habían querido gobernar sus estados unos años antes.
Los dos habían aparecido en la escena pública nacional en 1988, el tabasqueño como candidato en Tabasco de parte de la Corriente Democrática y Calderón en su primer puesto de elección popular en la Asamblea de Representantes del Distrito Federal.
Diez años después de haber sido presidentes de sus partidos, ambos fueron los candidatos a la Presidencia por cuyo resultado, el más parejo y el más discutido de la historia de México, se convirtieron en enemigos irreconciliables. En 2012, la gestión de Calderón en la Presidencia y las broncas generadas en buena parte por él durante la elección de su candidata pusieron al PAN en tercer lugar. Esos mismos seis años, sus acciones después de la elección y el inicio de la destrucción del PRD, en buena parte generada por López Obrador, que ya pensaba en su propio movimiento, hicieron que apenas compitiera contra el PRI de Peña Nieto.
Ninguno de los dos hoy quiere saber nada de los partidos que presidieron hacer 23 años.
Y casi un cuarto de siglo después, por razones que algo dicen de la política del país, protagonizaron una discusión un tanto pueril, pero con arrastre.
El sentido común diría que este enfrentamiento beneficia a Calderón. Está intentando crear un partido y estar en boca del Presidente, como sea, le da relevancia.
O tal vez es al revés. El hoy Presidente, afecto a la narrativa del adversario, sabe que no ha tenido ninguno tan icónico como Calderón, que hoy, sin plataforma y en comparación con el desastre de la oposición partidista tradicional, funciona mejor.
No dejo de pensar que llevamos un cuarto de siglo en las mismas.
@puigcarlos