Los malos y la gente normal
A la gente normal no le pasa nada, dice el policía. Pero si les pasa.
Lo dijo el comisionado de seguridad de Morelos a propósito de los acontecimientos violentos que azotan la entidad: “A la gente normal no le pasa nada, está a salvo; los homicidios dolosos ocurren entre bandas que luchan entre ellas y pelean por el tráfico y venta de sustancias ilegales”. Un día después de esta declaración seis jóvenes fueron ejecutados en una vivienda y otras cuatro personas más fueron asesinadas en distintos hechos en varios puntos del estado; todo antes de las 10 de la mañana del viernes. Más de mil personas han sido ejecutadas en 9 meses del 2019.
Es evidente que el jefe de la policía igual que el resto del gabinete de seguridad estatal no sólo están rebasados por el problema delictivo, simplemente ya no saben qué hacer ni que decir ante los elevadísimos niveles de violencia que persisten en la entidad. Las expresiones del vicealmirante tienen siempre esta característica: son comentarios que tal vez sean de buena fe, pero casi siempre resultan desafortunados.
El cansancio del encargado de la seguridad del estado es visible, lo mismo que el de varios secretarios del gobierno actual. A Guarneros se le nota el enfado en el rostro porque las cosas no le salen bien, se ve que ya no quiere estar aquí. El marino es un hombre que cumplió su ciclo profesional en la institución que lo formó, tuvo una vida útil por muchos años, se destacó por su buen desempeño, pero como jefe policiaco, dicen quienes le conocen, “ya no tiene el gusto, ni las ganas, ni la fuerza, ni el carácter, ni las herramientas que tuvo en la Marina Armada de México”.
La falta de resultados en materia de seguridad no es culpa solo del comisionado de seguridad, es el resultado de una serie de factores que coinciden y vuelven casi imposible esta batalla. Empecemos por los recursos:
Antes de que concluyera el sexenio anterior la Comisión Estatal de Seguridad fue desmantelada, los vehículos con los que operaba la CES eran rentados y se regresaron el último día del gobierno pasado; buena parte del personal de élite que trabajaba en Morelos se fue a Quintana Roo con el anterior comisionado y la estructura de vigilancia y el armamento quedaron diezmados.
El resultado es lo que hoy vemos: el C5 es un enorme elefante blanco con muchas cámaras mal ubicadas, sin sistema de rastreo e identificación, ni base de datos o tecnológica para hacer frente a la delincuencia organizada. Como si eso no fuera suficiente la Policía Morelos está comprometida en su interior, muchos de sus integrantes responden a otros intereses y la fuga de información ha costado vidas y el fracaso de operativos.
El problema de violencia en Morelos es mayúsculo y se ha apoderado de la agenda estatal, no hay lugar ni momento en el cual no se hable de los gravísimos hechos de inseguridad que afronta el estado y de la falta de resultados de la administración local. Lo que se veía venir ya es una realidad: la gente está convencida de que la administración de Cuauhtémoc Blanco ha fracasado en su lucha contra el crimen y está rebasada por las circunstancias. Expresiones como las de Guarneros asegurando que “la gente normal” está a salvo, en lugar de mejorar el ánimo y generar confianza provocan enfado.
Los dichos del comisionado son los mismos que una y otra vez repite el jefe de la oficina de la gubernatura José Manuel Sanz (“los muertos son delincuentes, se están matando entre ellos”), pero esta hipótesis no justifica ni explica la realidad que padece el estado. Explico:
No se puede normalizar que gente muera todos los días, pero sobre todo hay que entender que aunque la hipótesis de que “se están matando entre ellos” pueda explicar parcialmente el baño de sangre, no justifica los demás delitos que todos los días se cometen a lo largo y ancho de la entidad.
Dicho en castellano: Los malos se matan entre ellos ¿Y los secuestros? ¿Y las extorsiones? ¿Y el robo en todas sus modalidades? Eso (parafraseando al comisionado) sí le ocurre a la gente normal, a las personas que todos los días se levantan a trabajar y buscan de manera honesta ganarse el sustento. ¿Cómo explicarían Guarneros y Sanz esta situación? ¿También nos van a decir que se trata de gente mala? O de plano volverán a decir que así está todo el país y por eso nos tenemos que acostumbrar a vivir con miedo.
