La negligencia mata
La realidad le está demostrando al gobierno que su demagogia mata.
Aún les quedan cinco años en Palacio Nacional y por el bien de todos los que vamos en el barco deben corregir en aspectos esenciales.
Abstenerse de matar gente en sus batallas contra enemigos imaginarios, por ejemplo.
Según ellos, por combatir a la corrupción dejaron de comprar insecticidas y larvicidas, indispensables para evitar la propagación de la fiebre hemorrágica conocida como dengue.
El resultado es que al día cinco de este mes van 120 personas muertas por dengue, según las cifras oficiales de la Secretaría de Salud.
Durante todo el año pasado se registraron 12 defunciones por esa causa.
Con el dengue las personas se mueren entre vómitos con sangre. También les sangran las encías y la nariz. Hay un dolor abdominal intenso.
Todo eso se previene con campañas de información en las zonas tropicales, y con fumigaciones que están en el presupuesto.
Nada de eso hizo el gobierno.
La Secretaría de Salud informó que “la razón por la que se compró el insecticida del mosquito del dengue hasta agosto, fue porque estamos luchando contra la corrupción”.
El parte de guerra en la lucha contra la corrupción, sólo en el caso del dengue, es que ya van 120 mexicanos muertos.
Todos esos muertos y no había tal corrupción. Sólo negligencia de las actuales autoridades.
Gobernar es difícil, sí, y más aún para quienes no están habituados a construir, sino a burlarse de quienes llevan la responsabilidad de la conducción del país.
¿Cuál es la inercia con la que llegaron al poder? Con la única que conocen hasta ahora: destruir.
Destruirlo todo porque en su febril carrera tras el poder, todo estaba mal.
La manera de luchar contra la corrupción en este caso del dengue, fue, hasta agosto, no gastar un centavo de los 192 millones 300 mil pesos presupuestados para la compra de insecticidas.
Ciento veinte muertos, de una manera dolorosa y atroz.
¿Qué tan grande era la corrupción para dejar ese saldo de personas muertas?
Veamos:
El subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, informó que “desde que llegamos a la presidencia hemos visto que se disputan el control de las compras generales. Mercados concentrados, amafiados, dos grandes grupos que se disputan el control…”
Para combatir esa corrupción de los grupos amafiados, la solución fue dejar de comprar los larvicidas e insecticidas.
Se guardaron esos 192.3 millones del presupuesto que no fueron a caer a manos de empresas amafiadas.
Luego de la batalla contra la corrupción en los insecticidas contra el dengue, al fin se realizaron, en agosto, las compras requeridas.
¿Y a quién se les compraron?
A las mismas empresas que les compró el gobierno anterior.
Pero esta vez ¿hubo algún concurso más estricto, más amplio?
No. Fue por adjudicación directa.
Quien con mayor profundidad ha trabajado el tema es el reportero Leonardo Domínguez, de El Universal, que consultó en la plataforma Compranet (oficial) e informó que “de los siete contratos que realizó este gobierno, seis son con las mismas empresas que trabajaron en el sexenio anterior y a las que hoy señalan como corruptas”.
Las empresas contratadas fueron Bayer, Codequim, Orange Line, Eco Suministro, Public Health Supply, Grupo Ikerri y Fomento Biotecnológico Ambiental.
Las mismas a las que compraban en el sexenio anterior.
¿Entonces?
¿Disculpen señores empresarios por haberlos llamados corruptos sin serlo?
¿Nuestro más sentido pésame a las familias de 120 personas muertas entre vómitos de sangre?
La ineptitud mata.
La página de la Secretaría de Salud indica que al 2 de septiembre se habían presentado siete mil 972 casos de dengue, mientras que en el mismo periodo del año anterior hubo mil 848.
Seguramente es la cifra referida a un tipo de dengue, porque el reportero Leonardo Domínguez publicó que los casos confirmados de dengue pasaron de tres mil 196 enfermos a 10 mil 211 en este año, mismo periodo.
La Secretaría de Salud lo admitió.
“Es cierto que hemos tenido tres veces más dengue”, dijo el subsecretario que da la cara por esta tragedia, Hugo López-Gatell.
Prometieron un sistema de salud pública a la altura de los países nórdicos y 30 millones de mexicanos les creyeron y posiblemente lo sigan creyendo, esperanzados.
Fallaron en una de las áreas donde México es más fuerte en el mundo, gracias a extraordinarias generaciones de sanitaristas: el control de epidemias.
Y fallaron por los fantasmas con que llegaron al poder: todo proveedor del sector público es un delincuente.
Tenemos cinco años por delante. Deben disminuir sus delirios de grandeza y poner los pies sobre la tierra.
Hay veces en que la demagogia cobra vidas, por hablar sólo del caso del dengue.