El presidente, los símbolos y la tentación
La primera ceremonia del “Grito” de independencia del presidente López Obtador fue sobria y respetuosa de los símbolos que unen a los mexicanos. El desfile del día siguiente mostró el uso propagandístico de un mandatario que impone su muy particular visión de la historia a las instituciones del país.
La noche del 15 privó la discreción y la institucionalidad. El rito no fue alterado. Los veinte vivas elegidos por López Obrador son, me atrevo a decir, aceptados por todos los mexicanos.
La Independencia, Hidalgo, Morelos, Josefa Ortiz, Allende, Leona Vicario, los héroes anónimos de la gesta, el heroico pueblo de México, las comunidades indígenas, la libertad, la justicia, la democracia, la soberanía, la fraternidad universal, la paz y la riqueza cultural del país.
Nada que reprochar. Ningún asomo de color partidista o promoción personal.
Sin cena ostentosa, sólo acompañado de su esposa en el balcón, el presidente pasó la primera prueba.
La segunda fue, literalmente, otra historia.
De entrada, el presidente decidió presenciar el desfile con los secretarios de Defensa, Marina y Seguridad Ciudadana en el balcón principal y relegar a un lugar secundario a los representantes de los otros dos poderes de la Unión: las presidentas de las Cámaras del Congreso y el presidente de la Suprema Corte. Mal comienzo.
Después vimos cómo las Fuerzas Armadas aceptaron dócilmente dar carácter oficial a la versión propagandística de la historia de México que pregona el régimen lopezobradorista.
Fuimos testigos de la división de la historia nacional en cuatro grandes transformaciones, en las que un gobierno con 9 meses y medio en el poder y una lista larga de pendientes e incluso retrocesos fue colocado nada menos que a la misma altura de la Independencia, la Reforma y la Revolución.
Que nos estemos acostumbrando a la retórica presidencial de autoexaltación y que algunos la tomen a chunga, no quita el hecho: un exceso inadmisible y una muestra de la visión patrimonialista del poder que impera en la autoproclamada 4T.
Tras ese despropósito, vimos también la caricatura de esa pretensión de grandeza: camiones recolectores de sargazo, pipas compradas en el extranjero en total opacidad para la “gesta” antihuachicolera cuyos resultados son imaginarios, camiones alusivos a los programas insignia del gobierno, y hasta uno dedicado a una supuesta lucha por el ambiente con la transformación de las Islas Marías, en una administración que le apuesta claramente a las energías más contaminantes.
Y la realidad del primer gobierno surgido de la izquierda: encabezando el desfile y el bloque de la 4T, la Guardia Nacional como una de las ramas de las Fuerzas Armadas. Militar, pues.
¿Cuál es el verdadero presidente AMLO? El que se asume como representante de todos los ciudadanos o el que gobierna para los suyos desde el adoctrinamiento y la autoexaltación.
Apenas se está acomodando en el poder. Ya veremos dónde termina sentado.