El fenómeno delictivo en Morelos es enorme y no solo tiene que ver con la muerte de más de mil personas en menos de un año; el problema es mucho más grave que ello porque tiene que ver con la comisión de todo tipo de delitos, con la normalización de la violencia, con la insensibilización de las autoridades, la transformación profunda de la forma de vida de miles de ciudadanos y el éxodo permanente de familias.
Es imposible negar que Morelos vive una gravísima crisis de inseguridad y que sus autoridades están totalmente rebasadas; no hay manera de confiar en un plan de seguridad que no ha dado resultados, en un jefe de policía que ya quiere tirar la toalla y un gobernador que públicamente ha aceptado que no puede con el problema.
El panorama que vivimos es muy difícil porque cada día las cosas se complican más y se contabilizan más muertes y hechos delictivos. Item más: el problema es tan grave que pronto se va a politizar y en un año preelectoral será utilizado como bandera para golpear más al gobierno; cuando eso suceda las cosas no mejorarán, por el contrario, empeorarán para todos porque la poca fuerza que tiene el gobierno se dividirá entre el combate a la delincuencia y a la defensa de los ataques políticos.
Igual que en el Morelos de otras épocas o en el Veracruz actual, la violencia y la inseguridad serán los clavos del ataúd político del gobierno estatal.
posdata
Si no sucede algo extraordinario este día se llevará a cabo la audiencia en la que se resolverá la controversia constitucional presentada por la Comisión Estatal de Derechos Humanos en contra del decreto que amplió el periodo de los magistrados de Morelos de 14 a 20 años.
No hablamos de la querella que hace unas semanas interpusieron los magistrados disidentes del Poder Judicial de Morelos, sino del proceso iniciado inmediatamente después de que Graco Ramírez y la pasada legislatura otorgaron a los magistrados inamovilidad por seis años más.
El contenido de lo que se votaría este día en la SCJN se conoció desde el viernes pasado e iría en contra del decreto, es decir, echaría abajo la ampliación graquista y regresaría a su estado original las cosas. Si esto ocurre, Carmen Cuevas dejará de ser magistrada porque su periodo habría terminado.
nota
La crisis de inseguridad y violencia en Morelos no ha cobrado mayores dimensiones sociales o políticas porque no hay oposición. El gobierno estatal ha podido navegar entre la turbulencia gracias a que ninguno de los muchos conflictos que se han vivido a lo largo de un año han sido replicados por ningún partido, ninguna organización social, grupo organizado o la iglesia.
A diferencia de otros tiempos ahora la inseguridad y la violencia se ha normalizado, todos los días nos dicen desde el gobierno que así está todo el país y que los muertos no son gente normal. La hipótesis es absurda y sin sentido, es apenas una torpe justificación de la ineficacia, pero se queda en el aire porque nadie la cuestiona, porque simple y llanamente en Morelos no hay oposición.
El PRD y el PRI son partidos en vías de la extinción, sin respaldo social, sin estructura, sin calidad moral y sin ánimo para alzar la voz. Ambos partidos tienen hoy como dirigentes a personajes timoratos, mediocres y cuestionados por su falta de probidad, quizá por ello en ambos casos prefieren el silencio cómplice. Los partidos emergentes no existen.
El PAN es el único que podría dar la pelea a Morena en las próximas elecciones, porque se puede convertir en la segunda opción de todos aquellos que no están conformes con la actuación del gobierno actual (local y federal) y la línea política que ha marcado el presidente López Obrador.
Los panistas tienen una oportunidad de oro para regresar, porque aunque el Movimiento de Regeneración Nacional todavía tendrá fuerza en las elecciones intermedias, ante la falta de oposición se pueden convertir en el camino de todos aquellos que no comulgan con el estilo obradorista y buscan un camino para ponerle un alto a la hegemonía de Morena.
Pongámoslo de esta forma: el PAN puede capitalizar el voto útil de muchos ciudadanos con o sin partido, puede volverse el instrumento que se utilice para buscar un equilibrio de poder y en el caso de Morelos, para tratar de cambiar las cosas.
Pero observemos algo: a lo largo de un año en la tierra de Zapata el Partido Acción Nacional ha guardado silencio, por omisión ha sido cómplice del gobierno estatal y nunca ha alzado la voz en contra de Cuauhtémoc Blanco a pesar de que muchos de sus militantes han exigido a su dirigencia que endurezca el discurso. ¿Por qué?
La respuesta la podemos encontrar en el secretario de hacienda Alejandro Villarreal, un hombre muy cercano a la cúpula estatal blanquiazul que desde la campaña estableció compromisos con la familia Terrazas; gracias a la intervención de Villarreal la dirigencia estatal panista no apoyó la candidatura de Víctor Caballero, ni tampoco ha criticado de ninguna forma la actuación del gobierno de Blanco. Son, digámoslo claro, aliados. Hasta ahora.
¿Pero que sucederá cuando Alejandro Villarreal salga del gabinete de Cuauhtémoc Blanco? ¿Cómo quedará la relación del gobierno estatal con el PAN, el único partido que le puede hacer sombra, cuando se rompa el acuerdo que tienen? ¿Qué posición asumirá Acción Nacional cuando su único amigo deje de formar parte del gabinete estatal? ¿Mantendrá la misma prudencia que hasta ahora?
El gobierno de Cuauhtémoc Blanco ha enfrentado muchos y muy serios problemas a lo largo de un año, pero todos los ha podido maniobrar porque no ha tenido oposición enfrente, porque no hay un partido que le exija o grupos ciudadanos que aviven el debate.
La propia iglesia católica, hasta hace unos meses severa crítica de la situación de inseguridad que se vive en la entidad, se ha retirado del escenario porque su obispo se alineó a los intereses del gobierno estatal. Antes desde los púlpitos se hablaba del problema y Ramón Castro señalaba con toda claridad a los responsables; hoy se guarda silencio y el clérigo hace oídos sordos a la tragedia y al dolor de la gente. Villarreal, por cierto, es muy amigo de los católicos y ha intervenido para que este silencio cómplice prevalezca.
La administración estatal debe entender que este escenario no durará por siempre, debe pensar en la situación que priva en la entidad y en los elementos que influyen en ella. Hasta ahora su gobierno no ha tenido oposición, pero eso va a cambiar conforme se acerquen los tiempos electorales.
Cuauhtémoc Blanco necesita un buen equipo de gobierno, pero también aliados políticos que le ayuden a mantener la gobernabilidad. Su partido (el PES) es una basura política que no le ayuda en nada, ni le brinda estabilidad; tiene que buscar el respaldo real de Morena para evitar lo que par algunos parece inminente: su destitución anticipada del cargo.
post it
Varias veces el alcalde capitalino ha denunciado amenazas y agresiones en su contra, por ello viaja en autos blindados y permanentemente se hace acompañar de un ostentoso equipo de seguridad conformado por una decena de personas.
La semana pasada su gobierno denunció que un grupo armado entró a la sede municipal a buscarlo y culpó al gobierno estatal. Horas más tarde el líder del supuesto grupo armado se presentó ante la opinión pública y habló sobre los hechos: 1- No son delincuentes, sino comerciantes. 2- No iban armados, solo enojados. 3- Fueron a buscar al director de gobernación para exigirle que “cumpliera los acuerdos”.
A pesar de todo el edil volvió al ataque y en una entrevista radiofónica nacional reiteró que se trató de un grupo armado que fue a buscarlo hasta su oficina; de nuevo acusó a Cuauhtémoc Blanco y culpó también a su hermano Ulises Bravo.
Al presidente Villalobos le sobra imaginación y le falta prudencia.
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En Veracruz los panistas demandan la destitución del gobernador Cuitlahuac García; lo acusan de no poder enfrentar a la delincuencia, ni frenar la ola de sangre que vive aquella entidad.
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